La historia reciente de nuestro país está llena de aleccionadoras páginas en las cuales el pueblo venezolano vivió en carne propia los desmanes, desidia y el terror cometidos por quienes para entonces eran dueños y señores. En los 50 fue el general Marcos Evangelista Pérez Jiménez quien con la tortura, la cárcel y la muerte enlutó a miles de hogares y aventó al exilio a otros tantos. En los 60, 70 y también en los 80 y 90 la cosa no fue diferente. La violación constitucional se convirtió en el pan de cada día y la violencia oficializada era la respuesta ante el reclamo popular. Ingratos recuerdos para miles de hogares que perdieron familiares en ese oscuro y tenebroso periodo de la cuarta república.
Por si fuera poco, también los primeros años del año 2000 forman parte de los pésimos recuerdos. Y para no ir muy lejos los protagonistas del golpe de estado, el paro petrolero y la seguidilla desestabilizadora que tantos daños ha causado a nuestra economía y a la estabilidad política son quienes hoy se presentan con su cara bien lavada a optar por la conducción del país. No es fácil olvidar la tenebrosa página de aquel 11 y 12 de abril que tuvo como uno de sus actores de primera línea a quien precisamente ahora es aspirante a la presidencia. Perseguidor y represor de pueblo, con el típico comportamiento del Pedro Estrada y la Seguridad Nacional de la dictadura perezjimenista. ¡Qué dios nos agarre confesados!
Este caballero y quienes lo acompañan le han hecho mucho daño a nuestro país. Han sido estandartes de la corrupción en sus niveles más deplorables. Nacieron de ella como organización partidista con un regalito de la PDVSA de los meritócratas y hasta hace pocas horas se les devela en ese afán de lucro pidiendo dinero “en efectivo”. No han podido ocultar su condición de pedigüeños y lambucios que venden su alma al diablo por un puñado de billetes. Es como dice nuestro presidente, por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote.
Hoy en el 2012 y con el liderazgo del Presidente Hugo Chávez, los venezolanos refirmamos cada día nuestro empeño en borrar el mapa de la desigualdad. Lo estamos logrando y el optimismo nos embarga con su segura reelección. Nuestro pueblo aprendió e diferenciar el bien del mal y a sabiendas de quienes son los violentos y caóticos, quiere asegurar un futuro de paz. Los camorreros y la corroña mediática serán aleccionados con el voto popular. Hoy más que nunca seguimos diciendo con el Che Guevara: “El presente es de lucha, el futuro nos pertenece”.
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