Después del acuerdo entre varios países de Europa (Reino Unido, Francia y Alemania) más Rusia, China y Estados Unidos con Irán, sobre la prohibición a este último de fabricar bombas atómicas, vi en la televisión miles de iraníes saliendo a la calle para celebrar no sólo el acuerdo, sino que habían dejado de ser una «amenaza» para el mundo.
Esta clase de calificativos, puestos e impuestos desde arriba hacia abajo, no tienen ningún significado en el mundo real. Irán, por poner un ejemplo, o Corea del Norte, o el Estado islámico, o Cuba, o Libia o Afganistán jamás han sido una «amenaza» para ningún país que no perteneciese a Europa o Estados Unidos.
El «mundo» no gana con este acuerdo porque hace décadas que perdió y volvió a perder con el fin de la guerra fría, cuando había un equilibrio entre poderes y no la actual soberbia disfrazada de mesianismo samaritano.
El pueblo de Irán, machacado durante décadas por un sátrapa de telenovela y habitual de las revistas de señoras en la peluquería a las órdenes de Estados Unidos, tuvo que sufrir después una guerra espantosa amenizada por Estados Unidos y sus aliados que utilizaban Irak como señuelo.
Después vendrían las sanciones unilaterales interminables, el embargo de comida y alimentos, el pintar a sus líderes religiosos y políticos como animales y amenazarlos día sí, día no, con un ataque de Israel.
Todavía no se ha impuesto la razón, ni la verdad ni la justicia. Todavía la familia del sátrapa Pahlevi ocupa las mismas revistas y la idea de Irán está totalmente deformada a la medida de una Corea del Norte con turbante.
Ningún pueblo que sea una amenaza sale a la calle a celebrar nada. ¿Cuánta gente celebró del otro lado?.