Aquel 11 de septiembre de 1973 nos llenó de tristeza y frustración. El Pentágono, la ITT, poderosa empresa comunicacional gringa y la derecha chilena, habían logrado su objetivo, tumbar al gobierno democrático de Salvador Allende.
Pero lograron más, se llevaron la vida del compañero “Don Chicho”, introdujeron una dictadura fascista, liderada por un vulgar gorila que resultó además de asesino y torturador, llamado Augusto Pinochet. De esa manera no sólo alcanzaron que la derecha regresara al gobierno, bajo su versión más brutal y reaccionaria, un régimen con disposición a destruir el movimiento popular chileno el cual había crecido y fortalecido bajo el gobierno popular derrocado. Vuelta la legalidad burguesa a Chile, las fuerzas revolucionarias quedaron diezmadas y el Partido Socialista, el de Allende, en manos del sector más conservador.
No le bastaba al capital internacional y sus secuaces, la derecha toda, cambiar de gobierno, requerían generar condiciones para imponer el proyecto de capitalismo neoliberal y salvaje, bajo los dictados del FMI, dirigido fundamentalmente a explotar al máximo a los trabajadores y restarle a los pobres beneficios alcanzados bajo la dirección del líder socialista.
Para favorecer los propósitos golpistas, previamente se desarrolló un plan similar al que ahora está en marcha en Venezuela.
El acaparamiento de alimentos y productos de primera necesidad fue una de las acciones preliminares del golpismo, aunada a actos de sabotaje en todos los frentes. La ITT y la CIA, llegaron hasta pagarle extra a los camioneros que transportaban productos de la cesta básica para no cumpliesen su labor y de esa manera contribuir a desatar desesperación y descontento. Los medios de comunicación, con el diario “El Mercurio” al frente, se encargaron de elaborar un falso panorama aterrador del país dentro y fuera del mismo.
Una tarde de septiembre, hace 40 años, las lágrimas corrieron por nuestras mejillas, al saber que habían derrocado al gobierno popular y de la muerte de un demócrata, revolucionario, de la entereza y firmeza de Salvador Allende, quien intentaba cambiar la sociedad chilena por la vía pacífica y con el concurso y participación popular.
De lo sucedido en Chile uno puede sacar muchas enseñanzas. Allí hubo un golpe militar sin mayores dificultades, porque el ejército en gran medida o en mucha, operaba bajo el formato de la derecha, comandado por oficiales reaccionarios en su gran mayoría, vinculados a las clases dominantes y las enseñanzas de los mandos militares gringos. Sectores de la oposición, por razones diferentes, como el partido socialcristiano, creyeron que bastaba tumbar a Allende para volver a la normalidad y legalidad, mediante una pronta convocatoria a elecciones. En la izquierda no hubo capacidad para entender la coyuntura y encontrar acuerdos sobre asuntos del programa y los procedimientos, lo que generó una gran confrontación y disparidad en el frente revolucionario que favoreció y hasta estimuló al golpismo.
En la Venezuela de hoy, al capital internacional, por todos los intereses en juego, no le satisface sólo sacar al “chavismo” – lo decimos así para simplificar el asunto- del gobierno. Como no fue suficiente la salida de Hugo Chávez del escenario. La oposición, esta que ahora tenemos, en Miraflores y aún con mayoría en la Asamblea Nacional, no dispone de la unidad de criterio necesaria para impulsar cambios que satisfagan a la derecha y anular lo que el gobierno revolucionario ha hecho en favor del pueblo y los intereses nacionales. ¿Cómo esperar que ella se acuerde en privatizar a PDVSA, por sólo citar un caso emblemático y aspiración fundamental del capital y la derecha?
No es arriesgado suponer que podría llegar el momento, en aquellas hipotéticas circunstancias, en que se produzcan acercamientos entre parte ahora opositora, en nuestro supuesto en el gobierno, y el frente chavista. El ejemplo que hemos citado, relacionado con la empresa petrolera es uno entre tantos. Eso bien lo sabe la oposición toda y quienes desde las alturas manejan los tinglados. Justamente, Chile enseñó eso a todos. Como que Pinochet, llegado el momento, tuvo que llevarse por delante a quienes le apoyaron para que diese el golpe.
Pero también, la historia reciente de Nicaragua, es una fuente de enseñanzas. Cuando el Frente Sandinista salió del gobierno, habiéndole ganado la señora Chamorro las elecciones a Daniel Ortega, entre otras razones por el desgaste ocasionado por factores nacionales e internacionales del capital, quedó intacto el ejército que había bajado de las montañas para derrotar al agente de Estados Unidos, Anastasio Somoza. Vuelto el sandinismo y Daniel Ortega al gobierno, sus enemigos no han podido promover alzamientos ni asestar otro golpe de estado, como sí lo hicieron en Honduras.
En Venezuela, nuestro ejército tiene otra actitud. Aparte del origen humilde de sus integrantes, en su gran mayoría comparte los ideales del bolivarianismo y del propio presidente Chávez. Además, existe una milicia popular bastante numerosa con la misma formación y aspiraciones. De manera que esta circunstancia, también pesaría ante un gobierno de derecha en el momento de tomar decisiones contra los intereses nacionales y pensando en lo pueda suceder en el futuro. En este momento podemos recordar el caso Nicaragua.
Además de eso, el chavismo es una fuerza de grandes dimensiones y combatividad. La primera condición le garantiza, en cualquier escenario, una respetable representación en la Asamblea Nacional y distintos órganos del poder.
Por eso, lo ideal para la derecha y el gran capital, sería buscar una salida que les permita resolver esas contradicciones y eliminar esas piedras.
Un amigo cree que la propuesta de la derecha destinada a llamar a una nueva constituyente apunta en el sentido de encontrar salidas a aquél hipotético escenario. A nuestro parecer, en ese evento, aflorarían las mismas contradicciones y dificultades de las que hemos hablado.
Todo lo anterior, nos lleva a concluir que el capital, el Pentágono y el sionismo, mantendrán en vigencia su plan, B,C o D, destinado a buscar la forma de desintegrar la nación venezolana o crear un caos, porque en “río revuelto, ganancia de pescadores” o mejor de fascistas. Porque “si a ver vamos”, como solemos decir los venezolanos, en nuestro asunto, los gringos tampoco las tienen “papita”. El caso Sirio es un ejemplo sustancial y revelador.
De lo anterior, uno también concluye que el movimiento popular, el PSUV, el GPP y el gobierno, éste en primera instancia, deben velar por mantener la unidad, lo que implica elaborar políticas acertadas, atendiendo el “Plan de la Patria”, ejercer el gobierno con eficiencia y respetando el derecho de todos a la participación, no sólo porque lo demanda la constitución misma y los principios socialistas, sino también por la supervivencia.