Nunca como ahora, en Venezuela se confabularon tantos factores internos y externos con la finalidad de hacer añicos un sistema republicano que inicialmente prometía hacer historia en grande. Y estamos guindando sin ser bola, porque mientras Nicolas Maduro y Diosdado Cabello creen tener a Dios agarrado por las chivas y la oposición se revuelca en el piso ebrios de triunfalismo, también algunos de los ministros, gobernadores y alcaldes se empeñan en agujerear mas el barco que pudo algún día llegar a puerto seguro.
Hoy, soberbia y negligencia han teñido el mapa político venezolano. Entre tanto, sus principales actores parecieran ignorar que la polarización los está aproximando a un choque de trenes que traería consecuencias fatales para Tirios y Troyanos. De modo que aunque parezca una Perogrullada decirlo, repetimos que el país está convertido en un verdadero hervidero que amenaza con explosionar, al menos que oportunamente surja otra opción distinta que no represente más de lo mismo. Al fin y al cabo, la historia de los pueblos siempre ha sido implacable con quienes desperdiciaron su oportunidad.
En cuando al polémico tema de las reclamaciones limítrofes hecha recientemente por los gobiernos de Colombia y Guayana, cualquiera se daría de cuenta de que se trata de otra maniobra de las potencias extranjeras que buscan enculillar a nuestras FANB, lo cual hemos de suponer que también debilitaría más al Estado. Y como el pájaro se conoce por la cagada, nada de extraño tendría que el Pentágono y la CIA estén pensando que con amagos de guerra lograran inclinar a los cuarteles a favor de esa agenda inherencista que pretende desmontar el proceso bolivariano.
Es tiempo de pensar en los sagrados intereses de la patria y apartar a un lado las bajas pasiones que a nada conducen. En esta hora crucial se impone que la clase política reflexione seriamente sobre los altos riesgos que corre el país, pues a la hora de la chiquita no habrá vencedores ni vencidos. En tal sentido el llamado es para la reflexión en torno a los casos del General Manuel Noriega en Panamá, o la redición de esas chucutas elecciones que Estados Unidos impuso mediante el empleo de un ejército irregular llamado la Contra y que obligó a los nicaragüenses a resignarse eligiendo a Violeta Chamorro. Y si todos los caminos conducen a Roma, esta vez Washington estará calculando que por ambos caminos podrá apoderarse de nuestras enormes reserva probadas de petróleo.
Ojalá que ese voto unánime pronunciado en la Asamblea Nacional en defensa de nuestra amenazada soberanía, no sea otro ejercicio más de hipocresía, pues las grandes mayorías atentas al desarrollo de los acontecimientos, también estudian fórmulas confiables para evitar el desastre total, advirtiendo que por estos tiempos los salvavidas escasean por culpa de los bachaqueros.