Bolívar trazó siempre límites bien definidos entre Norteamérica e Hispanoamérica, marcando las diferencias sustanciales de su historia, cultura, ideales, sistemas de valores y construcción de modelos propios. Ello no significaba que tuviese una actitud despectiva hacia el pueblo norteamericano, (Bolívar se llegó a referir al pueblo norteamericano como “el más libre y más bien constituido del universo”. Doc. 866) pero creía que los pueblos de Latinoamérica debían partir, en su construcción estatal tras la conquista de la independencia, de las condiciones concretas y particularidades de sus países. Por eso desechaba sus pretensiones de tutores y consejeros. También criticaba a quienes pretendían trasplantar mecánicamente las instituciones norteamericanas a los Estados nacientes.
El 16/1/1827 le escribe al General Antonio Gutiérrez de la Fuente: “Se quiere imitar a los Estados Unidos sin considerar las diferencias de elementos, de hombre y de cosas”. "Nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte", afirma en el discurso de Angostura. Lo enfatiza cuando dice: "Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación americana, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados, tan distintos como el inglés americano y el americano español"; que “...sería muy difícil aplicar a España el Código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra”; que “...aun es más difícil adaptar en Venezuela las leyes de Norteamérica”; que “sería una gran casualidad que las [leyes] de una nación puedan convenir a otra”; que aquéllas “deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos... a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales. Sobre los tratadistas que hablan de las leyes apropiadas a los pueblos que han de regir: ¡He aquí, exclama, el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!”
En una carta a José Joaquín Olmedo refuerza estas ideas diciendo: “Puede ser que mi ejemplo estimule a otros americanos a imitar mi arrojo y al fin tendremos todo propio, sin mendigar modelos”.(Doc. 1120)
El que Bolívar insistiera en prescindir de la presencia de Estados Unidos, probablemente era por considerar que el inmenso desarrollo alcanzado por aquel país en lugar de constituir una ayuda o un medio de estímulos, si participaba en la unión, podría representar al contrario un inmenso contrapeso para el libre y autónomo desarrollo de los países nacientes.
Discutiendo lo referente a las invitaciones para la reunión de Panamá, en 1825, Bolívar encuentra difícil mezclar ciertos pueblos. En este sentido se resiste a que sean invitados los Estados Unidos. No creo que los Estados Unidos deban entrar al congreso del Istmo, le refiere a Santander. Se trata de un pueblo heterogéneo. "Por lo mismo jamás seré de la opinión -reclama- de que los convidemos para nuestros arreglos americanos" (Doc 890). Los españoles derrotados, considera Bolívar, no son ya un peligro. El peligro está en otros lugares, frente a otras naciones fuertes y poderosas.
El 8 de mayo de 1825, escribía a Santander: “Sobre esto repetiré nuevamente que la federación con Buenos Aires y los Estados Unidos me parece muy peligrosa. Luego el 20 de mayo del mismo año le dice: “No nos conviene admitir en la liga a los Estados Unidos de América” y el 27 de octubre de 1825 le dice: “Me alegro también mucho de que los EU no entren en la federación”.
Tal fue la conducta de Bolívar, cuidadoso al no incluirlos al congreso de Panamá; los ubicaba como aliados circunstanciales y secundarios insistiendo en las relaciones de igualdad y reciprocidad. La posición era excluirlos del congreso, buscaba además, ganar tiempo y fortalecer la liberación lograda. También Bolívar avizoraba la belicosidad de estas potencias sobre las cuales había que mantenerse en alerta. En carta a Santander el 30/01/ 1823 advertía: “La Inglaterra verá siempre la España en América con odio y también los norteamericanos. Nosotros seremos más fuertes cuando estemos más unidos, y esta unión no nos vendrá nunca de la satisfacción que da una independencia y una confianza sin límites; porque el día que nada temamos ese día empiezan todos los peligros de Colombia”. (Doc. 620)
Ante las pretensiones expansionistas, Bolívar en toda ocasión planteaba la integración de las colonias “antes españolas” en función de cerrar el camino a la hegemonía de los Estados Unidos como potencia emergente: “Cuando yo tiendo la vista sobre la América hallo que está a la cabeza de su gran continente una poderosísima nación muy rica, muy belicosa, y capaz de todo” (Doc. 614).
Por esto diferenciaba siempre la unidad americana: “Repúblicas que combaten contra España con identidad de causa, principio de interés”; a su vez, las relaciones con el gobierno de EE.UU., las condicionaba al reconocimiento previo del país norteño a la Venezuela insurreccionada. Cuestionaba la política seguida por Norteamérica a la que definía con desagrado como “política aritmética” en función de cazar el momento propicio para su inserción en América como potencia dominante.
En carta al señor coronel Patricio Campbel fechada el 05/08/1829, cuando para el momento se hablaba de nombrar a un príncipe europeo como sucesor de la autoridad de Bolívar, pronostica visionariamente el porvenir norteño “¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad?. Bolívar comprende que el desarrollo de los EE.UU. los conducirá a proyectarse en todo el continente, por tanto era indispensable crear una fuerza que contrarrestara esa protección: la unidad de los pueblos libres.
Cuando Inglaterra propuso el proteccionismo a través de la Doctrina Canning, con la cual empieza a debilitarse la probable osadía de la Santa Alianza de incursionar en territorios americanos, inmediatamente, a dos meses de declarada, se instrumenta la doctrina Monroe. EEUU no podía permitir que Inglaterra quedara ante estos países como la única potencia que se oponía a su reconquista, por otra parte, Norteamérica no podía comprometerse a no apoderarse de territorios.
Para contrarrestar la política inglesa, Monroe decretó su doctrina: “…consideraremos todo intento de su parte por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligrosa para nuestra paz y seguridad… no podríamos ver ninguna interposición con el propósito de oprimirlos… sino como la manifestación de una disposición inamistosa hacia EEUU”. (KAUFFMANN, 1963) El 2 de Diciembre de 1823, Monroe establece un principio, el cual no es ajeno a los intereses de EEUU: “los continentes americanos, por la libre e independiente condición que ha asumido y que mantienen, no deberán ser ya considerados como susceptibles de futura colonización por cualquiera de las potencias europeas”(Idem). Por lo tanto “los EE.UU. verían muy mal toda tentativa de intervenir en los negocios políticos de las Repúblicas del Nuevo Mundo”. (Perkins, Monroe Doctrine, p. 70)
Norteamérica ratifica así su política de no interrupción en las guerras europeas, pues es más importante interesarse en los sucesos del mismo continente. “Europa está aún trastornada…nuestra política…(es) de no interferir en los asuntos internos de ninguna de su potencia…” (Martínez, Ricardo. 1957, p. 49). El sub-texto de esta afirmación era que ninguna potencia Europea debía intervenir en una guerra que no le competía por estar en otro continente, y menos aún intervenir en países que habían obtenido su independencia o estaban a punto de hacerlo, y mayormente, si han sido reconocidos como tales por EEUU.
Era característico de los “padres fundadores” de EEUU la fe en que el suyo era un país selecto, guiado por la Providencia. Por esta razón, al tiempo que promulgaban las ideas de no intervención en los asuntos de Europa manifestaban sus pretensiones a la hegemonía en el Hemisferio Occidental. Así, Jefferson decía: “Debemos conceptuar nuestra confederación como un hogar desde el cual los hombres irán a establecerse en todas las partes de América del Sur y de América del Norte”. (The Life and Selected Writings of Th. Jefferson. New York, 1944, p. 391) Conforme a ello, EEUU habría de absorber paulatinamente las colonias españolas una tras otra.
Monroe intentó justificar su supuesta neutralidad con el siguiente argumento:“El conflicto no presenta el aspecto de una rebelión o insurrección, sino más bien el de una guerra civil entre partidos o bandas cuyas fuerzas están equilibradas y que son mirados sin preferencia por los poderes neutrales”. (Pividal, Bolívar: pensamiento..., p. 60) El Secretario de Estado falseaba los hechos; negaba una clara guerra de liberación nacional contra el enemigo extranjero y todo bajo un supuesto equilibrio de una guerra entre dos naciones, y no como era en realidad: una nación con todo un poderío y unas provincias insurreccionales por el otro.
Sobre la base de esta política de “neutralidad” los E.E.U.U., lanzaban la doctrina de América para los “americanos”. Dentro de esta política se ubica el desembarco realizado en la isla de Amelia (territorio español de la Florida), por tropas norteamericanas contra los patriotas que habían logrado un punto de apoyo en ese lugar en función de ayudar a la lucha continental.
La “neutralidad” de EEUU y su intensa expansión territorial hacia el Sur, no era casual. Eran los primeros pasos encaminados a materializar la teoría del “sistema norteamericano” en las que se habían plasmado las ideas del nacionalismo expansivo de las clases dominantes de EEUU en el primer tercio del siglo XIX. Esta tendencia emanaba de su peculiar evolución histórica en donde un rápido desarrollo capitalista se producía en el contexto de una intensa colonización del Oeste y una fuerte extensión en el Sur de enormes plantaciones asentadas en el trabajo de esclavos cuyos propietarios clamaban nuevos territorios. Estos intereses orientaban su política exterior.
El “principio de neutralidad” entre España y América era expresado también como presión hacia Inglaterra “La verdadera política de los EEUU consiste en dejar que los continentes decidan la cuestión, y nuestro gobierno obra así con la esperanza de que las otras potencias observarán la misma conducta”(Martines, R. p.69)
Los Estados Unidos a través de su agente Bautista Irvine, afirmaban que a ninguno de los bandos se les dotaba de auxilios en hombres, dinero y barcos y municiones. La práctica decía lo contrario, el contrabando continuo de barcos norteamericanos dotaba a los españoles un sin fin de veces recursos logísticos, mientras los patriotas carecían de lo más elemental. La reacción de Bolívar sobre esta política la encontramos plasmadas en varias correspondencias enviadas por este agente de los Estados Unidos. “La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad –señalaba Bolívar- desaparece en el acto que se socorre a una parte contra la voluntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida”. (Doc. 289) Bolívar se refiere a los contrabandos detectados por los patriotas, en ayuda a España.
El Libertador justifica en un conjunto de cartas la captura por la parte venezolana de la goleta norteamericana “Tiger” contratada por el gobierno español, la cual salía del Orinoco, luego de haber cambiado productos nativos por armamentos norteamericanos, y a la goleta norteamericana “Liberty” cuando conducía municiones de boca para los españoles.
Pronto se descubrió que Irvine no estaba interesado en la Independencia de Venezuela ni traía promesas de ayuda; sólo reclamaba indemnización por los buques estadounidenses, apresados por el corso venezolano cuando trataron en 1817 de burlar el bloqueo impuesto por Bolívar al puerto de Angostura, que hasta mediados de aquel año estuvo en manos de los españoles. Irvine envió varios informes al secretario Adams sobre aspectos de la vida en Angostura, informes teñidos de rencor por el fracaso de su misión, llamando a Bolívar dictador y tirano, así como iluso y quijotezco. Pocos días después, el 27 de Febrero de 1819, salió de esa ciudad sin haber logrado nada en cuanto a indemnizaciones se refiere; y regresó a su país donde en artículos periodísticos calificó a Bolívar como “General charlatán y político truhán”. Bolívar llego a decir sobre el particular: "Mis mejores intenciones se han convertido en los más perversos motivos, y en los Estados Unidos, en donde esperaba se me hiciese justicia, he sido también calumniado".
Sobre este incidente existen diferentes cartas de Bolívar; por ser documentos claves para entender su posición ante los EE.UU. vale la pena analizarlos en conjunto. El Libertador en estas misivas denuncia la falsedad de la política de neutralidad y cataloga a los EEUU como beligerantes contra la causa patriótica: “Han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura para dar armas a unos verdugos (...) En cuanto al daño a los neutrales, yo no concibo que pueda alegarse los derechos que el derecho concede a los verdaderos neutrales. No son neutrales los que prestan armas y municiones de boca y guerra a una plaza sitiada y legalmente bloqueada. Al violar la neutralidad cesan de ser neutrales y se convierten en beligerantes formando parte de la contienda a favor de nuestros enemigos”.
En su apego a la Ley, argumenta y denuncia la prisión de colaboradores identificados con la causa patriótica:. “Es una declaración implícita, es un principio incontrovertible y que está confirmado por la conducta de los mismos Estados Unidos, que no se permite que hagan armamento de ninguna especie por los independientes contra los países españoles, donde han detenido y aprisionado algunos oficiales ingleses que venían para Venezuela, impidiéndoles la extracción de armas y municiones para nuestro país”.
Denuncia la no correspondencia y la falta de equidad a la ley, el sesgo con que es aplicada por el Norte: “Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestros enemigos a respetar estrictamente el derecho público, y de gentes, nuestras ventajas habrían sido infinitas. (...) Son leyes sólo aplicables a nosotros, esto es, si, condenarnos a las más destructivas desventajas, (por ello) la imparcialidad que es la base de los neutrales desaparece”. Estados Unidos ponía en práctica la ley de neutralidad aprobada por el Congreso de la Unión (3–5–1817). La ley iba dirigida contra los revolucionarios hispanoamericanos, a la vez, esta medida permitió comerciar con todos, robar a todos y obtener utilidades de todos: “Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa”.
El Registro Semanal, sobre transacciones comerciales de la época decía: “El gobierno no debe intervenir en la guerra hispanoamericana, pero los ciudadanos norteamericanos, como individuos, tienen pleno derecho a hacerlo”. Bolívar denuncia esta contradicción contra el librecambismo. “Si es libre el comercio de los neutros (...) ¿por qué se prohíbe en el norte? ¿por qué a la prohibición se le añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿no es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de la neutralidad le permite?. La prohibición se entiende directamente contra nosotros. Mr. Cobett ha demostrado en su semanario la parcialidad de los EE.UU. a favor de España”.
Finalmente, hace una reflexión sobre el empleo de fuerza de los imperios pero levantando la perspectiva histórica de los pueblos libres: “El valor y la habilidad, señor agente, suplen en ventajas al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aun no superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto el señor de la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”. De esta manera da por culminado este desagradable episodio con los norteamericanos.
Los patriotas siempre habían querido establecer relaciones diplomáticas y comerciales con el Gobierno de los EE.UU. En los años iniciales de la contienda, Manuel Palacio Fajardo, a título del Gobierno de Cartagena de Indias, quiso establecer estas gestiones ante la Cancillería de Washington, pero ésta hubo de rechazarlas diciendo: “Los Estados Unidos se encuentran en paz con España y no pueden con acción de la lucha que esta mantiene con sus diferentes posiciones dar ningún paso que comprometa su neutralidad”.
Predominó una política dilatoria que tardó 12 años para reconocer los triunfos de las naciones ya independientes. La “neutralidad” el “reconocimiento” y al derecho a la “cláusula de nación más favorecidas” fueron los instrumentos para presionar a las naciones en su provecho. Pese a que se mostraban “partidarios” de la independencia siempre hubo una gran hostilidad a las revoluciones hispanoamericanas. Las misiones enviadas a EE.UU. para reconocimiento de estas, fracasan, pero los norteamericanos sí envían agentes a Caracas tras haberse decretado la libertad de comercios. Los intentos de los gobiernos chocaban con el rechazo de la política Monroe.
Pese al tiempo que llevó este reconocimiento, EE.UU. no abandonó su política de alinearse a favor de España. En uno de los párrafos de la respuesta de John Quincy Adams al Ministro Anduaga puede leerse: “Por el hecho del “reconocimiento” no se ha de entender que hemos de impedirle a España que haga cuanto esté de su parte, por restablecer en las colonias el imperio de su autoridad”. Francisco Pividal, sostiene que aún después del reconocimiento siguieron manteniendo el contrabando de armas a España. Por eso en su política de alianza Bolívar siempre los ubicó como aliados circunstanciales necesarios para existir mientras afinaba su estrategia hispanoamericanista: “Los ingleses y los norteamericanos son unos aliados eventuales y muy egoístas. Luego parece político entrar en relaciones amistosas con los señores aliados, usando con ellos un lenguaje dulce e insinuante para arrancarles su última decisión, y ganar tiempo, mientras tanto. (Doc. 856) Insistiendo en que “La federación con los EEUU nos va a comprometer con la Inglaterra, porque los americanos son los únicos rivales de los ingleses con respecto a la América. (doc. 871)
Las diferentes comunicaciones revisadas coinciden en señalar que la conducta de Estados Unidos estaba en contradicción con la unidad latinoamericana y en consecuencia con el Congreso de Panamá. Entre los señalamientos y manifestaciones más repetidas están la descalificación de Bolívar entre las naciones hispanoamericanas, al que califican como “Estadística teórico de propósitos flotantes e indigestos”. Indudablemente sectores de esa sociedad mantenían apoyo de armas a los realistas. Esto, aparte de trabajar por desvirtuar el ideal del Libertador haciendo creer que entre las repúblicas hispanoamericanas y los EE.UU., podían existir intereses comunes.
Fue el nacimiento de la concepción panamericanista que busca crear confusión entre los pueblos y alianzas con sus opresores y que todavía hoy les es permitido con la instalación bases norteamericanas en algunos países de Latinoamérica.
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