Si de algo debería estar curada la República Bolivariana de Venezuela es de los desaires reiterados y de la hipocresía que ha caracterizado, desde siempre, a la diplomacia colombiana; que no es otra sino la misma que practican todas las oligarquías del mundo, cuando de la defensa de sus intereses se trata.
Por ello no resulta nada extraño, ni tampoco un síntoma que pudiera sorprendernos, el comportamiento del gobierno colombiano representado actualmente por el Presidente Juan Manuel Santos; hijo natural de la más rancia burguesía neogranadina y heredero junto a Álvaro Uribe Vélez del legado de Francisco de Paula Santander.
Y como lo hemos reiterado en otras oportunidades, las oligarquías tienen sus propios códigos y por eso no tiene nada de raro que Santos recibiera (aunque no haya sido en el Palacio y en manga de camisa) al ex candidato perdedor de las pasadas elecciones de Venezuela, Henrrique Capriles Radonski.
Si bien es cierto, el ex candidato Capriles sólo pertenece a una mediana oligarquía en Venezuela, no pudiéramos calificarlo como representante de la “alta oligarquía”; sino más bien un mediano burgués, títere del imperialismo norteamericano. Es decir, el amo al cual le rinde culto también los oligarcas bogotanos y le abren las puertas de su país a cambio de algo más que un plato de lentejas.
Si somos sinceros, a pesar del desaire propinado al gobierno del Presidente Nicolás Maduro, en los últimos días, por el parlamento y el Presidente Santos; no todos son oligarcas en Colombia.
En el vecino país existe un pueblo laborioso y combativo que ha demostrado incluso con las armas, defender los verdaderos intereses y el legado del Padre de la Patria Simón Bolívar. Allí, en la Colombia profunda (como lo decía con frecuencia el Comandante Hugo Chávez) está un pueblo explotado y pisoteado por la oligarquía, el cual siempre ha querido la paz; pero que a su vez, ha sido traicionado una y mil veces por sus gobernantes.
Las burlas y las amenazas del gobierno de Colombia se hacen interminables y si revisamos la historia o las cartas de “El Libertador”, veremos como los llamados a la unión y a la concordia en tiempos de la guerra de la independencia eran reiterados.
En la historia más reciente, teniendo como protagonista a nuestro “Comandante Supremo” Hugo Chávez Frías, las faltas de respeto e irreverencia por parte del gobierno colombiano son de antología. Cuando Álvaro Uribe se burlaba, su cinismo era recurrente. Se lograron interrumpir por varias ocasiones, las relaciones comerciales y diplomáticas con Colombia.
Igual ocurrió cuando el Ejército de Colombia invadió el suelo ecuatoriano, en persecución de las guerrillas de las FARC. El Comandante Chávez fue paciente y tolerante con Uribe, a pesar de su odio y rencor por Venezuela. Luego vendrían las bases norteamericanas autorizadas por el ex presidente Uribe Vélez a través de su ministro de la Defensa, el actual Presidente Juan Manuel Santos.
Al ganar las elecciones Santos, inmediatamente cambio la estrategia al ver como se incrementaron las perdidas para los empresarios colombianos, reflejada en dólares y fue así cuando dijo - Ahora soy para Chávez “su nuevo y mejor amigo”. Luego hablaría de “no descarrilarnos” y vendrían nuevas declaraciones; esta vez apuntaladas por las bellas y espigadas damas, quienes siempre han adornado y manejado la diplomacia colombiana.
Con la reciente visita del vicepresidente norteamericano Joseph Biden a Colombia, la alfombra roja marcó la pauta. La búsqueda de un frente contra la Revolución Bolivariana estuvo presente y se oyeron consejos a los países del Pacifico; entre ellos, México, Perú, Chile y desde luego Colombia.
Muy a pesar de que ahora, ante la valiente postura del Presidente Nicolás Maduro y del canciller Elías Jagua, el presidente colombiano Santos “niega cualquier acto de desestabilización hacia Venezuela”, esta conducta no podría ser ignorada por el Palacio de Nariño.
El gobierno de Colombia siempre ha estado bien informado a través de su embajador en Venezuela. La presencia de políticos apátridas y fascistas en suelo colombiano y su recibimiento por el Primer Mandatario neogranadino y el parlamento, representan una bofetada a las excelentes relaciones cultivadas con tesón, por el espíritu de amor y de paz del Comandante Hugo Chávez.
Ahora la pelota queda de nuevo en manos de la diplomacia oligárquica colombiana y de la sonrisa de una dama; quien como si nada hubiese pasado, habla de no querer nada con la diplomacia del micrófono…
¡Ya basta, la Patria de Bolívar se respeta!.