La Conferencia Episcopal Venezolana, sínodo de la iglesia católica, de nuevo vuelve a manifestar "su preocupación" por las manifestaciones de deterioro de la sociedad venezolana. Y hace, no sin dramatismo, un simple diagnóstico de ésta, pero no se atreve entrar a señalar las causas profundas de esos males y menos a apoyar las reales soluciones.
Uno se asombra de esta manifestación, no de ignorancia, porque de eso no se trata, pero si de falta de coherencia con el compromiso con Cristo, la iglesia católica y su feligresía. Para ellos, el asunto pudiera resolverse si el gobierno y "los órganos de seguridad ahondan, más de lo que están haciendo", como dijesen en la "Exhortación Pastoral Unidos en la justicia y la rectitud", según "Últimas Noticias", del día 11 próximo pasado.
De acuerdo con esa frase encerrada entre comillas, a los Obispos les gustaría que el gobierno se empantanase en la represión.
¿Qué otra cosa significa el llamado a los "órganos de seguridad", la policía, dicho sin eufemismos, no al Estado, a que hagan más, sino una disimulada incitación a reprimir?
Si esa fuese la forma de acabar con el delito, la sociedad capitalista mundial, no sufriese de esa secuela. Porque si algo hay verdadero, es que el capitalismo, particularmente el de la periferia, de por sí genera miseria, delincuencia y es esencialmente represivo en todos los órdenes. Pero esas autoridades de la iglesia venezolana, suelen pasar por alto esos detalles, en virtud de los compromisos a los cuales generalmente van atados. Es natural que en esto, como en todo, haya sus naturales excepciones.
Bien enterados están de las circunstancias que generan el delito y conocen los rostros de quienes multiplican la pobreza. Más que muchos de nosotros, han podido identificar los mecanismos, normas, valores culturales, procedimientos y hasta leyes, que recrean la pobreza e incuban el delito. Y hasta conviven y comparten con quienes prodigan la miseria.
No desconocen las bases materiales y culturales que promueven el negocio de las drogas que, en última instancia, hace víctimas inocentes a los más pobres.
Pero, en su "Exhortación Pastoral de justicia y rectitud", optaron por ignorar lo que bien saben sobre esos males. Más todavía, por supuesto, los esfuerzos de carácter social, inversión, programas y misiones que en Venezuela reducen la pobreza. Prefirieron regocijarse en las carencias que todavía persisten.
Pero no tuvieron temor de Dios al pedir al gobierno que desenvaine la espada, justamente a quien en todos los rincones y tribunas acusan de dictatorial y represivo. ¡Vaya contradicción y confesiòn!
Parecieran estar interesados en que Chávez pise el peine y dé una bandera a las fuerzas de la oposición, a quienes los obispos, siendo aquellos unos "muy buenos cristianos", se "verían obligados" a respaldar.
¿Por qué no solicitan al gobierno, al Estado, que acelere las medidas para acabar con la especulación, la usura de la banca, la creación de escasez artificial para ganar más y crear inestabilidad política, delitos en los que está complicada la oposición? ¿Por qué no declaran la guerra al latifundio, las ganancias pecaminosas de unos cuantos empresarios? ¿Cuál razón les impide denunciar como antes, a dueños de medios con nombres y apellidos, por la promoción de valores que incitan la delincuencia, prostituciòn y hasta el consumo de drogas?
Los obispos no se atreven a defender de manera frontal el cobro de matrículas especulativas en unos cuantos colegios privados; por supuesto, a esa deleznable conducta tampoco censuran, pero si usan un lenguaje enrevesado y con doble piquete, como cuando solicitan al gobierno favorecer el diálogo con las entidades educativas porque, como acostumbra a expresarse Perogrullo, "una educación de calidad es fundamental para el desarrollo sostenido del país". Lo que en el fondo no es más que una mal disimulada manera de solidarizarse con los empresarios del negocio educativo.
Es decir, los obispos prefirieron ignorar las causas estructurales y culturales del cúmulo de problemas. Pero ven en la represión al pueblo la fórmula adecuada; por eso esperan que los "órganos de seguridad", se pongan en movimiento, pero para reprimir la pobreza. Pero ¡siga la guarimba y el saqueo de los de cuello blanco!
Claman "por el respeto a las diferencias, la apertura a los otros" y hasta por los valores humanos. Eso está muy bien; nosotros también firmaríamos por estas cosas. .
¿Por qué, si están interesados en la paz y la concordia como claman, no dijeron nada que tranquilice y desagravie a una buena parte de los venezolanos, por el gesto del sacerdote que en una iglesia del Estado Carabobo, ofició misa colocando la bandera nacional al revés lo que no es más que es un discurso opositor y un enrostrar sus diferencias a sus fieles?
¿Por qué los obispos, que hablan del "deseo de vivir según la Ley del amor", pecan cuando callan y permiten cosas como esa de la interrogante anterior y otras que frecuentemente se denuncian?
La iglesia es de todos, no es un partido político de la izquierda pero tampoco de la derecha. Ni el templo puede ser casa de partido.
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