Muchos medios de difusión de propaganda pro-imperialista en el mundo pretenden hacer ver que triunfó la justicia con la ejecución de Saddam Husein. Nada más lejos de la realidad, todavía la humanidad se encuentra a millones de años luz de la consecución de una verdadera justicia en el mundo, sino, podemos remitirnos a una prueba de actualidad para no entrar en mucha retórica, el caso más emblemático en la historia reciente es el de uno de los asesinos y ladrones más crueles, como es el caso del “Tirano” Pinochet, quién se burló de la justicia como le dio la gana. A Saddam se le atribuyó la responsabilidad de ciento veinte muertes para su ejecución, pero, más que por los ciento veinte muertos Saddam se merecía ese destino por haberse permitido el ser utilizado por el imperio norteamericano para llevar a cabo una guerra fratricida en contra Irán y que ocasionó millones de muertes.
Todos los seres realmente pensantes en el mundo y que tenemos un criterio claro de lo que ha sido política de todos los gobiernos de los Estados Unidos, sabemos que Saddam fue un instrumento de ese imperio que una vez que cumplió sus objetivos resultó un desechable más, al igual que ocurrió con Noriega en Panamá y así muchos otros. Es por ello que no se puede hablar de justicia, en lo que se refiere al final de Saddam, todavía está por verse si habrá justicia en el caso de Bush y su séquito, que han asesinado a miles de inocentes en el mundo y que de alguna manera parte del pueblo de los Estados Unidos ha sido cómplice en esos hechos, bien sea por acción o por omisión, porque si estamos claros que muchos de ellos han sido engañados y manipulados por los medios de difusión al servicio del imperio, por lo menos deberían preguntarse, porque son tan odiados en el mundo.
El primer paso para lograr una verdadera justicia en el mundo deberá ser la caída del imperio norteamericano y para una verdadera autodeterminación de los pueblos. Una de las cosas que en Latinoamérica, la gente tiene que terminar de entender es, que en Europa no existe la miseria que aquí vivimos, primero porque los europeos se valieron de nuestros recursos para alcanzar su desarrollo y segundo que ellos los países europeos nunca han estado subyugados o intervenidos por ninguna potencia, salvo en el caso de la Alemania Nazi que realmente no tuvo el tiempo ni la oportunidad para someterlos en virtud de que cuándo ellos ocuparon esos países de Europa ya se estaba desarrollando una guerra que no se los permitió. Si América Latina deja pasar esta gran oportunidad para lograr una verdadera justicia o por lo menos lo más parecida a ella que se pueda, lo lamentaremos para el resto de nuestra existencia.