García Márquez y el narcotráfico

¡Cuando florezcan las Amapolas!

        La historia enseña que en la división mundial del trabajo, cada país o región ha cumplido ciclos: del oro, azúcar, café, caucho, petróleo y otros. Durante cada uno de estos ciclos, una nación o región se dedica en forma exclusiva al monocultivo o mono explotación de un producto. América Latina ha estado íntimamente ligada a ese pasado económico, origen de la miseria de la población según lo anotara Josué de Castro, más recientemente Eduardo Galeano y otros autores. Hace algunos años comenzó el ciclo de la cocaína y en la medida que la producción creció y conquistó mercados, apareció la división del trabajo: Bolivia y Perú producen la hoja de coca y preparan la materia prima (pasta de coca); Colombia, refina la materia prima, obtiene la cocaína y dirige el mercado, en lo cual ha demostrado gran capacidad, audacia, sagacidad, astucia, no sin motivo Medellín y Cali son las “citis” del cartel; pero, en la cadena faltaba un eslabón (puente o autopista) y en Sudamérica, Venezuela presenta ventajas frente a otras repúblicas: primero, es limítrofe con los centros de producción; segundo, setenta años de entrenamiento en el manejo de los dólares provenientes del petróleo desarrolló niveles de corrupción como en ningún otro país de la región (Recadi, Sierra Nevada, Bandagro, BTV, contratos de armamento, partida secreta, y muchos más); tercero, la rapiña por la riqueza petrolera puso en manos de un privilegiado sector: yates, avionetas, automóviles de lujo, o sea, todo un sistema de transporte sofisticado, apto para actividades ilícitas en la cuenca del Caribe y más allá; por último, el saqueo “democrático” del país, llevó a la pobreza al 80 % de la población, caldo de cultivo apropiado para formar el ejército de “mulas” hacia los centros de acopio.

        El último eslabón lo forman los países industrializados en donde están los centros de consumo que aportan el capital, en tanto la gran banca internacional, garantiza la circulación de la inmensa masa de dinero (lavado de dólares). El cuadro queda completo. Surgen las repúblicas narco democráticas (1). En el caso venezolano, los dólares petroleros son muy parecidos a los del narcotráfico: ambos tienen origen trágico. El petróleo encarna la tragedia del medio ambiente; la droga, la tragedia psíquica del hombre. Desde el punto de vista del daño que causan ¿qué diferencia hay entre ser país petrolero o ser país cocainero?

        Del chantaje por la amenaza comunista se pasó al chantaje por el tráfico de drogas. Uno u otro, persiguen el mismo fin, amedrentar, aterrorizar. Durante 500 años los pueblos de América han sido víctimas de la agresión: primero, por el imperialismo español y en sucesión interminable, el imperialismo inglés, francés, holandés y yanqui. Bloqueos, saqueos, genocidio. La poetisa chilena y premio Nobel de literatura 1945, Gabriela Mistral, expresó elocuentemente el sentimiento de repudio:

“En América Latina además de nuestro bello idioma, lo que más nos une es el odio contra los Estados Unidos.”     

        Ni la plata del Cerro Potosí, ni el estaño, cobre, petróleo, café, banano y demás riquezas extraídas del suelo americano han servido para financiar el desarrollo de nuestros países. Esas riquezas arrancadas por la rapiña, han servido para la acumulación capitalista de Europa y los Estados Unidos.

        En exigir mejores precios para los productos y materias primas: café, banano, azúcar, petróleo, se nos ha ido el tiempo. Hasta que llegó la cocaína - actividad que en cierta forma escapa al dominio de las transnacionales - mantiene buen precio, no hay que discutirlo y con su caudal de dólares, comenzó a financiar el desarrollo clandestino de pueblos y ciudades latinoamericanas. Basta salir a la calle para escuchar el trepidar de una inexplicable, pujante economía, en países arruinados por la acción de los malos gobiernos, la deuda externa y el neoliberalismo como política del Fondo Monetario Internacional. El empobrecimiento y ruina impuestos durante años, halló respuesta en el narcotráfico o el comercio que se financia con el “lavado de dólares”.

        Al igual que el copal en la cultura Azteca y Maya, la hoja de coca pertenece a ritos y creencias milenarias de las culturas indígenas andinas, extendidas por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Sin proponérselo, esas culturas que durante 500 años han sido aplastadas, apaleadas, invisibilizadas, borradas de la faz de la tierra, encontraron en la hoja de coca la propia revancha y la de los países a que pertenecen.

        La hoja de coca, el peyote y demás sustancias alucinógenas usadas, durante milenios, por los aborígenes americanos, nunca constituyeron un problema social. Es a partir del momento en que los países industrializados aportan los elementos químicos, indispensables para la elaboración de la cocaína, cuando el consumo se convierte en problema social. En el momento que los toneles de tíner, acetonas, bicarbonato de sodio y demás sustancias son transportadas desde las industrias químicas de Europa y Estados Unidos, en barcos, aviones, camiones, lanchas, hasta la selva intrincada, en donde están los laboratorios que procesan la pasta de coca para obtener la cocaína, es cuando comienza el viacrucis de nuestros pueblos. ¿Cómo entender que en tan largo recorrido esos toneles con sustancias químicas, difíciles de ocultar por su tamaño, no sean detectadas por la impenetrable, estricta vigilancia y controles fronterizos? ¿Por qué es delito producir hoja de coca y no lo es producir las sustancias químicas que transforman la hoja de coca en cocaína? ¿Por qué se prohíbe el cultivo de la hoja de coca, actividad de campesinos pobres, y no, la fabricación de las sustancias químicas, actividad de grandes empresarios? ¿Por qué se destruyen los cultivos de coca, los fumigan con herbicidas, persiguen y reprimen a los campesinos que realizan la actividad en Bolivia, Perú, Colombia, pero, no se ha oído que una industria química en Europa o Estados Unidos haya sido cerrada - fumigada - y encarcelados los fabricantes de esas sustancias que hacen posible la cocaína? ¿Cuándo va a comenzar la fumigación de los cultivos de caña de azúcar que sirve de materia prima para fabricar ron y otras bebidas alcohólicas? ¿Acaso, quemar el diván soluciona las infidelidades en el matrimonio de una pareja?

        Convertida en importante producto de exportación de América Latina, la cocaína trae divisas que generan desarrollo económico. Pero además, sirve para vengar  500 años de agresiones, sembrando en las mentes de los agresores, alucinaciones y fantasías, similares a las que padecieron los ambiciosos buscadores de El Dorado. La cocaína en cierta forma, democratiza la distribución de la riqueza.

        El denodado esfuerzo de centenares de miles de latinoamericanos envueltos en el tráfico de drogas, no debe quedar baldío, debe tener una finalidad. Las guerras obedecen a una filosofía y esto del narcotráfico es una guerra. Los indígenas, los campesinos que cultivan la hoja de coca; los obreros y técnicos que laboran en los laboratorios clandestinos; los transportistas y traficantes; así como policías y funcionarios que los persiguen, reprimen y combaten; todos por igual, alineados en uno u otro bando, entregan la cuota de “sangre, sudor y lágrimas” en una guerra sin sentido, una guerra con la moral de quienes la imponen. Si a ver vamos, ¿Qué ocasiona más daños a la humanidad: la cocaína o la industria armamentista con su mensaje de destrucción y muerte? ¿La cocaína y demás sustancias alucinógenas o la industria petrolera con sus 400 mil subproductos que contaminan el medio ambiente y matan la vida del planeta? ¿Qué diferencia hay entre el obrero que trabaja en el laboratorio de cocaína y el obrero que trabaja en la industria armamentista? Para el obrero de la industria armamentista lo más importante es conservar el empleo, ganar buen salario, obtener el máximo rendimiento en la fábrica y que su trabajo resulte muy efectivo, ¡muy destructivo! ¿Esos obreros de la industria armamentista sienten acaso remordimiento por el mensaje de muerte que permanentemente lanzan contra otros pueblos en todo el mundo? ¿Sintieron remordimiento o expresaron alguna solidaridad con el pueblo vietnamita durante los años de la guerra genocida? La primera industria de los Estados Unidos es el armamentismo, es su mejor negocio y, cuantas más guerras estallen en cualquier región del planeta, tanto mejor para la industria armamentista de Europa y los Estados Unidos.

        La explicación a esta forma de ver o entender las cosas, está en la doble moral de las jerarquías que figuran al frente de esta sociedad y consideran delincuencial, criminal, vergonzoso, el tráfico de drogas, pero, absolutamente legal y hasta honroso, el tráfico de armas de los “perros de la guerra”. Bajo esa doble moral, tampoco les resulta criminal el desarrollo incontrolado de la industria que destruye la capa de ozono, vital para la pervivencia o perpetuación de la especie en el planeta; que contamina todo cuanto toca; destruye el ambiente y lo convierte en basurero y depósito de chatarra; que provoca la muerte o la incapacidad física de miles de personas en todo el mundo por accidentes de tránsito. Esa demoledora, indetenible destrucción del planeta y vidas humanas la ocasiona la industria petrolera y su hermana siamesa, la industria automovilística.

        Mientras nuestros pueblos soportan o encaran la crueldad de la guerra de la cocaína, en los países industrializados, con Estados Unidos a la cabeza, sus nacionales, “gozan un puyero”, disfrutan de sueños, alucinaciones, fantasías. ¿Qué malo hay en la cocaína que no esté presente también en la numerosa familia de alucinógenos fabricados en sus laboratorios? (efedrina, LSD, éxtasis), ¿Será un problema de competencia? ¡Dumping! ¿Qué diferencia existe - ya en el terreno estrictamente mental - entre el veneno que fabrica Hollywood y la cocaína? En este tráfico, el intercambio resulta equitativo: enlatados televisivos por cocaína.

        En el fondo del problema subyace una razón, una especie de norma de la conducta humana: lo prohibido seduce, atrae, fascina, cautiva. La historia está llena de prohibiciones que condujeron a enfrentamientos. La moral y buenas costumbres se sustentan en prohibiciones, en inculcar el temor para imponer ciertos comportamientos. Las religiones imponen a sus feligreses prohibiciones, cual más interesante. Por ejemplo, una religión obliga al “tape”, las mujeres deben usar velo para cubrir el rostro; otra religión obliga al “destape”, los hombres no deben usar condón en las relaciones sexuales. Estas y todas las prohibiciones se sustentan en el temor al castigo, que puede ser, aquí, o en la supuesta vida eterna.

        Podemos ilustrar con unos ejemplos la historia de las prohibiciones. Según el cuento bíblico, conocido por la mayoría, la cuestión comenzó por la manzana en el paraíso de Adán y Eva. Dios prohibió comer manzana y amenazó con el castigo. Vino el desacato. Se produjo el castigo que sirvió a las religiones para convertir a la mujer en objeto o instrumento de pecado y el “parirás con dolor”, prédica misógina, cuna del más arraigado de los antifeminismos. Sobre el consumo de la infusión preparada con granos de café molido, también cayó la prohibición. A la raza negra se le prohibió usar los mismos servicios públicos que utilizaba el blanco. La famosa “ley seca” o prohibición de consumo de bebidas alcohólicas de la década de los años veinte en los Estados Unidos, sirvió para fortalecer las “famosas” bandas de gánster en Chicago y otras ciudades. En los casos citados, las prohibiciones terminaron en legalizaciones. Así ocurrió con la prohibición de comer manzanas, ni dios pudo mantenerla. Terminó la prohibición de consumo de café, de consumo de bebidas alcohólicas, de la discriminación racial. Los protagonistas de estos diferentes enfrentamientos, a lo largo y ancho de la historia, se convirtieron en personajes famosos, desde Eva a Al Capone, pasando por Cleopatra, Lucrecia, Mesalina, La Magdalena… con sus respectivos expendios de manzana; hasta Martin Luther King o Mandela (discriminación, apartheid). Sin olvidar los borrachos famosos, desde el patriarca Noé a Alcohólicos Anónimos. Otro tanto ocurrió con la lectura de libros prohibidos - el Índice del Santo Oficio - que era el mejor incentivo de atracción y seducción hacia esas lecturas. Recuerdo que en la juventud leíamos con mayor curiosidad los libros de Vargas Vila, autor prohibido, que otros autores clásicos y famosos: Miranda, Bolívar, San Martín. Autores y librepensadores abrevaron sus conocimientos en los libros prohibidos de los enciclopedistas, filósofos que con sus ideas alumbraron la Revolución Americana. Más recientemente ocurrió igual con los autores marxistas, también prohibida su lectura. Los ayatollas iraníes sentenciaron a muerte a Salman  Rushide, prohibieron su libro, como resultado, el libraco se convirtió en éxito editorial. Sin la prohibición hubiera pasado desapercibido, olvidado en las estanterías de las librerías, agujereado por las polillas que se hubieran dado un banquete en ese manjar de bagatelas. En esta larga lista de prohibiciones, entran los gay (maricos) y la libertad de la mujer para abortar o parir si le da la gana. Se alega que el aborto es un crimen contra la vida. ¿Qué clase de crimen es la muerte de millones de mujeres, anualmente, en todo el mundo, por hacerse abortos sin las normas de asepsia y técnicas médicas? En el ámbito mundial, uno de cada cuatro embarazos termina en aborto. Con el aborto clínico muere un huevo, pero se salva una mujer que ya tiene un puesto en la sociedad. No se trata de estar de acuerdo o no, por cuanto en otro ámbito, la Humanidad padece por el crecimiento demográfico. La prohibición contra el aborto ya se transformó en legalización en más de la mitad de los países. La prohibición se mantiene en los países donde la concepción teológica de la moral, persiste sobre la realidad social (Venezuela).

        Los gobiernos de Bolivia, Perú, Colombia han denunciado y reconocido la inutilidad de la lucha contra el tráfico de cocaína. Perú exportó en 1993, seiscientos mil kilogramos de cocaína; sólo el 10 % logra ser incautado por los organismos policiales. Para Colombia, el narcotráfico significa una cifra superior a los diez mil millones de dólares anuales que ingresan a su territorio. A escala mundial significa más de quinientos mil millones de dólares. Pueblos y ciudades de Venezuela, sacudidos por la mayor crisis económica de su historia se ven pujantes. Es una realidad que está a la vista, no necesita lupa y no tiene explicación de acuerdo a los índices económicos del país.

        Tomando en consideración estas realidades y el sacrificio que significa sufrir esta guerra los países latinoamericanos en pérdida de vidas humanas y daños materiales; un grupo de intelectuales, con el novelista y premio Nobel, Gabriel García Márquez, a la cabeza, firmaron el “Manifiesto de Legalización de las Drogas” (1993), una fórmula para mitigar el conflicto. A continuación el texto del Manifiesto:

“La prohibición ha hecho más atractivo y fructífero el negocio de la droga y fomenta la criminalidad y la corrupción a todos los niveles.

“Sin embargo, los Estados Unidos se comportan como si no lo supieran. Colombia, con sus escasos recursos y sus millares de muertos, ha exterminado numerosas bandas y sus cárceles están repletas de delincuentes de la droga. Por lo menos cuatro capos de los más grandes están presos y el más grande de todos se encuentra acorralado.

“En Estados Unidos, en cambio, se abastecen a diario y sin problemas 20 millones de adictos, lo cual solo es posible con redes de comercialización y distribución internas  muchísimo más grandes y eficientes.

“Puestas así las cosas, la polémica sobre la droga no debería seguir atascada entre la guerra y la libertad, sino agarrar de una vez el toro por los cuernos y centrarse en los diversos modos posibles de administrar la legalización.

“Es decir, poner término a la guerra interesada, perniciosa e inútil que nos han impuesto los países consumidores y afrontar el problema de la droga en el mundo como un asunto primordial de naturaleza ética y de carácter político, que solo puede definirse con un acuerdo con los Estados Unidos en primera línea.

“Y por supuesto, con compromisos serios de los países consumidores para con los países productores. Pues no sería justo, aunque sí muy probable, que quienes sufrimos las consecuencias terribles de la guerra nos quedamos después sin los beneficios de la paz. Es decir: que nos suceda lo que a Nicaragua, que en la guerra era la primera prioridad mundial y en la paz ha pasado a ser la última” (2)

        La legalización del tráfico y consumo de drogas o “despenalización”, es cuestión de tiempo. Algunos países ya dan pasos efectivos en tal sentido y hacen concesiones en sus legislaciones (Holanda, Uruguay). En definitiva, el consumo de cigarrillo (cáncer), el consumo de alcohol (alcoholismo), el consumo de drogas alucinógenas (trastornos mentales), el sexo promiscuo (SIDA), el aborto clandestino (muerte o daños físicos irreversibles), el consumo de azúcar (diabetes), el de sal (hipertensión), y el de grasas saturadas (colesterol), caer en el uso o abuso de estas sustancias o cualquiera de estos vicios o prácticas forma parte de la libertad del individuo. Forma parte de la libertad de la persona para hacer de su vida lo que mejor le parezca, forma parte del libre albedrío.

        ¿Cómo queda la campaña orgásmica contra el tráfico o consumo de drogas al que están sometidos nuestros pueblos, cuando la legalización se convierta en norma universal?

        Los militares, generales, ministros, capos, curas, monjas, agentes policiales, traficantes, “mulas”, cultivadores de coca o amapola, obreros y técnicos de los laboratorios clandestinos que perdieron: vida, esfuerzos, iniciativas, purgan sentencias carcelarias o pasaron por calamidades sin cuento para llevar solaz, sueños, ilusiones, a los consumidores ¿Cómo serán mirados o recordados el día que la legalización ocurra? ¿De prófugos, delincuentes y discriminados, pasarán a ser qué? ¿Próceres o héroes de la lucha por el tráfico de drogas? Para el filósofo Spinoza (1632-1677):

“Lo que no puede prohibirse debe necesariamente que ser permitido, aunque en ocasiones esto origine daños.”      

        ¡Ojalá! no florezcan las amapolas.

        Durante los días que han seguido al fallecimiento de Gabriel García Márquez, hemos oído que se tocan diversidad de temas referidos a su obra de prolífico escritor. La efusión de opiniones se mueve en el péndulo de los aciertos y las exageraciones. Pero, nos ha llamado la atención que en ningún comentario- de los muchos que hemos podido oír - ninguno hace alusión a esa faceta de su vida, la participación en la lucha contra el flagelo más terrible que padecen nuestros pueblos, el narcotráfico, como imposición del dominio imperialista.

       Por el desmoronamiento de la Unión Soviética, desaparece el pretexto del anticomunismo. Para remplazarlo, de inmediato, se inventó la lucha contra el narcotráfico y como si esto fuera poco, se complementó con la lucha contra el terrorismo – para ello fue necesario derribar las torres gemelas de Nueva York.

        En ese cedazo inventado por el imperialismo para sembrar el temor y el terror (narco paramilitarismo), han sido cernidos nuestros pueblos durante los últimos veinte años. El macartismo anticomunista, fue sustituido por el antiterrorismo y el narcotráfico. El fin (dominio imperialista) justifica los medios.

Notas.-

  (1).-León Moraria.  “Repúblicas Narco democráticas”. Diario La Nación. San Cristóbal 22-07-93.

 

(2).-Manifiesto de Legalización de las Drogas. Tomado de la Revista Cambio 16. Nº 1150. 16-12-93.



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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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