La Paz es una aspiración legítima de la humanidad desde tiempos remotos frente a la barbarie de las guerras. En la Carta de las Naciones Unidas (26 de junio de 1945) se expresa que los pueblos de las Naciones Unidas:
“resueltos a preservar las generaciones venideras del flagelo de la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles,
a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres de las Naciones grandes y pequeñas,
a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional,
a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,
y con tales finalidades, a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos,
a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y
a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos,
hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios”.
En el artículo 1 se señala: “Los Propósitos de las Naciones Unidas son:
1. Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamiento de la paz,
2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”
¿Cuándo la humanidad se librará del pensamiento guerrerista que impera en los dirigentes de algunos Estados del mundo, a pesar de que son miembros de las Naciones? ¿Hasta cuando ocurrirá la violación flagrante de la Carta y de los principios del Derecho Internacional aprobados por la ONU? ¿No se escuchan actualmente los tambores de la guerra contra Irán, expresados en todos los tonos de noticias alarmantes sobre el desenlace posible en torno a una controversia sobre el uso pacífico de la energía nuclear?
Es deber de todos denunciar y combatir a aquellos que libran guerras crueles e injustas contra otros pueblos, para erigir sobre sus ruinas el pedestal de su poderío soberbio y aniquilador. También es necesario denunciar las amenazas continuas ante cualquier diferendo, y la proclamación del ilegítimo derecho a los ataques armados preventivos.
La guerra iniciada por los Estados Unidos contra Irak, con la alianza de Inglaterra y España, se hizo a contrapelo de la decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es, por tanto, una guerra ilegal. Es también una guerra inmoral porque se fundamentó en mentiras y en un arsenal de presupuestos ideológicos que hacen añicos todo el andamiaje del derecho internacional. Es una guerra contra la humanidad, y es por eso que suscitó y suscita la reacción indignada de los pueblos de todo el mundo, incluyendo los propios pueblos de las naciones líderes de la agresión. Es una guerra innecesaria e injusta, cuyos resortes íntimos se apoyan en la filosofía del despojo de las riquezas de Irak (el petróleo) y en el espurio menosprecio a la autodeterminación y soberanía de los pueblos.
El trío de gobernantes que encabezaron la agresión de Irak: Bush, Blair y Aznar, son pigmeos políticos con ínfulas de emperadores. Los dos últimos actuaron como perrillos falderos del mayor de la misma especie. Ocuparon Afganistán e Irak, ¿y qué? En la actual coyuntura cabe afirmar que más tarde o más temprano, los pueblos los lanzarán al basurero de la historia: ese final que merecen los cobardes y canallas. Ya Aznar es un fantasma político de sólo triste recordación para el pueblo español y otros pueblos. Aún falta el turno para Blair y Bush, y la historia no perdona a la gente de mala entraña, y menos a genocidas y criminales de lesa humanidad.
¡Vamos a ver quienes vencerán de verdad!
¡Los conquistadores no han tenido futuro desde que el mundo es mundo, ni lo tendrán!