No plagio el título del excelente programa de mi amigo Rafael Sylva. Nomás lo tomo prestado por la duración de este artículo. Prometo devolverlo completo.
El Che es inmortal por, entre incontables hazañas, esta definición: «Cuando lo extraordinario se hace cotidiano es la revolución». Ni en mis expectativas más delirantes llegué a fantasear que tres millones de escolares tuvieran cada quien su computadora portátil pegada de Internet. O erradicar el analfabetismo. O curar a más de un millón de invidentes. Y que el gobierno del país que echa gente a la calle como el de España, hostigue al que dota de vivienda digna a cientos de miles de familias. Que el país que sostiene la prisión de Guantánamo y asesina sistemáticamente afroamericanos pretenda sancionar a Venezuela, país que respeta escrupulosamente los derechos humanos. Y así miles de ejemplos. Nuestro insólito universo, por eso digo.
Las revoluciones son así. Como cuando el ejército campesino vietnamita derrota el más poderoso y tecnológicamente más enérgico de la historia inhumana. Las revoluciones tienen también sus malísimos pasos, como el estalinismo, pero hasta ahora la Bolivariana los ha evitado, solo con unos minúsculos brotes por ahí, de gente que dice que Maduro está pactando con los Estados Unidos de la Orden Ejecutiva y la burguesía de la guerra económica. Gente excelsa que no admite ni que le des la razón, porque nadie está a su altura moral. Pero no hacen daño sino el ridículo y no veo que eso vaya a cambiar en el futuro previsible.
La contrarrevolución también tiene sus insoliteces, como que el mayor imperio de la historia declare a Venezuela «amenaza inusual y extraordinaria» y luego afirme a la loca que no es amenaza nada y que fue una deposición proforma, que «¿lo que hombre dice de burla/de veras vas a tomar?», como reza el famoso romance de Bernardo del Carpio. Lo insólito de este universo es que en primer lugar salga el Imperio más poderoso a señalar a Venezuela como amenaza, como que yo declare que la pereza de la Plaza Bolívar me amenaza porque me miró feo. O que Pacquiao y Mayweather digan juntos que los atropello. Y después pregunten que «¿lo que hombre dice de burlas/de veras vas a tomar?». O sea, el papelón planetario. Este Imperio badulaque ha mostrado un flanco por igual fanfarrón y cobardón, como el Mago de Oz, lo que deja mucho que desear para un Imperio que se respete. Apenas vio que la humanidad nos ama, que más de diez millones de venezolanos le barajustamos, sin contar firmas por todo el planeta, trastabilló, se rajó, la ya confundida Roberta Beach Jacobson se declaró decepcionada, su diplomático de carrera Daniel Fried corrió a desdecir que la orden ejecutiva es solidaridad con el pueblo venezolano, idea tan frita como su apellido.
La otra insolitez es precisamente esta solidaridad mundial con Venezuela, como resonancia del liderazgo universal y creciente de Hugo Chávez, del que estamos siendo dignos. Vietnam triunfó por la humanidad entera, ahora le tocó a Venezuela. Qué fecha tan Batalla de Ayacucho. Y no para ahí porque puede haber reacción en cadena de pueblos. Sin un disparo. Insólito. Ya lo decía.