A María Corina le empalaga el drama. Dejó a SÚMATE entendiendo; renunció a su consecuente aspiración de hacer de árbitro ilegal y con la publicidad allí ganada, optó por lanzarse al ruedo electoral. Ahora quiere ser el muerto en el entierro y no sacerdote que suministre los santos óleos.
Se percató que los partidos opositores se amorocharon por ahora y como los candidatos son muchos para la cantidad de diputados que se eligen y sobre todo salidores, decidió presentar su candidatura a las primarias, por las migajas. Pero esto implica para ella un retroceder, recoger sus palabras. Hasta ahora había dicho y hecho todo por desacreditar al Consejo Nacional Electoral (CNE). Justamente con ese fin creo a SÚMATE y se dedicó a promover a través de esa caja registradora, la idea de tomar un camino distinto a lo electoral para arribar a Miraflores. Sus números, no arrojados en las urnas, sino en laboratorios de la guerra sucia, siempre negaban las cifras oficiales para promover un deslave.
Hasta acudió a una reunión con Bush, de lo que quedó una toma fotográfica, en la cual sus rodillas compiten con el acontecimiento mismo y la cara de aburrimiento de quien fue jefe en la Casa Blanca. Era el momento de cuando los opositores, empezando por ella, empeñados estaban en que se nos aplicase la guerra preventiva y nos enviasen una manada de marines a reponer “el orden” que ellos siempre gozaron y hasta usufructuaron. Sus rodillas y la cara del presidente gringo, sugieren un drama de folletín.
Por esa afición a lo dramático, no sólo renunció a su organización subversiva del alma, su hija predilecta, lo que en sí es un drama, sino que se lanzó de candidata a las primarias de la oposición; es decir, convalidó que se desechase a SÜMATE. Y presentó su opción justamente en las puertas del Poder Legislativo. Y allí en su discurso dio por un hecho que entrará por la puerta ante la cual se plantó, no de visitante, sino ungida como miembro del cuerpo. No fue capaz, como primera accionista, de ofrecerle a sus panas de la oposición una rebaja sustancial por los servicios electorales de SÚMATE, de manera que los comicios les saliesen a precios solidarios.
Al contrario, como todo comerciante que se respete, se dijo así misma, para que nadie se enterase de sus malos pensamientos y espíritu mercantil:
“No importa que esa mercancía allí se pudra, pero no la voy a regalar”.
En su discurso, no ante la “Mesa de la Unidad”, donde debió presentar su candidatura, tratándose de una elección interna opositora, sino en las puertas del Capitolio, ofreció que rescatará el Poder Electoral para que se apliquen reglas justas para las próximas elecciones presidenciales. Era una manera de ambientar su emotiva novela.
Es decir, María Corina para profundizar el drama, no cree en el juez que sus compañeros de ruta han escogido para administrar sus elecciones, porque es injusto, pero competirá. Ya saben ustedes, si no gana, es porque fue víctima de una injusticia. El drama sube de tono. Algo como la niña pobre despreciada por los linajudos padres de su amado.
Pero Corina, como los buenos dramaturgos, le dio un tono hondo a la tragedia.
Dijo que luchará por sus hijos, los de ellas, los nuestros y los de todos que se ven obligados a salir del país en busca de la vida. Ya no es que Chávez nos quitará los hijos sino que a éstos obligará irse a Miami.
Olvidó María Corina, que hasta Ravell, sin necesidad de ello, envió sus hijos a vivir a Estados Unidos. Por eso su nieto, para su orgullo, es un “gringo papeado”. Que los miembros de la clase a la que ella pertenece, desde los tiempos de la cuarta república y antes también, han vivido con un pie aquí y otro allá. También que esta tierra no es Centroamérica o Colombia, donde los pobres se van por los caminos verdes empujados por el hambre.
Desde antes que apareciese Chávez, los del mundo de María Corina, no conciben vivir aquí porque es una raya y cosa indigna. Esto es muy chimbo. Les pesa tener que hacerlo cuando sus intereses lo imponen. Pero apenas tienen un tiempo libre salen, hasta sin solicitar dólares a Cadivi ni hacer colas para comprar un boleto de avión. Eso es balurdo.
¿Por qué entonces a María Corina le desgarra el alma ver sus hijos y los hijos de sus amigas y compañeras irse, si sarna con gusto no pica?
El drama terminó, hizo su catarsis, le dio un emocionado “hasta luego” a SÚMATE y corrió a un aeropuerto privado a tomar el avión que le llevaría Miami a pasar la octavita de carnaval con los suyos.
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