En los Estados Unidos, la demanda de energía crece más rápido que la oferta, por lo que Washington se ve obligado a importar materia prima de origen fósil para cubrir este déficit. Esta situación es especialmente dramática en el caso del petróleo, esencial para mantener en funcionamiento la industria, el transporte terrestre y aéreo, las guerras, etc. El petróleo representa el 35 por ciento del total del consumo de energía en ese país.
El petróleo y el gas, clave en la geopolítica de Estados Unidos. En gran medida, la geopolítica yanqui, está signada por el Plan Nacional de Energía (PNE), presentado por el presidente George W. Bush el 17 de mayo de 2001. En este Plan se establece un incremento del 50 por ciento en el consumo de petróleo proveniente del extranjero. También se sostiene en el mismo, la urgencia de asegurar el suministro exterior. Para ello, las empresas estadounidenses tendrán que trabajar estrechamente con los productores foráneos para aumentar la producción anual de petróleo y, de esta manera, incrementar las reservas del país.
Según los especialistas en seguridad, el problema es que, muchos de estos países están ubicados en ‘zonas conflictivas’. Esto obliga al gobierno estadounidense proporcionar a estas naciones ‘seguridad’, incluso con el despliegue de tropas. Por lo tanto, la prioridad de la política exterior estadounidense consiste en impedir a toda costa guerras de larga duración y las revoluciones deben ser abortadas rápidamente con el objeto de no cortar el suministro de petróleo.
En ese contexto, Suramérica, por sus reservas energéticas y por su cercanía geográfica, es una de las regiones que está expuesta a la garra sangrienta de Washington. Bolivia y Venezuela, no sólo están en la mira del imperialismo estadounidense, por sus reservas energéticas, sino por sus procesos de emancipación económica y política. Venezuela, es un país, con grandes reservas de petróleo y gas. Mientras que, Bolivia, es el segundo país con reservas de gas en Suramérica.
¿Cómo ha dominado el capitalismo imperialista, por más de un siglo, a Suramérica?
El capitalismo es un modo de producción que se basa esencialmente en la producción de mercancías y en la explotación despiadada de la clase trabajadora a manos de un pequeño grupo de la sociedad, la burguesía o los capitalistas. El dominio de la burguesía sobre los trabajadores es garantizado por el Estado que es el instrumento por el cual una clase impone su dominio sobre otra. En el Estado capitalista se protege los intereses de la burguesía mediante los aparatos represores y el aparato ideológico del estado burgués. El aparato ideológico –educación, familia, iglesia, medios de comunicación, cúpulas sindicales y políticas reformistas, etc.- garantiza la difusión de los valores e ideología de la clase burguesa con el objeto suavizar la contradicción fundamental de la sociedad dividida en clases: la lucha de clases. En la fase monopolista –o imperialismo-el capitalismo actúa como la fuerza más reaccionaria frente a los pueblos colonizados.
Cuando la lucha de clases se mantiene en un nivel que no atenta contra el capitalismo, la burguesía domina mediante la democracia burguesa. En estas circunstancias el aparato predominante es el ideológico. En cambio, en períodos revolucionarios, cuando no es posible ningún arreglo pacífico entre la clase trabajadora y la clase burguesa, ésta apela a acciones eminentemente fascistas. En un período revolucionario, la clase trabajadora tiene muchas oportunidades para tomar el poder, destruir el Estado burgués y transformar la sociedad. Lo logrará si los trabajadores han abandonado direcciones reformistas y si cuentan con un partido revolucionario de masas.
Actualmente, el imperialismo estadounidense representa un sistema fuertemente articulado de las fuerzas de los monopolios y del poder del Estado en un solo mecanismo destinado a enriquecer a los monopolistas, a reprimir los movimientos de trabajadores, a desarticular las luchas de liberación nacional en distintas regiones de la tierra, a defender el modo de producción capitalista imperialista y a desencadenar guerras de agresión contra los pueblos, con el fin de apropiarse de sus recursos naturales y mantener la hegemonía mundial.
¿Qué instrumento usa el imperialismo para exterminar los movimientos de emancipación?
El fascista. El fascismo es un instrumento político-militar de destrucción que utiliza el gran capital, cuando ocurren períodos revolucionarios y cuando la capacidad de lucha de la clase trabajadora y del movimiento campesino abre el camino para tomar el poder político y transformar la sociedad. El fascismo se basa en un movimiento de masas organizado paramilitarmente, formado por los grupos más reaccionarios de la pequeña burguesía, elementos desclasados de la clase obrera y lumpenproletarios.
En fin, el imperialismo y las burguesías nacionales se deciden por la opción fascista cuando la supervivencia del capitalismo se encuentra en peligro, es decir, cuando entran en escena los movimientos revolucionarios de trabajadores y de campesinos. La misión de los grupos fascistas es dominar la calle, causando terror con sus acciones: palizas, asesinatos, atentados, saqueos, desestabilización de la economía, etc. Para finalmente, derrocar el gobierno contrario a los intereses del imperialismo.
¿A Venezuela y a Bolivia les llegó el momento de derrotar el fascismo e instaurar el socialismo?
En Venezuela y en Bolivia los intereses del sistema monopólico petrolero y el Estado yanqui, no están debidamente resguardados, dado que, las políticas económicas de ambos gobiernos tienen corte nacionalista. Estos gobiernos no aceptan que los recursos energéticos estén bajo el control exclusivo de las transnacionales petroleras. Además, los pueblos -boliviano y venezolano- se han cansado de la prepotencia del ‘buen vecino’ del norte. Demasiado tiempo han observado el contraste que ofrece sus míseros ranchos con los palacios de los burgueses. En este momento, decenas de millones de trabajadores suramericanos, cuyos brazos crean riquezas inmensas, exigen alimentarse, reclaman aprender a leer y a escribir y, finalmente, exigen enviar a sus niños y niñas a la escuela y gozar de los servicios de salud modernos. Este despertar de los oprimidos, ha obligado al Estado Imperial activar planes que albergan como metas fundamentales: el magnicidio, el golpe de Estado, la guerra civil, la intervención militar y la instauración de gobiernos proestadounidense en Venezuela y Bolivia.
La victoria del imperialismo estadounidense, en cuanto a la instauración de un régimen bonapartista con rasgos fascistas, significaría, en consecuencia, la muerte de una gran parte de los hombres y de las mujeres revolucionarios que luchan y resisten los zarpazos del imperio. De esta manera, mantendría el coloniaje, no sólo en estos países, sino también en América Central y en América del Sur. Es una necesidad pues acabar con las acciones fascistas dirigidas por el imperialismo y las burguesías secuaces de Suramérica, que tienen como objetivos asesinar a los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales y acabar con los procesos de cambios que se llevan a cabo en Bolivia y en Venezuela. La desarticulación de los planes fascistas descansa en la movilización popular y en la activación de las milicias populares, acciones que podrían abrir las puertas para dar un salto cualitativo en el transito del capitalismo al socialismo en estos países. No hay otro camino. Pero, esta tarea no puede llevarse a cabo por métodos pacíficos, mediante negociaciones y ruegos. Y no es porque los revolucionarios lo quieran así, sino porque los capitalistas monopolistas no entregaran el poder económico y político de forma pacifica. En definitiva, se logrará la derrota de las burguesías nacionales, agudizando la lucha de clases, no dando concesiones a estas burguesías, desenmascarando y encarcelando los corruptos, propulsando la unión de los pueblos latinoamericanos y luchando por la América Central y la América del Sur socialistas. Sólo así, se estructuraría una fuerza lo suficientemente potente como para luchar contra los imperialismo estadounidense y europeo.
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