La guerra de Donald Trump

Las guerras, los escenarios más estúpidos inventados por seres humanos para resolver problemas, no es algo nuevo, se organizaron hace milenios de años. Se hicieron frecuentes desde la aparición de los imperios, cuando unos pocos deseaban apoderarse de las tierras y de las riquezas de otros pueblos, para esto acudieron a las armas para avasallar, arrasar y asesinar a quienes se opusieran a sus propósitos. Estas luchas prolongadas, por lo general, tienen fines comerciales, unos para inventar y vender armas, otros para apropiarse de rutas comerciales y obligar a los pueblos sojuzgados a comprar los productos que produce el país agresor y también, para robarse las riquezas ajenas.

La historiografía nos revela que estas disputas, en algunos casos, se hacen eternas, dado que tales ensañamientos generan odios entre los pueblos y los pueblos, a quienes se les sustrae parte de sus territorios aspirarán siempre a recuperarlos. Así por ejemplo la historia registra la guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra (1337-1453); la Cruzadas, la guerra impulsada por la Iglesia Católica, la cual duró 400 años (1095-1492), bajo la excusa de conquistar para la Cristiandad los lugares Santos; la guerra de los mapuches y sus aliados indígenas contra los españoles que duró 282 años (1536-1818) y que todavía no ha terminado. Podría seguir enumerando otras, que son profusas, hasta detenernos en el siglo XX. En esta centuria debo destacar la guerra de Corea que duró tres años, la guerra de Vietnam o segunda guerra de Indochina, cuyo fundamento era la reunificación del pueblo vietnamita y que persistió durante veinte años (1955-1975). Imposible dejar de lado el conflicto árabe-israelí que comenzó en el 1947, cuando le fueron arrebatados impunemente la tierra a los palestinos y pasado 73 años no se vislumbra una solución.

Podría seguir enumerando guerras y más guerras a través de la historia y durante todas las épocas. En todo caso, lo único que tienen en común tales aberraciones es la muerte de millones de jóvenes, población civil asesinada, desolación, ciudades arrasadas, monumentos culturales destruidos, odios resentimientos y cuentas bancarias aumentadas de los industriales de la guerra (armas, uniformes, comida, fabricación de barcos, aviones, cascos, cantimploras, lentes, tanques, misiles, bombas y todos los artilugios útiles para matar individualmente y en forma colectiva).

Los responsables de la guerras, por lo general, han sido los grandes imperios, uno aparecen y luego, con el tiempo, desaparecen, pero todos estos han dejado una huella desoladora en la faz de la tierra. Hombres como Ciro de Persia, Alejandro Magno de Macedonia, Julio César de Roma, Fernando de Aragón de España, Napoleón de Francia, la reina Victoria de Inglaterra, Hitler de Alemania, Leopoldo I de Bélgica, Mussolini en de Italia, entre tantos, son nombres dignos de recordar, no por su altruismo, ni su magnificencia, sino por la estela de muertos que dejaron en los países usurpados y la destrucción de culturas, consecuencia de su afán de conquistas, de expansión, para llenar las alforjas y las cuentas bancarias de un grupo de hombres que hicieron y hacen de la muerte un negocio.

En siglo veinte, a raíz del final de la Segunda Guerra mundial, surgió un nuevo imperio criminal, el imperio de EEUU que hasta ahora mantiene bajo la supremacía de las armas mortíferas y las armas de tipo financiero. Esta ominosa potencia dio una señal de lo que es capaz, es decir de su brutalidad, al lanzar dos bombas atómicas (1945) sobre dos pueblos indefensos, Hiroshima y Nagasaki. Más de 300.000 muertos, millares de heridos y ciudades arrasadas son una muestra de lo que un imperio fascista y racista puede concebir, simplemente para comprobar la efectividad de un arma mortífera recién inventada.

La modernidad nos trae nuevos criterios y nuevos métodos para avasallar otros territorios, ya no existen los emperadores perpetuos como Alejandro Magno o Julio César, hoy por hoy se destacan los temporales, los presidentes de USA los que están al servicio de las grandes corporaciones comerciales, industriales, militares y financieras, los verdaderos emperadores. Son estos los que mantienen una guerra continuada contra la humanidad, con el único propósito de apoderarse de las riquezas energéticas, acuíferas, vegetales, metales y piedras preciosas y todo aquello que se pueda convertir en algo para vender. Los presidentes de EEUU son simplemente testaferros, cancerberos de las fortunas de los ejecutivos de las compañías mercantiles.

Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial las guerras en el planeta no han parado. La Tierra lleva 75 años en guerra, cada presidente de EEUU es responsable de unas dos o más guerras y el que los electores reeligen o eligen como gobernante, la continuará. Simplemente porque la economía de USA es una economía basada en la guerra, subsiste gracias a las fábricas de armas que tienen que vender a otros países para que sus habitantes puedan vivir. Y en donde no la hay, ellos la generan, para eso tienen sus embajadas en diferentes partes del globo.

Basta revisar las tres últimas administraciones de EEUU. Las guerras del Golfo se las debemos a los Bush (padre e hijo) al inicio del año 1990, todavía no ha terminado, mientras que en el Oriente Medio existan cuantiosas reservas de crudo. Al republicano George W Bush, el hijo del criminal de guerra, se le debe la invasión a Afganistán y la de Irak, bajo la excusa de combatir el terrorismo. El sucesor del anterior fue el demócrata Barack Obama, a este premio nobel de la paz se le debe ocho años de guerra. Su legado fueron los combates contra Afganistán, Irak, Siria y los ataques contra Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. Al moreno Obama le siguió el rubicundo republicano Donald Trump, en verdad, este si es un verdadero "primor" de presidente. Este papanatas le busca pelea a todo el mundo, a Rusia, China, Cuba, Siria, Libia, Irán, Bolivia, Nicaragua, Yemen, Norcorea y todo aquel país que se niegue a seguir las directrices del FMI y los lineamientos del neoliberalismo. Actualmente, tal como lo hicieron la mayoría de ex presidentes de EEUU, el rollizo Trump acaba de asesinar a general iraní Qasem Soleimani, reconocido estratega militar, líder espiritual y luchador persa contra los terroristas y junto él, en el brutal atentado terrorista murieron otras doce personas. En verdad, al mundo no debe sorprender nada de lo que está ocurriendo, Donald Trump es el operador de las grades transaccionales, tal como lo fueron Nixon, Reagan, los Bush y Obama. Todos estos y otros gobernantes de EEUU, están vinculados con los asesinatos de líderes de todas partes del mundo como Torrijos de Panamá, Sadam Huseín de Irak, Kennedy, Mamuar el Gadafi de Libia, Yaser Arafat de Palestina, Hugo Chávez Frías de Venezuela, sin dejar de lado las decenas de atentados que sufrió Fidel Castro y el más reciente, el pergeñado contra Evo Morales en Bolivia. Estos uno más, como la injerencia en la política en otros países, de los métodos del imperio de EEUU para acabar con los gobiernos que no le son incondicionales.

Modernamente el imperio de EEUU no solo utiliza la guerra brutal de las armas, de la invasión avasallante para sojuzgar a los pueblos, ahora esgrime la guerra económica mediante las sanciones o bloqueos para matar a la población, no con una bala o una explosión con un misil, sino de hambre, tal como se hizo antiguamente, durante la edad media, cuando los invasores durante un asedio criminal impedían la entrada de comida y de agua en las ciudades amuralladas. En la actualidad son varios países las víctimas de la guerra económica, propiciada por diversos presidentes de EEUU y hoy, por el amargado Trump, entre estos, Rusia, China, Cuba, Nicaragua, Siria e Irak (actualmente saqueadas y arrasadas por EEUU), Venezuela, Irán y Yemen. Para eso busca alguna excusa, una mentira para acusar a los presidentes de narcotraficante, terrorista, dictador, lavador de dinero, traficante de personas, asesino, tirano, entre tantos epítetos que utilizan para justificar las viles acciones. Este engendro del mal, el aberrante Donald Trump, carente de experiencia política y por su arrogancia de empresario, está llevado al mundo al caos, a los peligros de la tragedia de una tercera guerra mundial, pensando que la guerra es un juego de Nintendo. Es bueno recordar que en las guerras no las gana nadie, a menos que sea un vendedor de armas.

La guerra de Trump es la misma guerra de Harry Truman, la misma de la canalla capitalista. Por todo lo anterior, recojo y hago mías las palabras de Friedrich Nietzsche, filósofo alemán: "la guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido". Ninguna guerra es buena. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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