El pasado 12 de marzo apareció publicada en la página del Correo del Caroní una entrevista realizada al sindicalista Rubén González (I), cuyo eje central se reduce a afirmar que los trabajadores tenemos que centrarnos en un cambio de gobierno, obviando nuestras luchas reivindicativas y por derechos fundamentales que nos han sido arrebatados en los últimos tiempos.
La entrevista en si reviste importancia, no solo por el debate respecto a que papel debemos asumir las trabajadoras y trabajadores venezolanos en medio de la que probablemente es la peor crisis que nos han impuesto en los últimos 100 años, sino además porque refleja el pensamiento y accionar de una buena parte de las direcciones sindicales, incapaces de plantearse tácticas o estrategias que lleven a levantar un movimiento sindical y obrero a colocarse en la arena de la lucha con consignas y programa propios.
¿El gobierno de transición que propone González es una estrategia obrera o patronal?
Rubén González no es ingenuo; es un operador de líneas partidistas en el mundo obrero, por eso dice claramente en la mencionada entrevista que los trabajadores tienen que construir una fortaleza para instaurar un gobierno de transición. Y esa es una línea de partidos políticos patronales o lo que es lo mismo, de los otros responsables de todas las penurias a que nos han sometidos a los trabajadores y los sectores populares.
Obviamente que el principal responsable es el gobierno antiobrero de Nicolás Maduro, pero el sector privado es tan explotador y tan enemigo de los trabajadores como lo es la burocracia madurista. En ese sentido hay que decir que, si bien el memorándum 2792 lo emitió el gobierno nacional, también lo aplican los empresarios que, por igual, también pagan salarios de hambre y no reconocen las prestaciones a valor real del costo de la vida.
Son estos sectores en su gran mayoría, que en voz de Juan Guaidó y compañía, han planteado el gobierno de transición como salida a la desgarradora situación que vive la población, pero es una apuesta enmarcada en el juego perverso y de disputas de cúpulas que mantienen gobierno y la oposición de la otra derecha. Es el mismo sector que presentó un "Plan País" en 2019 que no se deferencia en gran cosa de la "Ley Antibloqueo" aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente y que tantos aplausos ha generado en FEDECAMARAS, por ejemplo.
Es decir, el sindicalista Rubén González propone a los trabajadores que cambiemos un verdugo por otro a nombre de que estamos ante un régimen que solo le importa el poder, desentendiendose incluso el genuino significado del término "Régimen", porque en todo caso las preguntas que tendría que responder el obrero de Ferrominera serian si un cambio de gobierno derivaría de manera automáticamente en un cambio de régimen o si un eventual cambio de gobierno traería per se una recuperación de nuestros derechos arrebatados.
Un gobierno de transición tal como lo alude y propone el sindicalista González, es una estrategia que estaría elaborada sobre la base de que la crisis la sigamos pagando los mismos de siempre y seria el diseño de una fusión entre los burgueses clásicos con los nuevos ricos maduristas consagrados al amparo de la corrupción y mafias en estructuras del Estado.
Estamos hablando entonces que Rubén González está haciendo el papel pro patronal que hacen los otros sindicalistas que se agrupan en la llamada Centran Socialista Bolivariana de Trabajadores (CSBT), que han fungido de cómplices absolutos de las políticas antiobreras, antipopulares, represivas y ultraliberales que han aplicado Nicolás Maduro y su combo.
Es la lógica de un sindicalismo clientelizado y cooptado a ambas bandas. Su prioridad no es legitimarse ante sus bases sino mantener su relacionamiento clientelar respondiendo a intereses muy ajenos a los trabajares, lo que les permite, entre otras cosas, tener apoyo logístico y económico y tener voz en aquellos medios de comunicación que están a la orden de ambas cúpulas.
No sólo los nuevos ricos maduristas son parte del negocio de las privatizaciones
Decíamos más arriba que la Ley Antibloqueo no se diferenciaba gran cosa del Plan País que presentó Juan Guaidó en su momento, lo que ha generado respuestas positivas de parte de FEDECAMRAS. Incluso Alberto Vollmer ha dicho que en Venezuela ha habido un cambio económico (II). El presidente de Ron Santa Teresa se refiere por supuesto a que todos ellos van encolumnados ahora en la famosa Ley Antibloqueo en cuya rebatiña privatizadora van a meter manos burócratas, ricos de siempre y, claro está que en algunos sectores estratégicos estarán interviniendo capitalistas chinos, rusos y gringos.
A su manera, ya en el tema económico hay una especie de gobierno de transición; es la asociación mafiosa de poderosos para repartirse a un país en remate. Lo suculento de todo ese entramado es que aguas abajo tienen una clase obrera sin salario y depauperada. Mano de obra semiesclava puesta en bandeja para patronales de todo pelaje que a nivel internacional tienen las manos metidas en gobiernos ajustadores y hambreadores como los que se juntan en el llamado Grupo de Lima o la Unión Europea, entre otros.
Las privatizaciones y lo que los patronos públicos y privados llaman recuperación económica es un proceso de mayor profundización de las ya de por si condiciones inaguantables que padecemos. Es plusvalía absoluta y negocio redondo para burgueses y neoburgueses que cuentan para sí con el memorándum 2792, con el aparato represivo y con burócratas sindicales que son correas de transmisión en el mundo obrero de sus políticas y negocios.
La situación de los trabajadores y como enrumbar sus luchas
Si algo ha quedado obvio hasta ahora es que los trabajadores no contamos con una central obrera ni con un partido que haya sido capaz de agruparnos con un programa de lucha común, de clase y de absoluta autonomía política. Eso también es una importante explicación a la hora de evaluar toda la tragedia que estamos atravesando.
La clase trabajadora venezolana se encuentra atomizada, desmovilizada en general y muy dividida. Carece por tanto de direcciones legitimas que mantengan vivo el fuego de la praxis de lucha y de la democracia obrera. No hay espacios para discutir los conflictos ni tampoco como dar con algunos ejes que apunten a articularse de manera masiva.
Vale decir que, este panorama también ha sido muy favorable para que la represión estatal caiga sobre aquellos trabajadores que han intentado luchar en sus respectivos espacios. Incluso el mismo Rubén González ha sido víctima de ello pues hasta hace unos meses atrás se encontraba detenido; algo absolutamente rechazable por principios y solidaridad de clase, pero con sus posiciones continúa obrando en favor de que los trabajadores sigamos en un callejón sin salida.
Lo que tenemos que retomar es el sentido de clase y asumirnos como actores con potencialidad transformadora de esta situación. Partiendo del hecho de lo disgregado que estamos, la unidad de acción y de lucha en torno a objetivos comunes se hace más que necesaria. Actuando juntos, desde diversos sectores laborales, coadyuva en la recuperación de fuerzas y en la recomposición orgánica. Ganar terreno para discutir bien qué tipo de gobierno nos prefiguramos como trabajadores.
Al contrario de lo que dice González, es la lucha por ejes como el salario lo que potencia la posibilidad de la unificación que tanta falta nos hace construir. Él no la ve porque actúa en su cabeza el "juntémonos todos" contra Maduro y después veremos. Eso es una ecuación nociva cuyos resultados se pueden medir por lo que ha sido Guaidó desde su aparición a principios de 2019.
El salario ha sido el gran reclamo anidado en las trabajadoras y trabajadores y solo la burocratización y cooptación por las cúpulas, es lo que no permite ver a los llamados dirigentes sindicales toda la fuerza que hay alrededor de esa exigencia. Se escudan en que el gobierno no pagará un salario según lo que establece el Art. 91 ¿Es que acaso nos va a restituir ese derecho quien nos la ha quitado? ¿Es que acaso nosotros tenemos que esperar que el gobierno entienda?
Ese derecho y su recuperación es tarea única y exclusiva de nosotros los trabajadores, de nuestra fuerza, de nuestra capacidad y organización. Lo demás es mentirles a los compañeros, diciéndoles simplemente que saliendo de Maduro habrá luz al final del túnel. Es una falacia, una trampa que incluso hasta ahora solo ha funcionado para que el gobierno avance con su plan sin una respuesta de los trabajadores a la altura del momento.
Urge levantar una campaña nacional por el salario, que recoja lo que establece el Art. 91, una campaña con delimitación clara, porque no solo hay un patrón, hay más de uno y en la chiquita se ponen de acuerdo para que sigamos llevando sobre nuestros hombros la crisis que ellos provocaron. De igual manera urge sacarnos de encima el lastre que ha significado esas direcciones sindicales que actúan a espaldas de sus bases y que han de ser el primer control en nuestros logares de trabajo. Eso se logra con lucha, y una campaña de unidad de acción por el salario es precisamente para eso, para luchar.