"Renuncie Ministro", "Presidente, váyase", "En el país ha habido más muertes que en la Guerra de Irak", "Hay que parar toda la educación", "No tengo ganas de votar", "Salgan a protestar", "Las autoridades hicieron caso omiso del secuestro", "Debemos salir de luto estos días para decirle no al gobierno"… Todas estas expresiones, que claramente parecieran encendidas proclamas políticas de una asamblea, no son eso sino opiniones "objetivas" y "mesuradas" vertidas por periodistas de medios de comunicación masiva en la República Bolivariana de Venezuela. Después de esto ¿alguien se podría atrever a decir que la "dictadura" de Chávez restringe la libertad de opinión?
En Venezuela se está desarrollando una guerra; en general, silenciosa, pero por momentos también con mucho ruido, con mucha aparatosidad. Eso último es lo que está ocurriendo estos días, y lo que muy probablemente marque el ritmo de los meses venideros. Todo ello no puede desligarse del escenario futuro: en diciembre próximo habrá elecciones presidenciales, siendo el actual presidente Hugo Chávez, líder del proceso en marcha, el más firme candidato para ganarlas. La derecha local, pero mucho más aún su verdadero enemigo: el imperialismo estadounidense, están en pie de guerra para que ello no suceda. De todos modos, dado que en elecciones limpias hoy por hoy el comandante de la Revolución Bolivariana no tiene oposición seria que pudiera derrotarlo, las fuerzas conservadoras han iniciado un plan mortal de desestabilización para impedir su triunfo.
¿Quién es la verdadera oposición en Venezuela? La derecha tradicional, por un lado; derecha que usa a sectores de clase media (siempre reaccionaria y con mal olfato político, individualista y superficial) como instrumento para la movilización. Pero en verdad es la derecha más reaccionaria de Estados Unidos, hoy sentada al mando de la Casa Blanca, el principal baluarte de la oposición. Derecha ultra conservadora que percibe en este proceso de nuevo socialismo que se está gestando en Venezuela una real amenaza a su hegemonía en el mediano plazo (mal ejemplo para Latinoamérica, y con mucho petróleo que Washington ve que se le está yendo de las manos). De la combinación de estos factores -republicanos y su proyecto de dominación mundial, derecha venezolana temerosa de perder sus privilegios y clase media aterrorizada por la manipulación mediática- se desprende lo que acaba de comenzar a vivirse en el país, y que podrá ser la matriz para los meses venideros. Dicho en otras palabras: campaña creciente de desestabilización, de creación de obstáculos, de impedimentos para evitar la consolidación de la revolución.
En toda esa estrategia juegan un papel clave los medios masivos de comunicación.
No es ninguna novedad que las sociedades con grandes problemas socioeconómicos, como es todavía la venezolana, presentan enormes deficiencias en el tema de la (in)seguridad ciudadana. La ecuación es sencilla: a mayor pobreza, mayor índice de criminalidad. Sin criminalizar mecánicamente la pobreza, por una sumatoria de causas es casi obligado que la misma funcione como caldo de cultivo del hampa. Venezuela, sin ser de los países más violentos de Latinoamérica, sin dudas presenta índices de criminalidad altos, y no es ningún secreto que la delincuencia aún campea.
Recientemente acaban de ocurrir crímenes que conmocionaron a la opinión pública del país: el empresario Filippo Sindoni y los tres jóvenes Faddoul junto con su chofer Miguel Rivas. Dada la manipulación de los medios comerciales, esos hechos delictivos pasaron a tener valor de catástrofe nacional. Y ahí debe comenzar el verdadero análisis serio y objetivo.
Sin que aún esté claramente establecido en términos policiales el curso de estos ilícitos -a los que debería agregarse la muerte del reportero gráfico Jorge Aguirre, también ocurrida estos días-, y sin que pueda afirmarse a priori que todo esto fue orquestado por la CIA (no nos consta, pero tampoco lo descartaríamos), lo que queda claro es que ya comenzó la campaña electoral, y esta manipulación amarillista con la que juegan los medios de comunicación masivos es parte del plan. ¿Dicen acaso lo mismo, montan todo este escenario llamando al luto nacional, piden a gritos una nueva política de seguridad ciudadana ante cada robo ocurrido en algún barrio popular, en alguna oscura callejuela, o ante las muertes de alrededor de 200 luchadores sociales en estos últimos años de revolución a manos de matones de la derecha? No, ni remotamente.
La prensa fue, tradicionalmente, el "cuarto poder" tras el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Hoy no; hoy ha subido de categoría: podría decirse que, en muchos casos, es el poder dominante. En las circunstancias de Venezuela es el principal contrapoder con que cuenta la revolución. Ante el fracaso de los partidos políticos de la derecha, los medios de comunicación los reemplazaron y están cumpliendo ese papel. Papel, por otro lado, que les viene asignado por la estrategia imperial del gobierno de Estados Unidos. Los manuales de operaciones especiales y de guerra psicológica de la CIA no son fantasías de "cabezas calientes" de la izquierda. Existen, definitivamente; y todo indica que en Venezuela están funcionando a pleno.
El tema de la seguridad ciudadana es algo muy sensible. Sin dudas para todos, y más aún para las clases medias, eternamente miedosas, aterrorizadas con la idea de perder el apartamento o el automóvil -para los que hipotecaron sus vidas- a manos de los fantasmas de "castro-comunismo" expropiador que vendrá a confiscarles. La sensiblería a que puede dar lugar el tema de la violencia delincuencial es alta, mucho más que el hambre cotidiana de las grandes masas o de la exclusión de negros e indígenas. Azuzando los temores de ingobernabilidad, de caos, de anarquía, los medios comunicacionales pueden lograr cosas increíbles. Hoy, en Venezuela, apuestan nada más y nada menos que a derrotar la revolución en marcha.
Sin dudas que en la guerra vale todo; y tal como lo dijimos, Venezuela vive hoy un proceso de guerra. Lo triste es que una profesión tan noble como el periodismo pueda prestarse también para esa batalla. Lo que acaba de comenzar a suceder aquí, y que seguramente se prolongará por todo el año 2006, es una muestra de lo bajo, de lo denigrado, de lo infamante que puede terminar siendo el ejercicio profesional cuando se pierde la visión objetiva.
Los que creemos en un periodismo serio no podemos menos que asquearnos con lo que hoy está pasando con los medios comerciales en este país. Asco, por tanto, que debe llevarnos a tomar partido por otra actitud más sana, más honesta, y denunciar estas maniobras desestabilizadoras como parte de un plan sistemático de agresión donde los pobres periodistas que se prestan a ese juego no hacen sino ratificar que una revolución no es sólo la toma del poder político. Una revolución es, fundamentalmente, el cambio de nuestra mentalidad. No hay revolución si no hay revolución cultural.