En esta nueva realidad venezolana se hace necesario pensar y discutir mucho el significado del resultado electoral y no apresurarse a sacar conclusiones equivocadas y/o paralizantes, o pensar que la solución es un viraje hacia el establishment o hacia una mayor cerrazón y dogmatismo.
Nicolás Maduro inicia este viernes 19 la etapa pos-Chávez, no del pos-chavismo, con un gran signo de interrogación: ¿se profundizará política y socialmente el proceso o se revertirá e institucionalizará, lo que significaría ceder a las presiones regresivas de la oposición y de Washington?
Maduro no es Chávez, pero en esta semana ha hecho gestos para que la credibilidad retorne a su persona, oscurecida por una campaña electoral sin lugar desatinada –no por culpa del candidato sino de sus asesores de imagen que lograron la pérdida de cientos de miles de votos-, anclada en el pasado.
No se puede olvidar que dentro del propio bolivarianismo hay sectores conservadores, decididos a seguir haciéndole concesiones al capitalismo y obviando el protagonismo popular y el poder comunal. Hasta ahora, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no ha sido una usina de ideas o planes para la construcción del socialismo, sino una (ni tan) aceitada maquinaria electoral.
Uno de los grandes desafíos es crear una nueva estrategia y nuevas tácticas mediáticas: ya no está ese gran comunicador que fue Chávez ni los Aló Presidente!, que eran el único medio en que la ciudadanía se enteraba de lo que pasaba, de una forma informativa, formativa y didáctica.
Se debe tomar impulso hacia el futuro y no estancarse en el recuerdo melancólico de Chávez (que parece que es lo que quiere la oposición) o el auto-panegírico de lo mucho realizado.
Hay que ser claros, informar (y decidir) con solidez, sin atropellos pero con decisión y audacia en relación a muchos temas claves, como la reconversión productiva, las demandas populares pendientes, los temas que el propio presidente Chávez identificó en su última reunión del Consejo de Ministros, en octubre, cuando pidió Un golpe de timón, exigiendo eficiencia, eficacia, combate a la corrupción y la construcción sin dilación del poder popular.
Este gobierno debe reafirmar la voluntad de escuchar al pueblo, su única garantía de fortaleza, en todas sus expresiones, crear los espacios de debate. Y por ello es también imprescindible, crear y aplicar una estrategia para sumar al proceso a sectores que si bien no son de derecha, no están incorporados a las filas bolivarianas o se han desafectado de ellas.
Hay temas por demás importantes que necesitan de definiciones precisas, como el de la salida de capitales, los manejos económicos, financieros y cambiarios, el combate a la inflación, el fortalecimiento del rol de Venezuela en la integración latinoamericana, la multiplicación del impulso a la educación pública, la ampliación de los derechos civiles y sociales –incluyendo el matrimonio igualitario, el rol de la mujer-, la seguridad, entre otros muchos desafíos nacionales.
Es cierto que la economía venezolana atraviesa por problemas coyunturales y estructurales que la han acompañado desde que se inició el agotamiento del modelo de acumulación predominante hasta mediados de los años setenta.
La oposición y sus financistas internacionales está montada en una campaña de inteligencia y desestabilización económica, de división y del aparato y de los cuadros chavistas, de forma de terminar con la participación popular, quizá con la excusa del pragmatismo, de “lo posible”, de “la vulgaridad del pueblo” y, ahora también, de la escasa diferencia de votos.
Máxime cuando –en una estrategia de cuarta generación- se divulgan en la prensa internacional supuestos trabajos de asesores de Maduro (1), con diagnósticos catastróficos, recetas neoliberales y planes muy similares a los expuestos por el breve dictador Pedro Carmona en abril de hace once años, elaborados, entonces, por gente del Banco Mundial y asesores de la banca trasnacional, entre ellos del Bank of America.
El tema de la integración latinoamericano-caribeña debe ser la ratificación de la bandera exterior venezolana (junto con la del multilateralismo), sobre todo cuando en dos meses Venezuela asume la Presidencia pro témpore (por primera vez) del Mercosur, y hay muchas expectativas sobre el impulso que desde allí se le puede dar al proceso, como lo vienen trabajando los negociadores venezolanos.
Es muy importante observar que la derecha, a nivel mundial, en el marco de una crisis capitalista que no se supera y corroe sociedades, ya no tiene proyecto y lo único que trata es de copar el Estado. La derecha vernácula no tiene nada que ofrecer, sino confundir e intentar paralizar el país. De allí la significación que las campañas del gobierno sean patrióticas (a pesar que a muchos le moleste el término) para defender la producción, el trabajo, la dignidad, la democracia y el futuro de Venezuela contra quienes quieran atacarla y vulnerarla
En frente estarán quienes quieren desarticularla, rematarla a los dictados de mercados, especuladores y evasores de capitales y hacerla retroceder, a la manera de lo hacen los gobiernos y partidos en el mundo que apoyan a Capriles Radonski en sus países y en sus intervenciones irrespetuosas en los asuntos de Venezuela, para que todo se festeje en Miami , Washington y organismos multilaterales y se haga un botín del patrimonio y los recursos naturales venezolanos, y los derechos populares y democráticos conquistados en los últimos años.
Hay que hacer, crear, inventar y bregar para seguir construyendo esa sociedad socialista, edificio del cual Hugo Chávez ya puso los cimientos. No se debe ni puede quedarse sólo en el recuerdo, la nostalgia, o el discurso exaltador:
Esa será la mejor forma también de recordar y reconocer lo mucho que generó hacia la vida y el futuro este hombre extraordinario que fue Chávez, abriendo sendas, construyendo caminos. La valentía está en plantearse el futuro sin su presencia física y fijar metas, administrar recursos y poner responsabilidades concretas para que se lleven a cabo y todo no quede en lo discursivo y enunciativo.
El punto de partida es el programa de gobierno que presentó Chávez en su última elección de octubre. El tiempo no es neutro. En un momento de confusión como éste, las ideas,el trabajo y el protagonismo popular pueden y deben marcar la diferencia entre la esperanza y la decepción.
NOTA: