Los ánimos se caldearon. En el lenguaje
belicista del imperio que resuelve sus problemas a través de actos
de fuerza y provocadora soberbia, el sátrapa tropical del gobierno
de los EEUU, Álvaro Uribe Vélez, decidió rasgar el envoltorio del
tenso saco que soportaba las relaciones entre Venezuela y Colombia.
Sin tener a Ecuador ni a las mismas Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) como objetivo, sino a Venezuela (¿quién lo duda?
Venezuela y su petróleo a ojos gringos), el presidente Álvaro Uribe
descubrió en el asesinato de "Raúl Reyes" y sus 17 compañeros
la oportunidad preciosa de generar una situación de costos y ganancias
donde, en su criterio, las segundas compensarían largamente a los primeros,
siendo, por consiguiente, un accionar procedente, desde el punto de
vista político-militar.
Al premio mayor de generar una situación de guerra en América Latina,
bajo el encomio de su protector, los EEUU, quien busca a cómo de lugar
hacerse con los recursos energéticos de Venezuela, el gobierno colombiano
consideró un mal menor el malestar que su incursión militar podría
generar en un país vecino, Ecuador, a quien al parecer tienen por menos
desde el punto de vista militar, según ellos mismos se sienten poderosos,
cual enano montado a espaldas de un gigante. Su propósito ansiado,
al parecer, no fue generar desestabilización regional atacando, como
atacó, la soberanía ecuatoriana, ni matando, como mató, a una veintena
de guerrilleros; su propósito fue, en efecto, atacar como atacó la
soberanía ecuatoriana y matar como mató a los guerrilleros, pero
para provocar a Venezuela, según instrucciones que le giran desde
el Departamento de Estado. Demás está decir que considera el gobierno
colombiano por demás de moralizante la fuerte sobadita que la fría
mano del norte le daría sobre su cabeza.
El gobierno colombiano, ese sistema de castas coloniales que secuestran
el poder, no ha encontrado otro modo de pagar el favor de mantenerlos
a flote que le ha hecho el gobierno de los EEUU, limpiándolos de todo
pecado, de toda droga, de todo paramilitarismo, de todo terrorismo,
de todo narcotráfico... Ese loco esfuerzo que ha hecho la gestión
de George W. Bush de presentarlos ante la comunidad internacional, inusitadamente,
como país inmaculado de todo vicio, víctima, en el colmo de los colmos,
de sus países vecinos, quienes son propuestos a ser clasificados como
países narcoguerrilleros y hasta terroristas por el hecho de ser afectados
por el problema de la guerrilla, paramilitarismo y narcotráfico que
en Colombia tiene a la madre de todas las madres.
El gobierno de George W. Bush y sus perros de la guerra, desprestigiado
y desenmascarados como está ante la comunidad internacional después
de su aventura en Irak y fallido intento con Irán, no reúne el punto
de duda necesario para incursionar directamente contra Venezuela, restándole
operar de modo indirecto, como hace a través del gobierno de Colombia,
intentando quebrar el esfuerzo de Hugo Chávez de mancomunar, bolivarianamente,
a América Latina. En el plazo breve y desesperado de los últimos días
gobierno, el presidente estadounidense y su gabinete empresarial de
guerra, tiene la indefectible misión de incendiar una guerra en América
Latina, cuya cabeza de playa es el gobierno de Álvaro Uribe, una siniestra
figura del paramilitarismo colombiano que se presta de modo fabuloso
para sus planes: Venezuela. Aceptado esto, no parece haber vuelta atrás,
restando esperar (para unos) o no esperar (para otros) que en el reloj
gringo dé tiempo para una intervención, antes que llegue la sucesión
presidencial en la silla presidencial.
No atacar directamente a Venezuela significa atacarla en sus aliados,
provocadoramente, allá donde el discurso de la unidad bolivariana ha
intentado sembrar conciencia; significa ir contra su integridad a través
de un perro de la guerra, como Álvaro Uribe, can de pura cepa en el
entrenamiento de ir en contra los suyos mismos, traidor inveterado.
Razón tuvo el periodista francés, Thierry Meyssan (vea "Guarimba armada"),
cuando alertó sobre esta posibilidad respecto de Venezuela. Colombia
habrá de batirse, provocadoramente, de modo indistinto, contra Nicaragua,
Ecuador, Cuba o Bolivia, no importando contra quien si en la acción
se procura un cierre de tenazas imperial contra su país vecino, Venezuela,
a quien intentan servir en bandeja de plata. Esperan ambos, Colombia
y EEUU, un error o exceso de su gobernante, Hugo Chávez; despliegan
una política sobre la marcha de agendas.
El vocero de las FARC, Luís Edgar Devia, alias "Raúl Reyes",
fue una frivolidad, una excusa perfecta para, (1) asestando un golpe
desmoralizante a la guerrilla, a la vez que (2) generando una situación
de desestabilización regional con su muerte en Ecuador, (3) ir contra
el vertical discurso de unidad y solidaridad continental del presidente
de Venezuela, provocado en su condición de padre de la criatura, más
cuando de rescates humanitarios de rehenes se hablan en el momento.
Todo el planeta sabe que a Colombia no le interesa acabar con la guerrilla;
por el contrario, hasta la alimenta en su existencia como enemigo a
vencer con el soterrado propósito de existir ellos mismo como la otra
parte sobre el pueblo colombiano, el otro componente de la guerra atornillado
en el formato del poder gubernamental. Así, el asesinato de “Raúl
Reyes”, en vez de erigirse en un acto para aminorar al ejército guerrillero,
se erige en un acto de humareda táctica para sacar del juego de los
rescates e influencias en Colombia a la figura de Hugo Chávez. Por
allí estamos claros, aunque claros también en que el acto le reporta
en sí al gobierno colombiano un crédito de fuerza beligerante en combate,
con todo y lo que desde punto de vista diplomático le resulte desastroso,
como, en efecto, le ocurre actualmente.
A juzgar por los acontecimientos, de retiro y expulsiones de embajadores
diplomáticos colombianos, de movilización de batallones hacia las
fronteras colombo-venezolanas y ecuatorianas, la posibilidad de un conflicto
bélico, más allá de los esfuerzos de negación que hacen los países
hermanos para no agredirse (no Colombia), es un hecho declarado en las
esferas de poder estadounidense, celebrado hartamente, desde donde no
se cesará a partir de ahora en el esfuerzo de ver brillar la posibilidad
de su intervención militar, a título de defender a un aliado, Colombia.
El final vencimiento de los escrúpulos entre hermanos, el posterior
conflicto y la movilización de marines y acorazados estadounidense
desde el caribe para defender al amigo, constituyen al mismo tiempo
tres acciones y un logro, previstos en los ejercicios militares de la
armada norteamericana y en el llamado "Informe Balboa": la
victoria gringa.
Después de entonces, una vez Uribe haya rendido su servicio de abrir
la puerta de las invasiones a Venezuela, dando por fin con la ansiada
justificación ante la comunidad internacional para que los gringos
entren, la toma del petróleo por parte de las tropas imperiales, la
guerra interna fraticida, la desmembración del país en pequeñas repúblicas
(la República del Zulia), la perdida definitiva del Golfo de Venezuela
y la pérdida del valor republicano, junto al desmoronamiento de la
unidad bolivariana en América Latina, será un acto al unísono en
el porvenir de la desgracia y el escarnio humanos.
Naturalmente, tales son los sueños de manuales y escritos de los perros
de la guerra norteamericanos, quienes seguramente habrán de soñar
con una fácil toma, sin tropas que los resistan, no figurándose ni
por un momento que la situación se complique y no haya toma alguna,
teniendo que desistir de sus propósitos, como cuando intentaron arremeter
para tomar el petróleo iraní, retirándose con las tablas en la cabeza.
Porque de modo técnico los manuales siempre dan la victoria, masificando
las condiciones de guerra, obviando muchas veces consideraciones de
tipo moral, de gentilicio, de idiosincrasia, propia de las individualidades
predeterminadas por su cultura, olvidando también, para el caso que
nos compete, Venezuela, que nuestro país es uno de paz, ciertamente,
de largo período republicano, pero a la vez hijo de la guerra.
Y tales palabras, seguramente objeto de la burla de la contranacional
oposición nuestra (nunca falta uno que lo haga saber), amante sin cuartel
de la cultura de las bombas y espacios galácticos de los EEUU, en ningún
momento apunta a obviar el poder de las armas nucleares y armas sofisticadas,
que no tiene Venezuela, sino a hablarle al corazón de quienes aman
la patria, a efectos de ir creando, desde ya, trincheras de dignidad
para la defensa. Dado el caso –negado, pues- de una complicación
bélica, sería ambición patria que ambos, opuestos y afectos al sistema
político en curso en Venezuela, asuman al país como defensa, so pena
de hacer decantaciones vergonzosas, como esa de que hay venezolanos
a favor de la integridad republicana y venezolanos (?) a favor de la
injerencia extranjera. Pero ya sabemos, esto parece cosa de sueños,
porque la conspiración interna lamenta (¿quién no lo sabe?) que ya
su país no arda en llamas.
Es hora de decantaciones y reflexión.
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