La alienación y los instrumentos de los imperios

El fundamento de los imperios, una vez conquistados los pueblos o en plan de ocupación, es propiciar la pérdida de la personalidad, o de la identidad, o de extirpar las ideas propias o del colectivo sojuzgado. Para el logro de tal objetivo, es decir, influir sobre la personalidad de los individuos y la dominación completa, los imperios se valen de diversos medios o instrumentos. Si investigamos en los albañales de la historia es fácil encontrar numerosos ejemplos de estas infames prácticas imperialistas.

La mayoría de las personas conocen a través de las películas de Hollywood a Cleopatra (69 a.C - 30 a.C), la reina de Egipto. Estos filmes nos venden la imagen de una mujer díscola, una meretriz caza fortunas, quien usó su sensualidad para conquistar en un principio a Julio César, el gran emperador romano y luego, a Marco Antonio, el triunviro quien junto con Lépido y Octavio (en el futuro, Augusto) compartieron los destinos del gran imperio. Esta fue la imagen difundida por Octavio, enemigo acérrimo de su compañero de gobierno, para asirse del poder. Para eso se valió de la pluma de Marco Tulio Cicerón, el gran orador, político y filósofo latino quien utilizó su verbo y su prosa hiriente para difamar, de la manera más perversa, a la que en un momento fue la esposa de César y luego, una vez viuda, la de Marco Antonio. La historia registra solamente dos hombres en la vida amorosa de la reina de las tierras bañadas por Nilo: César y Marco Antonio, con quienes contrajo nupcias según las leyes de Egipto; primero con el gran emperador y una vez viuda, con el miembro del triunvirato. Cleo no necesitaba riquezas, dado que Egipto era uno de los países más poderoso y uno de los más rico de la zona. Marco Antonio, en su afán de poder, declaró a Cleopatra enemiga de Roma y para el desprestigio de la dama y el de Toño utilizó la pluma mercenaria de Cicerón. Ciertamente, el hombre de letras realizó muy bien su trabajo. La fama de bruja, meretriz, ambiciosa, caza fortunas y otros despectivos empañó la biografía de esta estadista que lo único que anhelaba era evitar que Egipto cayera en las garras de Roma. Como se ve, el imperio se valió de la pluma de Cicerón para convencer a la gente, por muchos siglos, de la mala fama de la esposa de los hombres fuertes de Roma. Marco Tulio Cicerón fue el instrumento del Imperio Romano para mancillar la encantadora personalidad Cleopatra.

Para no alejarnos del Imperio Romano debo destacar la pérfida tarea de la que se encargaron primero, los emperadores y luego, los curas de la Iglesia Católica, como fue la de responsabilizar a los judíos de la muerte de Jesús. Como se sabe, durante aquella época era el Imperio Romano y no el sanedrín, el que decidía sobre la vida y la muerte de los cautivos. El imperio se valió de sus medios de difusión para propagar aquella vil mentira. Posteriormente los altos prelados dela iglesia se encargaron de difundir por más de dos mil años tal aberración histórica, divulgada a través de los púlpitos de las miles y miles iglesias del mundo cristiano. Como se ve, el Imperio Romano y luego el Vaticano contó con diversos medios para propagar una falsedad histórica.

Sigamos con el imperio del Vaticano. ¿Alguien duda que durante la Edad Media la Santa Sede fuera la asiento de una gran potencia religiosa? De nuevo estamos en presencia de una forma de actuar el imperio, pero ahora el Vaticano contaba con una policía internacional, algo así como la CIA, con el objetivo de condenar las violaciones de la doctrina de la fe. Se trata de la Inquisición la cual operó allende de las fronteras de Italia para escarmentar a los judíos, homosexuales, brujas, herejes templarios, filósofos, científicos y a todos aquellos que enfrentaban los dictados de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Hasta el Nuevo Mundo fue víctima del Santo Oficio y uno de los más buscados por la policía inquisidora fue nuestro precursor Francisco de Miranda. De nuevo aparecen los púlpitos como unos de los medios o instrumentos de los cuales se valió el imperio religioso para denunciar mentiras transformadas por muchos siglos en ignominiosas verdades.

Los imperios deciden qué es lo bueno y que es lo malo; de inmediato aparecen los voceros de los medios o los instrumentos al servicio de la potencia para convertir una mentira en verdad. El dictador Francisco Franco se valió del imperio del Vaticano (los púlpitos) para desprestigiar a la República Española. Así mismo, Hitler empleó la prensa escrita y la radio a su alcance para responsabilizar a los judíos de la mala situación económica alemana. De igual manera, el opresor germánico supo inyectarle en la mente de los teutones que eran la raza pura escogida por la providencia para gobernar todo el planeta. Como se ve, las dictaduras y los imperios se valen de los medios para difundir mentiras, simplemente para beneficio personal o de un grupo económico.

Lamentablemente la tecnología avanza a pasos agigantados y el imperio, el más poderoso desde el punto de vista militar y tecnológico, posee un aparato publicitario capaz de difundir mentiras por todo el planeta en pocos segundos. Aparte de la tecnología espacial, EEUU cuenta con poderosos aliados: dueños de corporaciones cinematográficas, prensa, editoriales, distribuidoras de películas, radio, televisión, prensa escrita, redes electrónicas, abogados, periodistas, economistas, en fin todo un aparataje publicitario al servicio de cicateras comparaciones financieras. Tales medios les presentan a todos los habitantes del planeta un mundo de irrealidades con visos de verdades.

Ciertamente, Hollywood es uno de los mejores aliados del imperio y de los grandes centros financieros. En mi época de mozuelo las películas nos mostraban que los bandidos, los enemigos de del gobierno yanqui, eran los indios norteamericano, los pueblos originarios quienes luchaban por la tierras que les fueron arrebatadas por los invasores venidos de otras latitudes. El cine, a los que supuestamente cortaban el cuero cabelludo a los “caras pálidas”, los convirtió en malos y los vaqueros norteamericanos, cazadores y asesinos de indios, eran los buenos. Pasado el tiempo Hollywood se olvidó de las películas de vaqueros e indios y se dedicó a las producciones vinculadas con las guerras. En este nuevo género aparecen nuevos héroes: los soldados norteamericanos quienes enfrentaron “heroicamente” a los japoneses, luego a los coreanos y finalmente a los vietnamitas. Por muchos años los seres de ojos oblicuos fueron los enemigos acérrimos del pueblo estadounidense y había muchas razones para exterminarlos. Lastimosamente el trabajo de alienación está tan bien concebido que una gran mayoría del pueblo estadounidense cree a ciencia cierta las mentiras de las películas y la existencia de sus héroes necesarios.

El pueblo estadunidense y muchos habitantes del globo terrestre admiten estoicamente las mentiras de las películas. No es coincidencia que, cuando se presenta un conflicto en el medio oriente la tv por cable busca en sus archivos los filmes de las guerras de EEUU contra el pueblo árabe. Mediante estas resaltan que el enemigo del mundo occidental son los hijos del islam y por eso, cuando se sublevan reclamando lo que a bien les pertenece hay que exterminarlos. En muchas de estos filmes o videos no faltan las imágenes de las torres gemelas de N.Y cuando fueron destruidos mediante un mecanismo que el gobierno de EEUU todavía no ha dado una respuesta satisfactoria.

Ahora es el sionismo internacional el que hace uso de los instrumentos y los medios para mostrarle al mundo que ellos son las víctimas de los palestinos. Pero los supuestos misiles árabes no matan a nadie o a muy pocos israelí residentes en Tel Aviv. En venganza, el gobierno sionista inunda de proyectiles el cielo de la Franja de Gaza para asesinar miles de palestinos, entre ellos, centenares de niños cuya única falta es haber nacido bajo el cielo palestino.

El imperio utiliza sabiamente los medios de comunicación de masas para alienar a las personas. La mayoría de ellas están sumidas disfrutando de las competencias de fútbol, béisbol, volibol, basquetbol; en la entrega de premios a los artistas de Hollywood; entretenidos con las telenovelas; regocijados jurungando el celular de última generación o una tableta; otros mirando los programas del chef de cocina para engordar; muchos entretenidos con la televisión consumiendo licor; los más pequeños mirando en la tv dibujos animados o jugando con una tableta; los peores sujetos embruteciéndose con las drogas en una discoteca; otros consumiendo en un moderno centro comercial, entre tantos entretenimientos ofrecidos por el mundo capitalista. Mientras esto ocurre, miles de palestinos, ucranianos, sirios, afganos y cientos de inocentes mueren en sus casas producto de los bombardeos de los drones o de los misiles teledirigidos. Y toda esta barbarie ante la mirada indiferente de miles de millones de católicos, judíos, budistas, evangélicos, confusionistas, islamistas, testigos de Jehová, entre tantas religiosos del planeta cuyas doctrinas se fundamentan en el amor al prójimo ¡Basta de hipocresía religiosa!

En cambio, si los medios de difusión del imperio de los EEUU y sus aliados sionistas divulgan a través de sus voceros que Fidel, el Che, Chávez, Gadafi, Arafat, entre otros luchadores, son unos asesinos, muchos ignorantes lo creen sin investigar a quienes han ultimado tales prohombres. Pero nadie se pregunta cuántas víctimas se les atribuyen a Harry Truman, Eisenhower, Kennedy, L.B. Johnson, Nixon, Reagan, los Bush (padre e hijo), Obama, Netanyahu, entre tantos barbaros gobernantes capitalistas quienes, junto a sus aliados de la OTAN, deben contabilizar más de cinco millones de asesinatos (crímenes de guerra) a lo largo de la historia de las democracias occidentales.

Hugo tenía razón: huele a azufre.


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Enoc Sánchez


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