En el siglo pasado (al que Eduardo Galeano llama “El siglo de la Muerte”) en el año de 1919, la anarquista norteamericana Emma Goldman reconoce que los Estados Unidos no están en capacidad de mostrar al mundo un rostro civilizado, respetuoso de la vida y la dignidad humana, por ello exclama “realmente, siendo tan pobres en democracia ¿cómo podemos dársela al mundo?”. Pregunta que espera todavía una respuesta. Fue llamado el “Año Rojo” por los violentos disturbios que por motivos raciales se suscitaron. Los negros, para salir de sus ghetos de miseria a los que estaban condenados a habitar, teniendo gran cantidad de espacios prohibidos, decidieron ir a la guerra a defender una Democracia que no conocían, una palabra que no podían escribir. Fueron también a ganarse el derecho a tener un espacio y un derecho igual en ese inmenso país. Como lo siguen haciendo hoy negros y latinos contra Irak, bajo la esperanza de que sus familiares sean mejor tratados, puedan tener acceso a salud, trabajo y educación y no los expulsen por “Ilegales”. ¡Así cualquiera hace guerra, con hijos de vientres prestados!. Pero sucedió que al volver (en la segunda Guerra Mundial), los que sobrevivieron, en la postguerra contribuyeron a agudizar la competencia por el trabajo y reforzar la tensión social, convirtiéndose en víctimas de los intolerantes de raza blanca.
LA PRENSA contribuyó a fomentar el odio contra los negros, narrando historias espeluznantes donde eran violadores, bandidos, gente digna de toda desconfianza y fácil de agredir porque se lo tenían merecido. Ya sabemos la despreciable fama que adquirieron los miembros del Ku Kux Klan, con su capucha blanca y sus terribles antorchas en la mano, cómo mataban y quemaban a sus víctimas. Se quemaban viviendas enteras de negros en los barrios blancos y se les linchaba en plazas de Blancos como la de Altamira.
Ya sabemos suficientes noticias de esta historia como para venir a repetirlas. Por otra parte, las mujeres de los blancos suspiraban ante la cadencioso ritmo del jazz y de la fogosa actividad de los negros, a quienes buscaban como amantes furtivos. Este era también un motivo suficiente como para que los blancos mantuvieran siempre llena su copa en la fuente de odio.
gabrinadja@yahoo.com