¿Alguna vez, presidente alguno de los Estados Unidos se había preocupado tanto por la suerte de Venezuela como lo ha estado actualmente: el presidente Trump, que se desvela más por nuestro país que por el suyo que, es como una obsesión premeditada que resalta lo ditirámbico sin retraimiento que, no sé, qué lo facultad a ese estrés de ansiedad que, cuando no sospecha, afirma, y en ese caos existencial nos tiene, o si, o no?
Nuestro verdugo como dictador es Trump más que Maduro y, lo peor es que ese presidente no es venezolano y, jamás ha venido a Venezuela, por lo menos, a comérsela con la vista siquiera y, le dan unos ataques de furia por este país que hasta ganas habrá tenido de invadirla, que tampoco sabemos qué espera, pero en realidad él sí sabe, pues tiene un payaso que le dirige el circo, y sí lo tiene todo a la mano, para acabar con su pesadilla que es el dictador Maduro y, él nuestro salvador, que nadie se lo ha pedido, creo que ni Dios, le habrá dado esa orden, pero se ha tomado la molestia pensante que él es nuestro amo: de las verdes y de las maduras que sufriendo nos tiene y es nuestra luz que no tenemos, es decir, Trump en alguna parte de su sentir, nos ama, ahora, para qué, eso lo sabe solamente, el afortunado Guaidó. Lástima que Bolívar no existe, ni alguien que se le asemeje, porque otro gallo cantaría y con tantas plazas en el país.
Y en ese tormentoso y constante aquejamiento: Trump y su gobierno se nos han convertido en nuestro infierno, un infierno que lo han venido planificando que era en contra del gobierno, y se les ha convertido en un infierno para el pueblo venezolano que, ya no encuentran qué medida, ni qué acciones tomar que cada día nos hace más dependiente como imposición de su abismo, el que han ido ensanchando para acabar con el país y hundirnos en la miseria y en la desesperación, que es lo que han logrado dentro de su insensatez de destruirnos por completo, que no tengamos paz más nunca y vivamos dentro de una guerra psicológica que les ha sido sumamente beneficiosa como la rutina del miedo a su gusto y placer y, toda esa perversidad nos viene como nuestro talón de Trump.
Y él de lo más simpático, nos tiene peor que su patio trasero, pues todos los países de este Continente lo son, unos más que otros, pero el servilismo está a la orden del día y, como castigo, nos imponen lo que les venga en ganas y sin poder quejarnos en ninguna parte si todo lo dominan a través de su maldito dólar y, acá florece como las amapolas, y Trump en guardia permanente como nuestro lucero que nos quiere guiar, y hasta que Guaidó no llegue a Miraflores, no habrá libertad en Venezuela, algo como: corres o te encaramas y, el proclamado, muerto de la risa como boludo gringo.
El Trump es como esos gallos de pelea que cuando domina al otro gallo, le cae a espuelas limpias y, hasta que no lo mate no lo dejará en paz, a no ser que el dueño del otro gallo no pare la pelea y como Maduro quiere seguir, apoyado por la Constitución y las leyes del país, tiene que aguantar hasta que el cuerpo aguante, es decir, hasta que las fuerzas armadas lo decidan, lo que Trump no ha podido quebrar esa resistencia, la que ha querido imponer, y como la gran mayoría de los militares venezolanos son antiyanquis, no quedaran como golpistas, lo que lo lleva a estar en evaluación permanente, pero su mandato no es eterno y no hay mal que se esparza toda una vida y, el trofeo que persigue se le aleja y, alguien se encargará de él que debería ser el mismo pueblo gringo que lo eligió, no para gobernar a Venezuela y, no ha podido.
Así que nuestra rumba sigue, aunque él sea el lobo que nos quiere comer, pero la caperucita roja no se ha dejado y, gracias a Chávez que impuso a Maduro, pero, no a la Trump, sino a la democrática y, Maduro sigue siendo el espejo en donde Trump no se puede ver, allí pierde la imagen -diga lo que diga-por más que nos imponga sus medidas económicas, andamos vivos, resistiendo a su poder que está en veremos, aunque el tenga todo a su favor, su poder es efímero, no es ilimitado y algún día también le llegará su juicio final acá en la tierra y, lo mismo deberá pasarle al tal Guaidó que tiene sus días contados por más que su padrastro Trump lo proteja a lo macho.