Si no fuera porque estamos hablando del Presidente de un país que acaba de mandar 30 mil soldados más a Afganistán y tiene secuestrado a Haití con una invasión pasiva de más de 10 mil marines, diría que Obama se está anotando en la lista de los mandatarios revolucionarios del continente. La frase dirigida a los banqueros, "si quieren pelea, la tendrán", parece más bien una salida chavista. Casi que uno hasta se ilusiona.
La Bolsa de Nueva York se cayó tan pronto Obama dijo que se hace necesario limitar el tamaño de los bancos y que éstos se restrinjan a lo suyo en lugar de hacer grandes y riesgosas inversiones, con plata ajena, por supuesto. El anuncio del sorpresivo "paquetazo yanqui", agarró desprevenido a más de uno.
Ya las encuestas habían anunciado que el Presidente arribó a su primer año con un notable descenso en los altos índices de popularidad con que llegó a Washington.
No era para menos. Los gringos, tan inclinados siempre al vedetismo, habían comprado con mucha facilidad la esperanza de que un negro demócrata sería una carta que los podía sacar del hueco al que los había mandado Bush. Así que Obama comenzó a descender tan pronto había subido.
La escalada de promesas incumplidas, desde la que aseguraba el cierre de la cárcel de Guantánamo hasta la que hablaba del fin de las guerras que había iniciado su propio imperio, terminó por pasarle una factura de creciente impopularidad. Por eso no extraña que muchos hayan calificado de "populistas" los planteamientos que formuló y que al mercado tenían que sentarle mal: hablar de ponerle freno al capital en la cuna del capitalismo, resulta poco menos que una herejía. Es como mentar al diablo en la casa de Dios.
De todas formas, no nos caigamos a embustes. Las propuestas de Obama tienen que pasar primero por el filtro del Congreso antes de convertirse en medidas, y ya sabemos que los demócratas acaban de perder su preciosa mayoría en el Senado con los votos que el galán Scott Brown obtuvo en Massachusetts, para reemplazar la vacante dejada por Ted Kennedy. En otras palabras, la estrategia es inteligente: Obama quedará bien con su pueblo y los bancos permanecerán como están.
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Mariadela Linares