Siglos después del nacimiento de la revolución industrial y sus efectos en los modos de producción y en el incremento de la explotación del hombre por el hombre, surgió la exposición en los conceptos de la doctrina del “capital” de Carlos Marx quien, en un análisis de socialismo científico determinó que: “los trabajadores agrupados y organizados se apoderarán en una sociedad colectivista, para asumir los medios de producción y cambios que se encuentren concentrados en pocas manos”.
Sería el año 1866 en Chicago-EEUU durante una protesta proletaria por la justa causa de reducción a 8 horas diarias de jornada laboral, en la que surgieron enfrentamientos entre obreros y patronos arrojando algunos muertos y heridos como saldo. Finalmente fue aceptada la exigencia de los trabajadores con el tope máximo de 8 horas diarias de trabajo . Este hecho histórico de protesta se conmemora mundialmente como el día del trabajador cada 1ero. de mayo en honor a la lucha y reivindicación de los llamados “Mártires de Chicago” durante ese día.
En los tiempos modernos desde hace unos cincuentas años aproximadamente hasta fechas recientes, se manejaron novedosos conceptos capitalistas a nivel laboral, principalmente en Japón, Estados Unidos y posteriormente en otros países del mundo en cuanto a la medición en los procesos de productividad y calidad. Términos como el de la “efectividad y eficiencia” en el índice final para la meta de cada trabajador, forman parte de un conjunto perteneciente a una empresa con visión de calidad total o tergiversada en algunos casos por empresarios explotadores-capitalistas como “explotador total”.
En Venezuela y probablemente en diferentes partes del mundo, este proceso conceptual capitalista se ha medido de manera equivocada al olvidar al individuo como ser humano, como ser espiritual y social, para convertirlo en el complemento multifuncional de la tecnología y el avance de una empresa determinada, disminuyendo en sí, la mano de obra y fuerza laboral que paradójicamente, incrementan en mayores horas extraordinarias de jornada laboral a cada trabajador, y que, disminuye en si mismo, su capacidad productiva frente al agotamiento físico y convierte este principio capitalista en un círculo vicioso que impacta el propio trabajo como tal.
Si revisamos el término eficiencia, nos daremos cuenta que es hacer todas las cosas que implican un trabajo de manera adecuada y oportunamente profesional y sin pérdida de tiempo. La efectividad pasa a ser entonces el logro y la eficacia. Desde el punto de vista capitalista, se determina este concepto de medición en cálculos de horas-hombres. Analógicamente y ubicándonos en el contexto de Venezuela, según sus propias necesidades implica un cambio conceptual y radical en ese aspecto, podemos darnos cuenta que la propuesta de disminución de dos horas diarias en la jornada laboral, encaja acertadamente en el nuevo modelo social y dentro del marco productivo que exigen los nuevos tiempos.
Los venezolanos vivimos la ironía del “mundo al revés de Galeano” en diciembre del año 2007, el Estado expuso un debate para la reforma de la Constitución Nacional que fue negada en votación popular y, entre otros planteamientos propuso la reducción de la jornada laboral a 6 horas bajo el argumento de algunas fórmulas que impactaran en el incremento de empleo, mayor descanso y tiempo para el aprovechamiento del estudio y encuentro familiar. Mientras que hay países como Colombia, donde la dignidad y lucha laboral es aniquilada en muerte, aportando mas del 50% de sindicalistas asesinados del total del mundo entero, sin el mas sentido espacio y posibilidad reivindicativa de los trabajadores colombianos.
La propuesta de reforma del artículo 90 en la Carta Magna respecto a la disminución a 6 horas diarias y 36 semanales en la jornada laboral, a pesar de generar polémicas y debates en todas partes, fue uno de los artículos que mas consenso tuvo. Algunos deliberaron exponiendo puntos de vista distintos en la interpretación, otros, los capciosos, lo denominaron “caramelito de cianuro”, en una metáfora que solo transita por las mentes egoístas de ellos mismos. Actualmente un trabajador venezolano cumple largas jornadas de tiempo en lo referido a su traslado, tanto de ida como de vuelta, diferentes circunstancias conspiran contra esto, tales como: distancias acentuadas de hogares apartados al trabajo, carencias e ineficiencia y colapso del transporte público, tráfico, congestionamientos, compromisos en las escuelas de los hijos, estudios, etc...
Como toda propuesta del Estado, la iniciativa de reducción laboral se llevó una cuota de detractores de quienes se oponen a las políticas revolucionarias, lo sorprendente es que las mayores críticas surgieron de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), sindicalismo conspirador y golpista que marcha cada 1ero. de mayo en honor a los trabajadores que dice defender pero que, en la práctica, se arrima a la cúpula empresarial de Venezuela traicionando la fuerza laboral que representa. A mediados de los años 90, Teodoro Petkoff y la tripartita Gobierno de Caldera - Fedecámaras - CTV, reformaron la Ley Orgánica del Trabajo para regalar a los empresarios con su complacencia y lacayismo, una traición contra el pueblo venezolano, al eliminar de un solo plumazo la retroactividad en las prestaciones sociales de los trabajadores y trayendo como consecuencia inmediata una ola de despidos masivos en aquel momento.
El filósofo Teodoro, dijo simplemente en aquellos tiempos: “Estamos mal, pero vamos bien”...y los trabajadores venezolanos con impotencia y atados de manos simplemente pensaban: ¡si, bien jodidos!...Ahora, esto hay que decirlo también, la burocracia e ineficiencia actual en algunas instituciones del Estado contribuyen al deterioro laboral donde en muchos casos se cuela el nefasto “reposero de la cuarta” como funcionario público parecido a la época de Petkoff, la cual entre otras cosas, destacaba la apatía, el descontento, el irrespeto al horario de trabajo y atención al público, “la mojada de mano” para cualquier trámite oficial, la desinformación y la mala orientación del servicio al cual se acudía, y así, una larga lista...La vocación de servicio era mínima, y es que, entre los múltiples factores que impulsaban a todo esto, estaban los malos salarios y beneficios, pésimas gerencias y supervisiones, falta de estímulo al mejoramiento profesional, ambientes de trabajos con pesadas cargas de estrés, falta de actualizaciones tecnológicas y herramientas de trabajo, excesivo burocratismo, ausencia de compromiso nacionalista (influía más el color de partido). Esa similitud hace estragos en el sector público de la actualidad.
El ciudadano actual de calle no está manipulado, por ello, es necesario exigir que se cumplan algunos artículos irrespetados en la Ley Orgánica del Trabajo vigente. Por ejemplo, el artículo 27 de la L.O.T. expresa lo siguiente: “El noventa por ciento (90%) por lo menos, tanto de los empleados como de los obreros al servicio de un patrono que ocupe diez (10) trabajadores o más, debe ser venezolano”... Sin el mas mínimo sentido de la xenofobia, por solo mencionar un caso entre tantos: los restaurantes o bazares chinos, quienes la mayoría de veces son ejemplos en el incumplimiento de esta ley, en cuanto a la proporción de sus trabajadores donde mayormente son chinos e incluso, muchas veces no emplean a ningún venezolano.
Algunos empresarios asentados en el país han hecho del trabajador una maquinita autómata de producción. Aunque existe la Ley de la Lopcymat (para protección y seguridad del trabajador y su medio ambiente de trabajo), no hay una ley que regule al empresario en ese aspecto, salvo los casos de contratos determinados. Hoy día, un profesional de un área determinada cumple múltiples funciones en su jornada de trabajo, en algunos casos, en detrimento de su propio esfuerzo y voluntad de superación, es decir, hay que ser todero para trabajar. Esto genera en definitiva un impacto para el empresario, ahorro en el costo de la mano de obra y mayor volumen en sus ganancias. Se crea de esta manera una población de individuos jóvenes enfermos de los nervios, stress, sedentarismo e infartados. ¡Por eso hay tanto desempleo y buhonería, porque la rabia en el trabajo no paga la salud!.
El empresario, el que se queja por la posible disminución de la jornada de trabajo, actualmente exprime a un trabajador con 10 y 12 horas de trabajo diarias al sobrecargarlo de responsabilidades que no son inherentes a sus cargos. El colmo de esta inhumana explotación, incorpora en muchos casos, hasta la misma hora de la comida y reposo de los trabajadores. Se hizo creer siempre que los venezolanos éramos flojos, para esconder ese ímpetu de crecimiento que nos palpita desde adentro, subestimando nuestros espíritus de lucha y superación, conculcado con la explotación y el escaso tiempo disponible que nos dejaban y aún dejan muchos empleadores. Una real eficiencia y efectividad conduce a mayor productividad, ya que todo lo que implique felicidad y mejora al individuo impacta directamente en la producción y la calidad que requiere el empleador, sin la necesidad de la mal concebida explotación del hombre. Si los empresarios visualizan esta situación desde esa perspectiva, podrán crear adicionalmente nuevos puestos de trabajo, en la rotación del horario a convenir, e incluso, utilizar la tecnología, como medio y herramienta para el trabajo desde el hogar en algunos casos a propósito de la internet.
Las contradicciones del día del trabajador surgen para todos los espacios, en los últimos años, el justo aumento salarial se ha dedicado solamente al “salario mínimo” que, en un ritmo anual de incrementos a la par de la inflación acumulada, sin verlo en una perspectiva excluyente, sino en un tabla salarial ajustada a las capacidades y responsabilidades, se ha igualado a los mismos niveles salariales de trabajadores profesionales que se han estancado en un sueldo nada atractivo, estimulando en desmotivación y huida hacia la economía informal a muchos profesionales asalariados. Hay que aclarar que este hecho, viene ocurriendo mayoritariamente en empresas del sector privado, a falta de una política de Estado que proteja a estos profesionales pisoteados y atropellados laboralmente. En ese sentido será justicia también el ajuste de salarios a nivel general.
La actitud y seguridad del trabajador debería entenderse también entre revolucionarios como del trabajador-empleador (que emplea) acorde y ajustado horizontalmente en lo social, mas allá del término trabajador-patrón (amo, señor, jefe), con significado vertical de sentido esclavista. En fin, no es con marchas que se revindica al trabajador en su día, sino con estímulos y beneficios que proyecten su futuro progreso como digno ser humano. En el caso de los desempleados la marcha es a diario para sobrevivir. La reducción de la jornada laboral pudiera ser realizada en un cambio a la Ley del Trabajo, esta iniciativa del 2007 es una vieja deuda constitucional de la revolución, que en su planteamiento trajo consigo muchas propuestas dignas de ser estudiadas para que Venezuela sea un símbolo de lucha pacífica, que impacte al mundo mas que la noble causa de Chicago. En todo caso es la humilde opinión de un revolucionario que tiene tiempo pateando las calles como el Pablo Pueblo de Blades y que por exigir justicia y reivindicaciones le dijeron: ¡pa’fuera!...
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