En la convención republicana un inesperado Clint Eastwood le echó un discurso a una silla vacia que simbolizaba al presidente Obama. Entre perplejos y atónitos le «cantó las cuarenta» a la silla-presidente por no cumplir sus promesas elctorales, entre ellas la de crear empleo y la de cerrar el campo de concentración de Guantánamo.
El «reproche» de Eastwood no sé cómo lo tomarían los presentes, sobre todo Romney, que jamás prometió (ni prometería) cerrar Guantánamo, y mucho menos se comprometería en cumplir algo que no fuesen ideas vagas sin ninguna concreción.
Que Obama no iba a cambiar nada en Estados Unidos (EUA) lo sabíamos todos. No se trataba sólo de cerrar Guantánamo sino de mantener relaciones con todos los Estados de igualdad y no de pleitesía.
En julio, Romney reprochó la postura de Obama con relación al presidente venezolano Hugo Chávez. Obama aseguraba que Chávez no representaba «una amenaza para Estados Unidos». «Es inquietante verlo restar importancia a la amenaza que representa para los intereses de Estados Unidos un régimen que abiertamente nos desea el mal» afirmó Romney.
Nunca con tan pocas palabras se podría definir a estos dos pájaros (Obama y Romney) y por ende a todos los presidentes gringos pasados y futuros. Por un lado el vecino siempre es (o deja de ser según les convenga) una amenaza; cuando son ellos los que inventan cualquier excusa (desde el hundimiento del Maine, pasando por el incidente del Golfo de Tonkin hasta las armas de destrucción masiva de Irak) para utilizar la violencia. ¿Quién es la amenaza? Y por otro la confesión de Romney de que EUA no tiene valores sino «intereses» que defienden mediante el uso de la agresión y la amenza militar permanente.
Mejor nos iría si saliese elegida, presidente de EUA, la silla vacia de Eastwood.
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