UNASUR, OEA y la derecha internacional

¡…lo que viene es fandango! O como dicen los cubanos: ¡esto se está poniendo bueno, camarada! Y ya respondió el Imperio: “Bolivia y Venezuela son unos “bushistas” traficantes de droga y los descertifico” (el camarada tejano, como niño malcriado, dixit). Esa son las primeras consecuencias del Imperio y no por los acuerdos alcanzados por los Presidentes de Suramérica presentes en la Cumbre de UNASUR, celebrada en Santiago de Chile, convocada por la Presidenta pro-tempore de UNASUR, la señora Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que de por si son muy importantes sino por lo que en realidad significa para el Imperio el carácter independiente del novel organismo continental de la UNASUR ajeno a las presiones de Washington. Es necesario señalar que de los dos socios suramericanos congéneres de los Estados Unidos de América, no asistió el señor Presidente del Perú, Alan García, por obvias razones de Estado. Le recordamos a los lectores(as) que sobre la mesa de diferencias limítrofes continentales, está presente la reciente declaración del Perú sobre los límites acuíferos entre Perú y Chile y la correspondiente respuesta de la Cancillería chilena. El otro país deberá tomar decisiones de Estado con relación a las instalaciones militares norteamericanas de un sistema de radares instalados en su territorio patrio similar al sistema original ya instalado en Asia oriental (Japón, Corea del Sur, Australia) y su copia similar instalada en la República Checa y Polonia.

Las múltiples expresiones triunfalistas continentales de los colectivos revolucionarios son dignas de alegría política. UNASUR ha logrado demostrar, al mundo entero, que su constitución como organismo suramericano puede ejercer sus funciones globales continentales (incluidas las militares), independientemente, de las razones que la llevan a reuniones oficiales urgentes cuando dichas situaciones particulares surjan en nuestro continente suramericano. La Presidenta pro-tempore de la UNASUR, Michelle Bachelett, ejecutivamente, ha ejercido su autoridad, conferida oficialmente por los países-miembros, al convocar, con carácter de urgencia, a una reunión de Presidentes de los países miembros para tratar y afrontar los retos inmediatos que han surgido en la caótica situación política y económica que ha desarrollado la derecha internacional y nacional en Bolivia en fechas recientes con un número elevado de campesinos asesinados, en un intento de golpe civil contra el Presidente boliviano, Evo Morales, y el estrangulamiento de la distribución de alimentos buscando el caos total (¿teoría del caos?). La reunión ha alcanzado los acuerdos que son de conocimiento público de todas las sociedades de Suramérica, particularmente, la de los miembros de los pueblos originarios de nuestras sociedades continentales y, especialmente, los originarios bolivianos(as); en ese contexto, al acordar los acuerdos, la UNASUR, a diferencia del Imperio español y sus acólitos religiosos, afirmó la realidad de la existencia de los pueblos originarios con sus derechos humanos y aseverar, sin transcribirlo en texto, que esos pueblos originarios si tienen “alma” lo que significa, por tanto, que también son criaturas creadas por Dios y que tienen todos los derechos humanos que están impresos en las normas del Creador (El Decálogo). Es necesario exponer lo expresado ya que el “racismo militante” de los dirigentes de la Media Luna se ha hecho evidente, físicamente, con las actitudes de violencia terrorista que se ha manifestado en esos “departamentos” controlados por el “fascismo” boliviano con apoyo evidente del alto representante diplomático de la Casa Blanca ante el electo democráticamente Gobierno boliviano y ratificada su legitimidad y legalidad y que preside el Presidente Evo Morales. Hay, así mismo, que señalar, por razones históricas, que en todo el continente americano se manifiestan, claramente, dos teologías: la autóctona, la de todos los pueblos originarios de todo el continente americano, desde Alaska hasta la Patagonia. Y la teología proveniente y traspasada desde Europa al continente americano, la judeo-cristiana, que, a excepción de la Teología de la Liberación, se ha quedado en los tiempos históricos de la “conquista y las tesis cristianas del siglo XIX”. En el marco de esa realidad objetiva, se debe rescatar lo que expuso en sus investigaciones y análisis el escritor norteamericano, Lewis Morgan, cuando demostró la consanguinidad entre los pueblos del sureste asiático y los pueblos originarios americanos. Estos elementos de análisis podrían sustentar con mayor profundidad las tesis telúricas teológicas de la relación entre las expresiones religiosas asiáticas mongoloides y las del continente americano.

UNASUR aun que los lenguajes oficiales sean “diplomáticos”, le ha dado un “portazo” a la Organización de Estados Americanos, organismo continental con fuerte y evidente influencia anglo-sajona. No es una actitud de rechazo hacia la persona del Secretario General, José Miguel Insulza, ni, hacia los oficiales de la burocracia de la OEA; pero, quizás, si haya una manifestación de desagrado hacia su declaración sobre la “no intervención” en Bolivia ya que ello suena más a temores manifiestos del Poder (Mûller Rojas dixit) y los de la Casa Blanca al ver desplazadas sus políticas intervencionistas del siglo XIX implícita en los contenidos de las tesis del “backyard” y el “big stick”. Ha sido una reunión de un solo escenario: el de la UNASUR. El invitado de honor a la reunión de la UNASUR ha sido el respetable Secretario General de la OEA como representante de todos los países del continente americano. Su presencia le obliga a elevar el informe correspondiente de las discusiones y acuerdos alcanzados por los Presidentes asistentes a la reunión de la UNASUR a los estados-miembros de la OEA, es decir, los países Centroamericanos; El Caribe; Canadá y los Estados Unidos de América. Pero será solo eso: el informe oficial y obligado del Secretario General de la OEA; ello significa que la UNASUR, evidentemente, no aceptará ninguna interferencia ajena a los miembros de su seno y, respetuosamente, conocerá de cualquier documento oficial que la OEA considere aprobar para definir la situación objetiva que se ha desarrollado y se vive en Bolivia, pero, probablemente, no aceptará ningún tipo de intervención de ese organismo continental excepto aquello que tenga a bien aprobar el propio Gobierno de Bolivia. En última instancia, el camino de las contradicciones entre la UNASUR y la OEA, o para expresarlo en otros términos, las asimetrías en “pleno desarrollo”, han comenzado a surcar las vías diplomáticas, aun a disgusto de ciertos gobiernos continentales, podrían agravarse con la incorporación de estados soberanos de Centroamérica y El Caribe según ya lo ha sugerido el Presidente de Ecuador, Rafael Correa. Comentado en otros términos, UNASUR podría, en un futuro, demostrar la existencia de dos continentes en el llamado continente americano; ello traería, como natural consecuencia, diferencias en las políticas globales de los dos bloques de poder, según sus propios intereses, con asimetrías temporales, que podrían buscar, en función de la democracia y la paz continental, la complementariedad en, probablemente, periodos de tiempo a mediano plazo.

Ideológicamente, la UNASUR ha surgido como institución suramericana del campo de las ideas suramericanas; podríamos decir, con las disculpas correspondientes como venezolano, de las sugerencias, en y con humildad, dadas por El Libertador, Simón Bolívar. UNASUR representa, en última instancia, esa respuesta a la advertencia de Simón Bolívar sobre las actitudes y acciones que desarrollaría “el país del Norte” hacia los países al sur del rio Bravo y cuya praxis se desarrolló, en profundidad, a partir de la segunda mitad del siglo XIX como es de conocimiento público. Las tesis del “big stick” y del “backyard”, en su proceso histórico conocido, se conjugaron, obligatoriamente, en las exigencia de las realidades de progreso del sistema capitalista en el continente americano del siglo XX, con la creación de la Organización de Estados Americanos –OEA- que ha tenido, en demasiadas oportunidades, diríamos nosotros, una vergonzosa actuación para los pueblos latinoamericanos y caribeños como, por ejemplo, lo sucedido en Punta del Este, en enero-febrero de 1962, con la expulsión de uno de sus estado-miembros como lo es Cuba, con la aplicación de la “Doctrina Betancourt” y los visos primarios del proyecto social que representaba la Alianza para el Progreso.

El desarrollo de las contradicciones de los objetivos que busca alcanzar la UNASUR con respecto a los propios de la OEA llevará, necesariamente, a definir los “objetivos e intereses” de todos y cada uno de los países de Suramérica frente a las probables imposiciones que surgirán del seno de la OEA producto de las presiones que ejercerán, en sus tiempos, los diferentes gobiernos norteamericanos según las situaciones políticas que vayan surgiendo en el continente americano con los procesos revolucionarios, democráticos y pacíficos, en sus variables políticas, económicas y sociales e inclusive ideológicas. Hemos conocido, gracias a la Historia de América, como las actuaciones de la OEA no han estado apegadas a los derechos fundamentales de los pueblos y gobiernos americanos. Hemos conocido que las resoluciones que han surgido del propio seno de la OEA nunca han condenado “golpes de estado”, “masacres” ejercidas en nombre de la Democracia burguesa continental; no han habido condenas por las violaciones de los Derechos Humanos cuando el señalado es aquel que mantiene económicamente el día a día de la OEA. Pareciera que el futuro de la OEA va por el mismo caminar que aquella TIAR. En el marco de esas inevitables realidades políticas, estas contradicciones entre la UNASUR y la OEA, se desarrollarán y se acelerarán con la futura y muy posible incorporación de los gobiernos soberanos de El Caribe y de Centroamérica a la UNASUR.

¿Cómo se desarrollará esa contradicción entre la UNASUR y la OEA?

Es lógico que los Estados Unidos de América ejerza sus políticas de presión en el seno de la OEA como también y, al mismo tiempo, a nivel de las relaciones bilaterales, con los diferentes gobiernos del continente americano para así evitar la preeminencia de la UNASUR sobre la OEA; dicha preeminencia significaría que la UNASUR asumirá las discusiones de las situaciones políticas, sociales y económicas que surjan producto de las presiones que desde Washington se ejerzan sobre los gobiernos soberanos como ya se ha evidenciado con la reunión de Santiago de Chile; en ese contexto, los Estados Unidos de América busca evitar que la UNASUR asuma las decisiones de las políticas que busquen la consolidación de un bloque regional que, ejecutivamente, alcance soluciones globales para los objetivos y soluciones de sus propios intereses que son ajenos a los intereses del Imperio.

Los países miembros de la UNASUR deberán, con objetividad, conocer las realidades que se están desarrollando en el seno de los Estados Unidos de América. El “país del norte” está en una profunda crisis interna que afecta, objetivamente, sus relaciones globales con todos los países del mundo y, particularmente, con los países al sur del rio Bravo. La crisis norteamericana está circunscrita en lo social (desempleo, crisis familiar, droga, delincuencia, tratamiento a los emigrantes); financiera (crush: “black Monday”; quiebra posible de más de 117 bancos a lo largo y ancho de la Unión); económica (caída abrupta en el consumo y en los servicios, medio ambiente); ideológica (entre el “libre pensar” y el “conservadurismo religioso”; es decir, Barack Obama versus John MacCain). El análisis profundo de estas realidades que afectan al Imperio es de necesaria obligatoriedad política. Se debe mantener presente que la sicología política del Imperio y su expresión imperialista obliga a comportamientos irracionales como los que se están viviendo con la invasión a Afganistán e Iraq; las promociones y participaciones en revoluciones “arco iris” que están desarrollando la crisis geopolítica en Centro Europa; las permanentes acusaciones “fabricadas” contra gobiernos que buscan sus expresiones nacionales como son los casos de Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Venezuela y pare usted de contar. No se trata, solamente, de las necesidades de energía cotidiana del Imperio sino, también, en última instancia, la realidad que significa ser el Poder Imperial global.

Como bien dice un importante revolucionario venezolano: “…la pelea es peleando…”

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Miguel Ángel del Pozo


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