La crisis en Venezuela y sus interpretaciones (I)

Comienzo reconociendo que efectivamente en Venezuela vivimos una crisis de marca mayor. Una inflación desbocada a la que parece que nadie puede ponerle coto, a veces da la impresión que nadie se atreve a intentarlo, al menos con un mínimo de seriedad.

Un país en el que el salario mínimo apenas sobrepasa los 5.000.000 Bs. al mes y los precios de los alimentos esenciales, por no hablar de costos de vestido, calzado, etc., se incrementan semanalmente de manera desproporcionada, inevitablemente ha entrado en una espiral de pérdida progresiva de capacidad de compra de la gente. Lo más sorprendente es cómo se logra comprar queso duro que ya sobrepasa los 7.000.000 el kg, huevos a 6.000.000 el cartón, no hablemos de carne roja sobre los 10.000.000 Bs, ni de pollo o de otras proteínas que en estos tiempos han pasado a la categoría de exquisiteces para una amplia mayoría.

No importa que por Decreto Presidencial para el mes por venir se prevea un incremento hasta de tres dígitos del salario mínimo. Ya el “sistema” económico imperante, que ha impuesto de facto una dolarización en los precios de las mercancías, se encargará de pulverizar cualquier sueldo o salario por alto que pudiera parecer. Aunque los afectados apuestan a que el gobierno “haga algo”, ya parecen estar acostumbrándose a que no pasará nada y que quienes imponen los precios harán ver, con éxito, que el gobierno es el único responsable del desastre económico que se vive.

Sólo “capitalistas verdaderos” cada día ven engrosar sus fortunas a costa de las mayorías y de los trabajadores cada vez con ingresos más reducidos. Tampoco es un secreto que “minorías de enchufados” son también beneficiarios en esta crisis. Pero eso de equiparar a Lorenzo con Diosdado, parece indicar más envidia que otra cosa. Equiparar a la “burguesía rancia”, esa que ha engrosado sus fortunas como nunca en estos 19 años de revolución, con los “nuevos ricos” no indica más que incomprensión de la historia de la lucha de clases. Incomprensión de la historia de un rentismo petrolero centenario, pero que a pesar de sus profundas raíces en estos últimos 19 años parece tambaleante y decadente.

Abordemos, aunque superfluamente, el tema de la inmigración y cómo impacta, más allá de la descomunal campaña mediática de que nuestro país ha sido arrasado por el chavismo en estos 19 años.

No es casual que la “diáspora” que se vive en el país en nuestros días afecte grandemente a la clase media. Clase media que siendo una gran beneficiaria de la “redistribución de la renta petrolera” impuesta por Chávez, nunca estuvo a gusto con el igualitarismo que Chávez profesaba, y despreció profundamente siempre las preferencias de Chávez por el pueblo más llano y los sinceros deseos de Chávez de redimir a ese pueblo históricamente denigrado y excluido.

La clase media profesional, los graduados que “se quemaron sus pestañas”, algunos de ellos incluso en tiempos de Chávez, que no ven satisfechos sus anhelos de ascenso social, no han dudado de emigrar a cualquier destino. Incluyendo a los descendientes de europeos, quienes con “papeles en regla” se han sumado a la masa de inmigrantes que hoy “invaden” a Europa, convirtiéndose en una especie de plaga del siglo XXI que amenaza al viejo continente. No Importa que apenas escasas ofertas de “trabajo precario” encontrarán.

Pero hay que reconocer también que no sólo profesionales se van, también son muchos los jóvenes que perdiendo cualquier esperanza han sido convencidos de que ya ni siquiera vale la pena estudiar, que graduarse aquí de nada vale, que es preferible emigrar y hacer cualquier cosa afuera y ganar dólares por allá. Vender arepas en Perú, ofrecerse como mano de obra barata en Ecuador o en Chile, parece mejor opción que permanecer aquí donde la esperanza de un mañana mejor ha sido alevosamente liquidada.

Así cualquier otro país, menos Venezuela, parece ofrecer posibilidades a quienes han sido convencidos de que sólo cuando este gobierno caiga superará la crisis que vive.

Pero Lorenzo Mendoza no se ha ido del país. Es verdad que rehuyó a asumir la candidatura de la derecha, lo más probable es que los grandes poderes externos no sientan aún la necesidad de recurrir directamente a los ricos como gobernantes en Venezuela, como lo han hecho en Chile, en Panamá y en otros países del continente.
A pesar de la descomunal campaña de descrédito contra Venezuela y contra el gobierno de Maduro, los verdaderamente ricos no parecen preocupados por lo que pasará y lo único que saben es que en estos 19 años sus capitales se han incrementado y siguen creciendo.

Reafirmando que hay una dura crisis económica en Venezuela, es necesario afirmar con contundencia que no es verdad que los niveles de pobreza son abismales. Que el pueblo se muere de hambre, que estamos en niveles similares a los de países del África desolados por hambrunas, conflictos bélicos y pobreza estructural.

La retórica imperial impone, mediante su propaganda, que en el país se ha instalado una dictadura, no importan los procesos electorales ocurridos. Así la descomunal campaña desplegada a través de la maquinaria mediática global sobre la “crisis de Venezuela”, coloca al país como tema de preocupación prioritario. Pero cualquier cosa que se plantea para “ayudar” a Venezuela desde el exterior, pasa por un obligatorio cambio de modelo político y del régimen vigente, despachando de un plumazo 19 años de historia y los cambios políticos que desde 1999 han ocurrido en el país.

Después del intento frustrado de magnicidio, la noticia que ocupa las primeras planas hoy no son de rechazo a quienes apelan al “terrorismo” en Venezuela porque fracasaron estrepitosamente por vías legales y pacíficas, sino la versión de que la “dictadura” que gobierna en Venezuela violenta los derechos humanos de quienes han confesado que ejecutaron un plan para asesinar a un Presidente y derrocar a un gobierno elegido democráticamente.

En nombre de los derechos humanos de los pueblos el imperio, siempre contando con poderosos aliados internos, bombardeó Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc. Los derechos humanos han servido de excusa para invadir territorios, asesinar a mansalva a mucha gente inocente y fueron el gran pretexto que en los años 90 sirvió para desmembrar a Yugoslavia, un país que durante 40 años fue una República Federada integrada por 5 Repúblicas donde confluían diversas etnias y pueblos que en plena “guerra fría” convivieron pacíficamente, pero después de la caída de la URSS y con la llegada del “libre mercado” y empujados por intereses externos, fueron llevados a la barbarie en pleno siglo XX.





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Juan González


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