¿Se equivocó la oligarquía colombiana?

Quisiera iniciar esta reflexión de hoy con una interrogante bien precisa y definida que determina -quizás- lo que pudiera ser el rostro oculto de un Estado colombiano, que se oculta en el manto perverso de la traición eterna: ¿Se equivocó la oligarquía colombiana en relación con Venezuela?

Antes de responder a esta compleja y polémica interrogante, es necesario afirmar que el pueblo colombiano es más bolivariano y chavista que santanderista, uribista o santista. Aunque no se trata de fijar fronteras histórico-político-ideológicas, sino develar una verdad que subyace al otro lado de la frontera venezolana, donde existe un desprecio oculto del pueblo hacia esa rancia oligarquía, dueña de todo. Los cinco millones y medio de hombres, mujeres y niños que han logrado cruzar la frontera hacia el lado venezolano, son desplazados y perseguidos; forzados y obligados a abandonar su propia patria. Esa misma oligarquía es la que maneja los hilos del poder político, económico, paramilitar y del narcotráfico.

Precisamente, esos hilos se fueron enredando en la frontera de las irracionalidades de una oligarquía, que arropándose con el manto del poder político, se atrincheró en las prácticas de una institucionalidad cómplice que convive con la cultura del paramilitarismo, el narcotráfico, el bachaqueo y el contrabando. En pocas palabras, se trata de un Estado que estimula y propicia el saqueo del país vecino que, lamentablemente, es el pueblo venezolano. Sustentada en esos pilares, la oligarquía colombiana trazó sus coordenadas perversas de hacer todas las jugadas en contra de la República Bolivariana de Venezuela.

El juego macabro iba “perfecto”: Paramilitarismo, narcotráfico, casas de cambio que prostituyen el tipo de cambio, legalización del contrabando, el saqueo de todo tipo de productos alimenticios y de nuestra moneda; en fin, se llevaban hasta el papel tualé y el gobierno de allá, bailando cumbia hasta no parar. Toda era una orgía en la frontera. No eran inocentes, los gobernantes colombianos sabían lo que hacían. Menosprecian el modelo político venezolano, saquean a nuestro país, la gasolina es el plato fuerte de todos esos corruptos y hasta del propio Estado colombiano. Así fue como se equivocaron de largo a largo con Nicolás Maduro, quien heredó de Chávez todo su potencial y hoy lo vemos allí, tomando las mejores decisiones y demostrando capacidades propias para gobernar.

Y no solamente se equivocaron con Maduro, sino que también se equivocaron con el Estado venezolano, que está blindado constitucionalmente para enfrentar las trampas montadas desde Colombia, bien sea por el propio Estado colombiano, bien sea por el paramilitarismo o el mismo narcotráfico. Tal vez fue un error de cálculo de la oligarquía colombiana, pero los procesos como tales, tarde o temprano generan sus puntos críticos que implosionan cuando aparece el sol de la verdad y la justicia en la frontera. La oligarquía colombiana se equivocó con el pueblo venezolano, al despreciar la capacidad de respuesta del mismo, quien está dispuesto a defender su patria y sus fronteras. Por último, se equivocó con el gobierno revolucionario, quien en una jugada maestra de geopolítica y de política internacional, le propone el formato de una nueva frontera. Con esa propuesta se les acabó el juego a la oligarquía colombiana, hoy más rabiosa y confundida que nunca.



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Eduardo Marapacuto


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