Uno de los asuntos vitales de nuestra vida es el manejo de la verdad, lo que pareciera muy fácil pero no lo es porque, aunque no parezca, algunas personas tiene una ligera y natural inclinación a mentir y a dar por sentado que su mentira es a la misma vez su verdad. Es un asunto que se nota a diario y muy sucesivamente.
Hay ocasiones en las que, al viajar en el Metro, uno percibe esas mentiras, tontas y pequeñas, pero son mentiras indicativas de que la persona que las dice, es capaz de saltar por encima de la verdad con alta frecuencia y, además, potenciar malsanamente lo que dice.
Suena un celular y uno de los que viajan en ese sistema de transporte responde con voz muy fuerte:
-Sí, no te preocupes, voy en el Metro, estoy pasando por la estación Capitolio y en minutos estoy allá.
La persona que responde de esa manera simplemente miente, pues el vehículo Metro acaba de salir de la plaza Venezuela en dirección oeste y ni siquiera va cerca de la estación de la cual habla y el hombre, como si nada, poco le importa que le estén escuchando. Hablamos de un asunto que acontece todos los días y a cada instante.
¡Su mentira es a la vez su verdad!
Y cuando alguien se acostumbra a mentir, va creando y fortaleciendo una conducta fallida, la cual le va concediendo, poco a poco, posibilidades de diseñar y generar mentiras mayores en las cuales incurrir, falseando sin remordimiento alguno cualquier tipo de acontecimiento y a la vez, crear cualquier farsa con inimaginables y muy coloridos escenarios.
Y todo esto, donde suele apreciarse con una mayor frecuencia es en algunas circunstancias políticas en las cuales esté en juego el poder político y cuanto se derive de esa realidad. Un ejemplo muy claro de una de esas farsas, que pudiera ser calificadas como bestial por su contundencia y consecuencias fatales, es el caso de las bombas de destrucción masiva que estarían en poder de Irak.
Lo ocurrido contra esa nación, fue una trama urdida con muchas complicidades y conexiones destinadas para aparentar una verdad que nunca existió. Fue una verdad para el mundo vendida por los agresores de Irak, aunque nunca fuera su verdad, porque su verdad permanecía escondida y comenzaría a mostrar el rostro con la invasión posterior que lideró Estados Unidos y que no tenía otro motivo que generarle mayor riqueza a la industria militar de ese país, favorecer que las corporaciones se adueñaran del petróleo y crear mas riqueza a los funcionarios gubernamentales socios de las corporaciones involucradas en el negocio de una guerra que iniciaba su extensión y que no se ha detenido.
Ese importante negociado de la guerra sigue en Afganistán, Libia, Siria, Somalia y con otras máscaras se extiende por muchas otras partes del mundo, en una gran demostración de que una mentira bien urdida sirve para hacer buenos negocios, porque en el fondo, de eso es de lo que se tratado siempre.
Y en cierto modo y con un aire tropical, es lo que vienen haciendo las corporaciones transnacionales de la Derecha estadounidense y europea en Latinoamérica y el Caribe con el concurso de una plantilla de secuaces criollos que cobran en dólares.