¿Por qué una nación que cuenta con un arsenal nuclear, armas electromagnéticas, naves conducidas por una sola persona, invisibles, aeronaves que van y vienen del espacio a donde piensan dirigirse y establecer colonias, sistemas de espionaje y aviones con las mas variadas y sofisticadas armas, de diversos calibres y cualquier cantidad de armamento con el que pueden desaparecer y/o volver trizas a un país cualquiera, se siente capaz de calificar de amenazante a un país eminentemente pacífico, como es el caso de Venezuela?
Dicen que esa nación, a quien algunos califican como el coloso del norte y otros la identifican como una maravilla para vivir, ha sido edificada a imagen y semejanza de las historietas de fantasía que se han exhibido en las miles de pantallas de cine que en esa tierra existen, siempre con el entendido de que es así como la casta de la Derecha Financiera y Transnacional quiere que sean vistos desde el exterior, porque todo lo que ocurra hacia su interior, debe quedar bajo la alfombra y nada de que tales acontecimientos y demas realidades desagradables, deban tener carácter divulgatorio.
No es que el país del cual hablamos sea realmente malo, porque no es así. Es una nación de grandes contrastes, con seres muy pensantes y creadores, gente de ingenio, sensibles, aunque está dirigida no en la dirección correcta de profundizar el desarrollo de sus pobladores, de brindarles las amplias posiblidades a las personas, sino que va siendo gerenciado por un camino totalmente opuesto, como es en la búsqueda insaciable del dinero y el poder y, en esa onda, han afectado a sus nacionales y de paso, contagiado a algunos vecinos del mundo, que creen que allí está el empíreo.
Y toda la mecánica de algunos dirigentes de ese país está basada en alcanzar el poder político y/o el dinero, aunque pocos tienen la capacidad -o no les interesa- de abordar, de modo permanente, los problemas que generan la pobreza, la indigencia, el racismo, la violencia, la salud y tampoco los ciudadanos son escuchados porque sus voces no llegan a los medios de comunicación, cuyos propietarios en su mayoría son millonarios a quienes para nada les preocupa ni interesa si hay pobres, si hay racismo, si una familia es despojada de su vivienda, si un joven carece de dinero para pagar sus estudios y si alguna persona no es atendida en su problema de salud y muere a las puertas de un hospital por carecer de una póliza de seguro.
Y es, ya no en la búsqueda sino en la consolidación de un modo de vida, hacia donde ese país que algunos definen como el empíreo, mientras otros lo caracterizan como el imperio, dirige sus pasos, lo que deriva en todo tipo de maniobras a nivel mundial, para adelantar sus acciones de despojo.
No hay que ir muy lejos para entender las cosas. Ya conocimos de la II guerra mundial, de la guerra con Korea, de la partición que hicieron en lo que conocíamos como Yugoeslavia, Irak, Libia, Afganistán, Somalia, la invasión a Vietnam, Santo Domingo, Grenada, Panamá, las agresiones y los llamados golpes de Estado y otros modos de subvertir las cosas o agredir a países como Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Honduras, Venezuela y un largo etcétera que está en cientos o miles de archivos del mundo, todo esto sin contar lo que es conocido como la guerra fría.
En estos momentos, es Venezuela quien padece los descalabros de esa política del desenfreno, como es de esperarse, completamente alejado del sentido de humanidad y que hace glosas con las estadísticas de la muerte que suelen siempre aparecer luego de siniestros bombardeos, como aquel que en una noche vimos con tanta luminosidad y que -muy generosos ellos- mostraron los medios de televisión a todo el mundo con el nombre de Tormenta del desierto.