En estos años de severas dificultades, de muchas incógnitas, del peligroso debilitamiento en crecientes sectores de los viejos sueños de redención y, angustiados por el temor que aquella ventana de optimismo y empuje que Chávez abriera, se volviese a cerrar; el cuerpo social ha sido golpeado y está adolorido. Los sectores tradicionalmente dominantes tanto nacionales como foráneos seguramente asistidos por letales “Tanques Pensantes” han sido tan eficientes o más, que las bombas y misiles lanzados en Siria, donde centenares de ciudades han sido reducidas a escombros además de ocasionar miles de muertos y mutilados.
Esta vez han atacado el alma nacional, en la línea de “menor resistencia” nuestro talón de Aquiles: la cultura petrolera, país rentista, consumista. Se han enfocado en destruir algunas reservas morales que sobrevivían en nuestra nación, sembrando la desconfianza y la incredulidad, quebrando la solidaridad la cual permanece en terapia intensiva. La herencia bolivariana de la ciudadanía, del ser visible, protagonista; que se ha intentado construir y que se refrendó en la CRBV, luce bastante afectada.
Había necesidad de quitarle una vez más el oxigeno al Socialismo y a toda idea de redención. Hay dos ejemplos brutales en el Caribe, en dos contextos económicos y políticos diferentes, uno en el Siglo XVIII, cuando a Juan Francisco de León, canario productor de cacao, en Panaquire, quién osó enfrentarse al monopolio de la Guipuzcoana, cuestión por lo cual fue llevado a la cárcel y su casa en la Candelaria fue derribada y sembrada de sal para el escarmiento de la población. La otra en el siglo XX, la revolución cubana agredida y bloqueada económicamente desde su instalación en el poder hasta nuestros días, para mostrarla como vitrina símbolo de la escasez, pobreza y mal ejemplo para América latina y los pueblos del mundo.
También en estos dolorosos días, la intensa información en los medios de comunicación provenientes de fuentes oficiales, del incuantificable saqueo de PDVSA, que ha puesto en jaque todo el discurrir económico de la nación nos ha maltratado. La vida, la responsabilidad ciudadana y un modesto quehacer histórico, no nos permite ser impasible, porque en estas deplorables versiones, cada una, más truculenta que las anteriores, han surgido apellidos que nos recuerdan viejas, leales y honestas militancias revolucionarias.
En estas circunstancias me enteré que hacía poco tiempo había fallecido el camarada y amigo Jesús Enrique Luongo Font, médico-oncólogo, que en la década del 60 junto a otros galenos nos asistían tanto a los militantes y familiares, y luego, al endurecerse la situación en política, atendían también a los combatientes de las FALN. Recuerdo a este amigo en su consultorio de la antigua clínica Attias en la avenida Roosevelt en los Rosales, hombre diligente, generoso, acopiando muestras médicas para ayudarnos, y cuantas veces nos tuvo que dar para tomar el autobús (era una revolución de mucha escasez y de militantes pobres).
En determinado momento la organización me hizo responsable de coordinar el equipo médico de apoyo a la guerra y allí estaba Jesús Enrique. El desarrollo de la contienda me llevó a otras responsabilidades y de allí a la cárcel siguiendo el itinerario; Digepol-Cuartel San Carlos-Isla de Tacarigua-Cárcel Modelo-Cuartel San Carlos, en este último sitio me encontré de nuevo a Luongo esta vez ambos presos, y, nunca olvidaré a aquellos divertidos partidos de voleibol, interrumpidos por nuestro oncólogo, para tocarse y auscultarse ante cualquier tropezón, advirtiéndonos ante nuestra mamadera de gallo, ¡Ay, es que ustedes no saben!, le faltó agregar…cuerda de ignorantes.
Darío Ramírez, economista, trujillano, comisario político de la Brigada, cuyo seudónimo era (Desiderio) hombre sencillo, alegre, mas de una vez serenateamos con el camarada Diego. En aquellos tiempos Darío ejercía como funcionario de la Contraloría General de la República y andaba en una investigación gruesa sobre irregularidades en la adquisición de viviendas en las Fuerzas Armadas. A finales de la década del 70º o comienzos del 80, cada uno en una nueva situación política y personal, me topé con Darío en un vuelo Valera-Maiquetía, siempre grato el camarada.
Diego Salazar (Ítalo) con él compartí una estrecha y larga militancia, antiguo estudiante de medicina, alegre , cuatrista, serenatero, mal cantante, pero animoso, vivimos la contingencia de la Paz Democrática y la separación del aparato armado (FALN) de la organización política (PCV)Esto nos obligó a procurarnos recursos a fin de sostener la precaria organización armada, logramos colocar varios “cuadros” en empresas farmacéuticas (visitadores médicos) hasta que sobrevino la debacle de la organización por diversas razones, entre ellas la infiltración y la delación. Corrió bastante agua debajo del puente y Diego falleció en mayo del 2003, tuvimos la oportunidad de acompañarle y despedirle en el velatorio que se le hizo en la Asamblea Nacional.
Como sobreviviente de ese grupo y de ese tiempo, me he permitido recordarles en este texto, con mucho respeto, como, grandes venezolanos revolucionarios, que actuaron en un tiempo rudo, riesgoso, y que permanecen en mi alma como camaradas y amigos.
En este tiempo que escribo, también es rudo y riesgoso, hay angustia e incertidumbre, el emperador amenaza y aplica algunas medidas para desestabilizarnos, y no sabemos a ciencia cierta si enviaría a sus vasallos a invadirnos o a sus propios soldados. Cualquiera sea la situación sería la total sin razón, y bajo ninguna circunstancia podría justificarse semejante barbaridad Nuestros desacuerdos y rollos lo resolvemos nosotros.
LA REVOLUCION ES CULTURAL