Son
numerosos los factores que durante las últimas décadas han determinado
el deterioro acelerado de la democracia estadounidense pero, al parecer,
lo que marca el momento crucial, el punto de no retorno, fue la
decisión, en enero 21 de 2010, de la Corte Suprema de Justicia
(“Citizens United v. Federal Election Commission”) que consideró inconstitucionales
las leyes que prohibían a las corporaciones contribuir a las campañas
políticas. No existen prácticamente barreras a partir de esta fecha para
que el dinero del gran capital fluya de manera creciente hacia la
elección o reelección de políticos que respondan a los intereses de la
élite económica del país.
La
decisión de la Corte Suprema dio lugar a la creación de “Super
Political Action Committees” (Super Comités de Acción Política)
conocidos como “Super PACs”, que pueden hacer gastos ilimitados con
fines políticos. Se revierte así más de un siglo de esfuerzos por
establecer toda una jurisprudencia tendente a frenar el poder corruptor
del dinero en la vida política estadounidense.
En
esta semana se presentó en el Senado un proyecto de ley (“Disclose
Act”) que trata de poner fin a los gastos secretos en las campañas
electorales. Esta ley exigiría que cualquier grupo que gaste diez mil
dólares o más en propaganda, o en cualquier otra actividad política, lo
informe a la Comisión Electoral Federal (FEC) dentro de las siguientes
24 horas. Igualmente deberá informar por cada diez mil dólares
adicionales que gaste.
A
pesar de que esta ley constituye solamente un paliativo y no va a la
raíz del problema que es sacar del proceso electoral el dinero de las
corporaciones, fue objeto ya del “filibuster” (filibusterismo), sucia
maniobra política, frecuente en el Senado, que consiste en obstruir la
aprobación de una ley mediante largos discursos y debates sobre asuntos
irrelevantes que prolongan indefinidamente las sesiones. El proyecto
análogo presentado en la Cámara hace aproximadamente un mes, confronta
igualmente férrea oposición. En 2010 fue derrotada en el Congreso una legislación similar.
El
poder actual de los Super PACs se manifestó en los resultados de las
primarias presidenciales republicanas. Refiriéndose a ellas, señaló el
senador Tom Udall (D-N.M.): “gana quien tiene la chequera más gruesa”, “es una verdadera subasta”.
Este
año, mucho más que nunca, el dinero es el dueño y señor absoluto del
proceso electoral. No hay duda de que se romperán todos los récords en
las contribuciones. Harold Simmons, por ejemplo, de la corporación
“Contran”, entregó 16 millones de dólares a super PACs que apoyan a Mit
Romney y a otros candidatos del Partido Republicano.
“Citizens
United” ofrece la oportunidad a determinadas personas de utilizar su
inmenso poder económico para obtener decisiva influencia en la política.
En junio de 2012, el Super PAC “Restore Our Future” (Restaurar Nuestro
Futuro) afiliado con la campaña presidencial de Mitt Romney, recaudó más
de U.S.$ 20 millones; la mitad de esa suma fue donada por el gran mogol
de los casinos de Las Vegas, Sheldon Adelson, uno de los hombres más
ricos de Estados Unidos y del mundo, quien ha declarado su intención de
donar U.S.$ 100 millones en la presente campaña electoral (1).
Cierto
es que, de un modo u otro, legal o ilegalmente, el dinero de las
corporaciones intervino siempre en todas las elecciones y en la
actuación de los funcionarios electos. La diferencia con la situación
actual es que los partidos políticos poseían el control fundamental de
los fondos de las campañas electorales. A partir de “Citizens United”
este control pasó rápidamente a manos de los Super PACs y, por
consiguiente, es con éstos (y menos cada vez con los partidos) con los
que la lealtad y los vínculos de los candidatos se establecen más
fuertemente. Además, ha aumentado el número de dígitos en el monto de
las donaciones y la decisión de la Corte Suprema confiere a todo este
viciado proceso un respaldo constitucional.
Una
desagradable consecuencia de la multiplicación de los Super PACs, es la
proliferación de propaganda negativa, no basada en hechos reales,
nauseabunda, transmitida a través de anuncios pagados que inundan los medios de información. De un 9% en 2008 esta basura electoral pasó a un 53% en 2012, o sea, un aumento de un 44% en un solo periodo (2).
De
acuerdo con datos de la Comisión Federal Electoral (FEC), en las
elecciones del año 2000 los PACs contribuyeron con 114,700,000 dólares;
en las de 2004 la cifra se elevó a $192,400,000; en las de 2008, y
todavía sin producirse la decisión de la Corte Suprema, saltó a
$1,208,124,481. En este año electoral 2012, en menos de siete meses, y
cuando la campaña no ha alcanzado todavía su etapa más candente, los
PACs han contribuido ya con cerca de un billón de dólares ($904,
076,249). Podemos calcular que al llegar el mes de noviembre la cifra
sobrepasará los dos billones de dólares.
Se ha señalado que “Citizens
United” contribuyó a crear un mundo en el cual los candidatos y los
partidos ya no tienen el control de sus propias campañas electorales y
donde una gran parte del dinero es gastado por empresarios y estrategas
políticos que no responden a institución alguna. Los candidatos “en gran
medida, son instrumentos de fuerzas volátiles fuera de su alcance”. (3)
Las
grandes cantidades de dinero de los Super PACs introducidas en el
proceso electoral, aumentan exorbitantemente los gastos de campaña. El
resultado inmediato y directo es la acentuación de la competencia entre
los candidatos y la dependencia cada vez mayor de éstos de las
donaciones de los Super PACs, creándose así un círculo vicioso en el
cual las corporaciones dictan las reglas del juego y el dinero desempeña
el papel protagónico.
Por
otra parte, la decisión de la Corte Suprema alteró el balance entre los
partidos de manera estructural y permanente a favor del Partido
Republicano, que concentra entre sus afiliados el mayor número de
multimillonarios y altos ejecutivos de las más poderosas corporaciones.
Sin embargo, aunque el dinero de los PACs fluye
principalmente en apoyo de los candidatos del Partido Republicano, los
del Partido Demócrata se favorecen también con cantidades nada
despreciables. Perrucci y Wysong (4) describen una creciente
“colonización” del Partido Demócrata por la clase dominante a través del
dinero inyectado en las campañas electorales. Según estos autores,
facilitó el proceso la toma del control del partido por el “Democratic
Leadership Council” (Consejo de Liderazgo Demócrata), fundado a mediados
de los ochenta y vinculado a grandes corporaciones. El alejamiento
gradual del Partido Demócrata de los intereses de las minorías, de los
inmigrantes y de la clase trabajadora no tendría causas ideológicas ni
demográficas sino, simplemente, sería un reflejo de la creciente
dependencia del dinero de las corporaciones.
En
estos momentos no es hipotético el caso de corporaciones que deciden, a
nivel estatal o local, gastar cientos de miles de dólares en el apoyo a
candidatos de su preferencia y en denigrar a los adversarios. Con
frecuencia estos últimos no tienen los medios suficientes para
contrarrestar las campañas negativas, mientras que los votantes sólo
tienen acceso a versiones ofrecidas por medios abrumadoramente
parcializados. Tampoco es hipotética la amenaza latente de un apoyo
masivo al aspirante opuesto y de una propaganda permanente y
destructora, si el funcionario electo no cumple con las agendas de las
corporaciones.
Me
pregunto qué puede restar de la democracia estadounidense si los Super
PACs dominan el panorama político actual y en ellos solamente están
representados los sectores de la población con mayores recursos
económicos.
Cualquier
corporación o millonario puede crear el PAC que se le antoje y torcer
el brazo de los políticos en favor de intereses especiales, pero las decenas de millones de pobres de Estados Unidos carecen de un PAC en Washington que defienda sus derechos.
En
medio de esta “danza de los millones”, Jonathan Soros, hijo del rey de
las finanzas George Soros, introduce una buena dosis de surrealismo con
su nuevo Super PAC “Friends of Democracy” (Amigos de la
Democracia),creado para, irónicamente, restar influencia a los Super
PACs, y anuncia que dedicará de 5 a 8 millones de dólares en propaganda
negativa contra los políticos que no apoyen la reforma del sistema
actual de financiamiento de las campañas electorales (5)(6). La reforma
pretende contraponer pequeñas donaciones de muchos ciudadanos a las
grandes donaciones de la élite corporativa.
¿Qué
cifra alcanzarán en el futuro las donaciones de los PACs, super PACs y
de los millonarios en forma individual? –Con toda seguridad, la
necesaria para que las corporaciones alcancen el dominio absoluto del
proceso electoral o, lo que es igual, hasta que la democracia
estadounidense no sea otra cosa que un sueño inalcanzable, un mito, un
papalote que tal vez quiso alcanzar el cielo y en el camino se fue a
bolina.
(1) Chris Moody: “GOP Super PAC receives major contributions from casino mogul Sheldon Adelson”, The Ticket, July 16, 2012.
(2) Stephen Wright: “2012 elections without Super PAC dabbling”, Examiner, July 12, 2012.
(3) Matt Bai: “How much has Citizens United changed the political game?, New York Times, July 17, 2012.
(4) Robert Perrucci y Earl Wysong: “The New Class Society”, Bowman and Littlefield Publ., 2008, p.160.
(5) Michael
D. Shear: “The Super PAC that aims to end Super PACs”, The Caucus (The
politics and government blog of The Times), July 17, 2012.
(6) Matea Gold: “George Soros’ son launches anti-big money’ Super PAC”, Los Angeles Times, July 19, 2012.
sccapote@yahoo.com