Después de la intensa batalla llevada a cabo esta semana en el seno de la Asamblea de las Naciones Unidas, pese a las presiones, chantajes y amenazas que con tanto descaro ejerciera Estados Unidos sobre las 190 naciones que integran el organismo, Venezuela puede enorgullecerse de que tiene al menos 75 amigos seguros.
Quien pretenda desconocer la importancia de que 75 países permanecieron firmes al lado del nuestro en el desigual combate por el puesto que dejará vacante Argentina, comete no sólo una ligereza sino un premeditado acto de manipulación insólita y traidora. La mayoría de los espacios de la prensa internacional resaltaron, de alguna manera, el hecho de que la puja no era entre Venezuela y Guatemala, sino entre la nuestra y la potencia del norte.
Los embajadores debieron soportar las constantes arremetidas de John Bolton y su equipo de trabajo, que no cesaron de ejercer presión sobre ellos. Sin embargo, no pudieron. Imaginemos por un instante lo que significa que el representante gringo le diga al de Comoras, por ejemplo, al de Togo o al de Nigeria, al de Ruanda o de Botswana, que si vota por Venezuela se le suspenderán los créditos, los préstamos o las ayudas humanitarias.
¿Qué representaría, también, para las 15 islas que integran el Caricom, el grupo de integración más pequeño del continente, vecinas de la nación del norte, que venga ésta y les diga que con un solo so plido de su poder puede hacerlas desaparecer del mapa? ¿Y a los 22 miembros de la Liga Árabe les habrán aplicado la amenaza de una invasión o de un ataque del poderoso ejército israelí?
Los persistentes opinadores de la oposición venezolana, siempre tan abiertos a aplaudir cualquier eventualidad que ellos consideren un fracaso para Chávez, se apresuraron a decir que Venezuela estaba comprando votos con petrodólares. ¿Acaso nosotros necesitamos venderle petróleo a la Liga Árabe? ¿Desde cuándo la Unión Africana es un importante cliente nuestro?
La actitud de esos apátridas, tentados a aplaudir cuanta desgracia natural nos caiga encima con tal de que le cree problemas al Ejecutivo, es comparable a la de esos países que uno esperaría que estuvieran al lado del nuestro, por las tantas cosas que nos identifican. Triste papel el de la "socialista" Bachelet con su lastimosa abstención, verdadera afrenta a la historia de luchas de sus connacionales. O el de la siempre arrodillada Colombia, tan presta a seguir los lineamientos de Washington sin considerar que el vecino es su hermano. O de México, a quien le están levantando en su frontera una enorme muralla gringa para que sus ciudadanos no se atrevan a pasar para el otro lado.
Muchas cosas resultaron sorprendentes esta semana. Pero de las más bonitas fue esa votación resuelta que obtuvo Venezuela, que no se dejó amilanar en ningún momento. Entre los votos duros, si los cálculos no nos fallan, sólo seis fueron latinoamericanos, es decir, cinco compañeros de lengua, historia y cultura y un amigable vecino que habla portugués. Con los demás nos identificamos en la pobreza, en las miserias, en las desigualdades, pero, por sobre todas las cosas, en rebeldía y dignidad.
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