(Iarraín y Aznar y Piñera-Los compinches)
La histórica
movilización llevada a cabo por miles de estudiantes, ha sacado a la
luz muchos de las características
clasistas y vendepatria de los grupos
dominantes. Algo se está fraguando al interior del actual
enlace duopólico, algo que por cierto es negativo y peligroso
para la sociedad chilena.
Arturo Alejandro Muñoz
AL COMIENZO pareció ser sólo
un asunto aislado, inconexo de la realidad, algo así como la golondrina
que no hace verano, pero semanas más tarde aquella opinión varió
ya que otros conocidos dirigentes derechistas replicaron –con mayor
ahínco esta vez- las broncas de quienes, a nombre del fundamentalismo
neoliberal, fungieron de adelantados.
Ya van tres meses de protestas
y de movilizaciones estudiantiles, pero el gobierno pareciera creer
que en el país todo marcha bien, y que las necesidades existentes son
sólo aquellas que nutren la ambición del empresariado. Luego de recibir
andanadas severas, incluso desde el extranjero, algunos eméritos dirigentes
de la derecha criolla han decidido saltar a la palestra para –según
ellos creen- explicar lo inexplicable, aunque con tal acción sólo
agregan más duraznos verdes a este amargo ponche. Entonces, lo
que fuera un ‘caso aislado’ o una simple ‘ida de lengua’, se
convirtió rápidamente en el verdadero programa político que anima
a los sectores más duros –y más representativos- del bloque oficialista
que el país conoce con doble nombre, Alianza y Coalición por el Cambio.
Si hacemos la suma de las declaraciones
que varios derechistas connotados (y no cualquier ‘derechista de la
calle’) expresaron en estas últimas semanas, obtendremos un resultado
que debería preocupar –y mucho- al resto de la sociedad, pues quienes
vivimos directamente los años de la dictadura sabemos cómo es un Chile
aherrojado por botas y bayonetas. No queremos ello para nuestras actuales
juventudes. No deseamos la conculcación de las garantías constitucionales
ni un poder legislativo en manos de dos o tres oficiales de las fuerzas
armadas. Pero, el problema no está en la gente que profesa simpatías
políticas por la izquierda o por el centro, definitivamente el problema
se encuentra radicado en los corazones de la derecha económica y la
ultra derecha política. Es allí donde siempre –a lo largo
de nuestra Historia- se han fraguado sediciones, golpes de estado y
masacres como elementos “cristianos y patrióticos” que posibilitaron
contar con anuencia inefablemente ‘oficial’ para vender el país
a manos ambiciosas.
Salvo excepciones –como fue
la administración de Jorge Alessandri Rodríguez- la derecha no sabe
gobernar en democracia. Carece de equipos técnicos a lo largo del país,
equipos que por cierto deben poseer conocimientos acabados y experticia
positiva en los delicados asuntos públicos y fiscales. Sebastián Piñera
lo comprobó en estos catorce meses, ya que inició su gestión casi
con un dejo de desdén hacia el resto de la sociedad, pues afirmó –en
marzo del año 2010- que sus ministros y subsecretarios eran “la créme
de la créme’ del mundo profesional…muchos de ellos con maestrías
y doctorados obtenidos en casas de estudios del extranjero. A
poco andar, hubo de aceptar –en los hechos concretos- que su teoría
no tenía validez alguna, y debió llamar los políticos para que le
brindasen asesoría haciéndose cargo de las carteras ministeriales
más emblemáticas.
Fue entonces que la actual
derecha –la derecha fundamentalista y extemporánea que hoy funge
de oficialismo- se percató de cuán alejada se encuentra su ideología
economicista-clasista del corazón y amor del pueblo. Podríamos decir,
sin temor a equivocarnos, que al gobierno de Sebastián Piñera le tocó
bailar con la fea, ya que luego de 20 años de administraciones ejercidas
por los mayordomos del empresariado, la gente despertó y salió decidida
a ponerle coto a tanta injusticia, tanto robo, tanta mentira y tanta
brecha profunda entre una clase social y el resto.
Se equivocan quienes aseguran
que el de Piñera es el quinto gobierno de la Concertación, porque
a decir verdad los cuatro gobiernos que antecedieron al actual fueron
administraciones de la derecha, y bastaría recordar los nombres de
algunos ministros para confirmar el aserto, como por ejemplo Alejandro
Foxley, Eduardo Aninat, Andrés Velasco, Mónica Jiménez, Sergio Bitar,
Ricardo Lagos, Jaime Estévez, Edmundo Pérez Yoma, etc., demasiados
para también argumentar la hueca teoría del “caso aislado”.
Las declaraciones de Carlos
Larraín, Pablo Zalaquett, Pedro Cid (presidente UDI región de Atacama),
Ena von Baer, Tatiana Acuña (Consejo nacional de las artes y la cultura),
Ernesto Labbé, Alberto Cardemil, y otros conocidos representantes de
la coalición oficialista, son suficientemente claras en orden a entender
que una parte de la Derecha criolla está pensando que sólo la sedición
y el golpismo les permitirá echar a rodar las entelequias patronales
y antichilenas que sus bolsillos reclaman. En esta aventura sin destino
pareciera que los totalitarios de siempre cuentan hoy con el apoyo de
algunos sectores de la desprestigiada Concertación, la que habría
abandonado actividades propias de la mayordomía toda vez que ahora
se ha “matrimoniado” oficialmente con quienes fueron -en un pasado
cercano- enemigos más que adversarios.
La enorme, histórica e incluso
emotiva movilización llevada a cabo por miles de estudiantes, ha sacado
a la luz muchos de los arrebatos y características clasistas y vendepatria
de los grupos dominantes. Estos son conscientes de que en democracia,
con las actuales reglas del juego, a pesar de ser ellas nefastas
para la mayoría de los chilenos, les resulta ímprobo intentar la imposición
de nuevas leyes y normas atentatorias contra el bienestar nacional,
pero enriquecedoras económicamente para quienes gobiernan y para sus
patroncitos extranjeros. Esos grupos ya han concluido en afirmar que
la democracia no les sirve, no les permite hacer y deshacer. La democracia
–y lo han expresado en algunas reuniones- les obliga a llegar a acuerdos,
a ceder…y eso no sólo les desagrada…lo odian con todo sus fuerzas,
toda vez que les significa no sólo ‘humanizar’ sus negociados sino,
además, reunirse con el empleado y, peor aún, soportar críticas y
pullas públicas. En estas situaciones, están bien acompañados por
algunos sectores de la vieja Concertación, con los cuales son socios
en los pingües eventos financieros y especuladores que montaron en
conjunto a partir del año 1998.
arturoalejandro90@gmail.com