Las revoluciones se fraguan cuando y donde hay pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco. En caso de que esto ocurra resurge en el pueblo sentimientos de libertad y, si además, aparece un líder que aprovecha las armas que da la educación para conducirlo, se generará un movimiento emancipador. Aquella (la educación) será no solo un aprendizaje, significa un instrumento de renovación social al servicio de un propósito verdaderamente revolucionario, como es la empresa que debe realizarlo, convertirlo en objetivo y en agente de este proyecto, sin el cual la emancipación no tendría sentido. Y para realizar tal plan, ni el pueblo ni el o los líderes que conduzcan el movimiento necesitarían la aquiescencia o el permiso de un agente extranjero.
La historia enseña a quien desea aprender y quien aprende, debe utilizar tales conocimientos para analizar y extrapolar lo que sucede a nivel local y en el ámbito global. Los movimientos libertadores de América se gestaron consecuencia del oprobio al cual la Corona Española tenía sometido a los colonizados al otro lado del océano. Cuando esto ocurrió fue imposible contener la germinación de hombres y mujeres como Gual, España, Picorneli, Bolívar, Sucre, San Martín, Artigas, Urdaneta, Manuela, Juana Ramírez (la avanzadora), Josefa Camejo, entre tantos y tantas, quienes recogerán las inquietudes y los sufrimientos de un pueblo. El mismo que sirvió para llevar adelante el movimiento que sacó de la ignominia española a millones seres humanos. Evidentemente, estos procesos independentistas se realizaron y llegaron a su objetivo sin la anuencia ni el permiso de otros poderes imperiales. Posteriormente, en los siglos XX y XXI la lucha no ha parado, dado que existen factores externos que desean mantener subyugados a los pueblos. La historiografía nos relata lo ocurrido en Rusia, en China, en Vietnam, en los países africanos, en Cuba y en otras naciones que deben mantener una lucha constante para evitar que grandes potencias, confederadas con avaros consorcios económicos financieros, se apropien de los territorios y de las riquezas ajenas. No cabe duda, la dinámica social obliga el surgimiento de nuevos liderazgo que se opondrán a tales desaguisados, no sin el enfrentamiento para evitar tales despojos.
La misma dinámica social ha trasformado, tanto las nuevas formas de los opresores y las nuevas acciones de los oprimidos. Es notoria la gestión del nuevo imperio, el de EEUU en asociación con usureras corporaciones económicas-financieras-industriales, que pretenden actuar como gendarme mundial para aprobar o desaprobar las acciones de otros gobiernos. Es esto a lo que los países independientes y soberanos deben enfrentar. Da la impresión que los gobernantes de EEUU están facultados por alguna institución globalizada virtual para decidir cuál país es democrático o no, si los procesos electorales se hicieron de acuerdo con los patrones que estos tienen, y en todo caso, parece que en cualquier territorio donde se realice una acción que involucre el sufragio, es prerrogativa del gobierno de EEUU la de aceptar o no los resultados. Entonces ¿dónde queda la autodeterminación de los pueblos y la soberanía de los estados-naciones? Y sobre el artículo Nº 1 de la Carta de las Naciones Unidad que establece que uno de los propósitos de la ONU es "Mantener la paz y la seguridad internacionales y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces y prevenir las amenazas a la paz, y para suprimir los actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o el arreglo de controversias situaciones internacionales susceptible a conducir a quebrantamientos de la paz". Puro bla bla, bla…
Como se ve en el párrafo anterior, el gobierno de Trump no solo viola las leyes y los convenios internacionales, también quebranta la propia ley antimonopolio de EEUU o la ley de Sherman Antitrust para limitar los monopolios. Mediante esta se declara ilegal los trust (asociación financiera de grandes industriales que trata de monopolizar una determinada industria), por considerarlos restrictivos para el comercio internacional. En el entendido que la Reserva Federal es el banco central de los EEUU y el consorcio público-privado que controla la estructura organizativa en la cual participa una agencia gubernamental y que además, es la encargada de fabricar y emitir los billetes o los dólares que circulan en mercado nacional e internacional. Como se sabe, el billete verde es un producto como el papel periódico que sólo puede ser vendido y comercializado por el gobierno de USA, tal mercancía es monopolizada por la referida institución.
El gobierno de Trump decide y acusa a los demás gobiernos de narcoterrorista y tiene alianza con el gobierno de Duque (Colombia), el primer productor y exportador de cocaína del mundo; acusa de terrorista a otros países y su gobierno financia, entrena y dota de armas a los terroristas del Estado Islámico; acusa a los demás países de violar los derechos humanos y envía a más de 800.000 hombre al Golfo Pérsico, pero no es capaz de reformar la sanidad estadounidense que tiene fuera de las servicios de salud a más de cuarenta y dos millones de persona. Ofrece "ayuda humanitaria" a otros países (una forma soterrada de esconder una criminal invasión), a pesar de que miles de personas viven y duermen en la calle en las principales avenidas de New York, Los Ángeles y San Francisco. Acusa a otros gobierno de violador de los derechos humanos y tiene alianza con los gobierno de Israel y con Arabia Saudita que están masacrando a los pueblos de Palestina y Yemen; acusa (sin pruebas) a Maduro de intervenir en las manifestaciones de Colombia, Ecuador, Argentina, Perú y Chile y el secretario de estado de EEUU aparece frente a la cámaras de la tv entregándole un cheque de 80.000.000 $ a la alimaña de Juan Guaidó para conspirar contra Venezuela.
Está claro, el energúmeno rubicundo de Donald Trump no solicita permiso ni a ONU ni a ninguna organización internacional para cometer las tropelías a los que me referí anteriormente. Sin embargo, el gobierno que este preside sigue utilizando sanciones como armas de guerra con las criminales secuelas de su aplicación a diestra y siniestra, ante la mirada impasible de la ONU, OEA, CIDH y todas aquellas instituciones vinculadas con la violación de los derechos humanos.
Ciertamente, la dinámica social ha cambiado rotundamente, al desgraciado Donald Trump ni a los nuevos gobernantes les interesa lo recogido en los libros de los autores de la época de la Ilustración y la Enciclopedia como Locke, Candillac, D’Alembert, Montesquieu, Rousseau y Voltaire, estamos en la era del Internet, de la redes sociales, de gobernar a través del twiteer, donde la educación y la instrucción antes era liberadora. Aquella sentencia donde se resalta que "la educación nos hace libre" perdió vigencia y toma validez la sentencia del conductista Pavlov "dadme una docena de niños sanos, bien formados para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger – medico, abogado, artista, hombre de negocios, e incluso, médico o ladrón…" Esto vale para los presidentes Duque, Piñera, Macri, Bolsonaro, Lenín Moreno, el gafo de Juan Guaidó, entre tantos. Todos estos estudiaron, algunos en universidades estadounidenses y no se convirtieron en hombres libres si no en siervos al servicio del hegemón Donald y muchos de ellos son unos verdaderos ladrones. Para estos se cumple que la esclavitud es la hija de las tinieblas y estos sinvergüenzas son unos esclavos que le solicitan permiso a su amo del norte.
El pueblo de Venezuela no requiere la anuencia o el permiso del gobierno de EEUU para administrar sus riquezas y tomar decisiones soberanas. La época del gobierno del pueblo sin el pueblo ya pasó, ahora estamos en la era del gobierno del pueblo con el pueblo y para el pueblo. Le recomiendo al grasiento Donald Trump que se quede con el mequetrefe de Juan Guaidó y sus correligionarios para ver si le sirven de algo, con la promesa de que nunca nos los regrese. Venezuela no precisa, para empeñar el país, ni de siervos ni de esclavos como Guaidó, necesitamos patriotas que luchen denodadamente y sientan a su patria en el corazón y en el cerebro. Bien lo afirmó el filósofo alemán Schopenhauer: "Cuántas menos razones tiene el hombre para enorgullecerse de si mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación". Lee que algo queda.