Condoleezza Rice ha dejado desnuda a la sumisa oposición venezolana. Su fallido llamado a la solidaridad mundial con un supuesto paro del transporte ha revelado que el imperio dio una orden que no se cumplió. Algo falló. El macabro plan buscaba paralizar al país, provocar desórdenes y, como el 11-A, causar víctimas fatales. Hubo algún conato de conflicto vehicular en un municipio o una ciudad, pero no alcanzó la extensión esperada. Los mandaderos criollos dejaron muy mal parada a la “solidaria” señora Rice.
Ahora hasta los escépticos entienden no sólo la abstención del 4D, sino la misma táctica lanzada para diciembre de este 2006. Los opositores demócratas que preguntaban cuál era el Plan B, lo tienen allí bien claro, bajo sus narices. El objetivo es salir del gobierno constitucional por una vía no electoral. Los violentos, con el apoyo gringo y de unos medios venezolanos irresponsables y apátridas, reeditan el guión de 2002 y se lo imponen a toda la oposición. A los que lancen sus candidaturas frente a Chávez, los van a dejar guindando de la brocha, como ocurrió con los famosos “presos políticos” que incluyeron en las planchas parlamentarias. De allí que Teodoro no le tema a las encuestas, sino al ridículo en que lo pueden dejar a última hora y a esta altura de la vida.
El fallido paro de transporte de la Rice se inició con una campaña mediática sobre la vialidad del país. Ninguna carretera ni autopista servía y todos los puentes estaban a punto de derrumbarse. Por debajo corrían los dólares para subvencionar el sabotaje automotor. Pero ocurrió que cuando la subsecretaria de Estado de EEUU llamó a la solidaridad internacional con los transportistas venezolanos, no había paro por ninguno lado. Como el 11-A, algunos no hicieron el mandado y otros se apartaron del guión.
Esta conspiración deja absolutamente clara la posición de Estados Unidos y de un sector político y mediático venezolano frente a las elecciones presidenciales de diciembre. No participarán y la sabotearán. Su opción es violenta, sin importar el costo en vidas, dolor y sangre. También ha dejado claro que no será fácil paralizar al país con fines oscurantistas y macabros. Los radicales no tienen fuerza electoral y no cuentan con apoyo popular. El país, la gente, la sociedad, el pueblo, quiere trabajar, estudiar, vivir y progresar. La muerte no es su opción. El famoso decálogo de AD y Ramos Allup se cayó como máscara y señuelo.
El paro trunco fue precedido por una avalancha de declaraciones contra Venezuela desde el exterior. La derecha internacional hizo su parte puntual y armónicamente. Vargas Llosas cumplió con su bien remunerado mandado. Aznar anunció su guerra contra la izquierda latinoamericana, según él encabezada por Chávez y Evo. Tony Blair terció en un asunto del que se había mantenido distante. Cerró la campaña la lúgubre señora Rice con su paro del transporte. Algo no funcionó pero el guión quedó al descubierto y la guerra –ojo, soldado- está avisada.
El pueblo venezolano ya fue sometido a una prueba que superó con creces: el sabotaje petrolero de más de 60 días. Es obvió que detrás de un paro de transporte o de lo que sea hay un plan para romper el hilo constitucional. Es obvio también que potencias extranjeras tienen sus manos y recursos metidos hasta los tuétanos en la conspiración. Y asimismo, pueden estar seguros que, huérfana de todo apoyo popular, esa aventura no tiene vida y está condenada al más rotundo fracaso.