“El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro”.
Friedrich Nietzsche…
Si a algún mortal en 1917 se le hubiera ocurrido decirle a José Stalin la forma en que iba a terminar y como terminó, se les hubiera tildado de escuálido o contrarrevolucionario, por la medida chiquita. La burocratización de la URSS fue una cosa perversa, y no necesariamente producto de la ‘maldad’ calculada de Stalin. Lo que sí es cierto es que la burocratización en una revolución la lleva al fracaso, como sucedió con la soviética, y esta copiando en forma acelerada la bolivariana, la burocratización significa: falta de espíritu crítico, apología de la ignorancia y la mediocridad (mientras más bajo sean los conocimientos, más revolucionario se es, confusión en la ideología revolucionaria con practicas empíricas ramplonas). Todos los oportunistas que se subieron en 1999 en el proyecto bolivariano encontraron el camino perfecto para resolverse económicamente.
El “socialismo de estado”, producto de las desviaciones de la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917, apuntaladas por Stalin y sus secuaces como “leninismo”, tuvo como piedra angular en su proyecto económico la propiedad del estado sobre los medios de producción, la continuación del trabajo asalariado, la concentración de toda la producción en el estado bajo su uso centralizado, y planificado en función de sus intereses.
Lenin dejó claro testimonio en muchos escritos, de que el estado bolchevique se había ido burocratizando, se opuso al nombramiento de Stalin como Secretario General, concibió el capitalismo de estado como una etapa necesaria por la situación concreta de esa nación , nunca como el socialismo en sí mismo, y un año antes de morir señaló en una de sus más importantes obras de teoría socialista, sobre la cooperativización, diciendo que el camino del socialismo estaba en la generalización del sistema de trabajo de los cooperativistas cultos.
Es harto sabido que durante la enfermedad de Lenin, el partido y el estado fueron víctimas de una lucha de fracciones, que después de su muerte termina con el triunfo del aparato de Stalin y sus aliados, a los que fue enfrentando y eliminando, en la medida en que los iba poniendo en minoría.
El papel del partido comunista, fue siempre súper centralizado, y así el estalinismo pudo aplicar, la dictadura del proletariado donde los asalariados, lo seguían siendo, pero ahora del gobierno, administrando la economía centralizadamente. Todo el que se opusiera a esas desviaciones del marxismo, era tildado de revisionista, contrarrevolucionario, enemigo del pueblo y otros calificativos.
Para Marx el nuevo estado era la República democrática de los trabajadores, y serían los mismos trabajadores, no ningún partido sectario en particular, los encargados de dirigirlo. La economía sería administrada por las cooperativas, sus uniones, y las asociaciones de trabajadores libres, y el estado cada vez más se encargaría de menos asuntos, en su tendencia a la extinción.
Los adictos a los preceptos estalinistas, que nada tienen que ver con el socialismo de Marx, olvidan que la contradicción fundamental del capitalismo, bien definida por los clásicos, era que su producción era cada vez más social, mientras que su apropiación era cada vez más privada, por lo cual su solución no podría ser nunca concentrar más la apropiación, sino socializarla.
Las ganancias de la que se apropiaba antes el capitalista, en el “socialismo de estado”, ahora se la apropia el estado. Pero en el sistema estalinista el estado totalitario no se conforma con la ganancia, se apropia también de parte del pago de la fuerza de trabajo del obrero, y de lo que generalmente dedica el capitalista a la inversión ampliada de la empresa.
El socialismo estatista concentra grandes sumas de recursos materiales y financieros con determinado propósitos, precisamente porque se los quita del salario de los trabajadores y de la inversión ampliada, de las empresas “no estratégicas”. Esta política permite presentar grandes logros en algunos rubros, pero solo a costa de deprimir los salarios reales descapitalizando otras empresas y sectores.
Los planificadores estalinistas argumentan que el sacrificio de los trabajadores es necesario para desarrollar la economía, como si ésta fuera un ente separado y distinto del desarrollo y bienestar humano. Sacrifican el presente por un futuro socialista que nunca llega.
Sostener una insaciable burocracia que se amplía constantemente como única manera de controlar, y hacer producir a los grandes recursos concentrados y los miles de asalariados, en función de sus intereses cuya propaganda malévola los presenta como los de todos los ciudadanos.
El capitalismo de estado en que se convirtió el socialismo de tipo estalinista, podría haber sido una fase inicial transitoria, como la pensó Lenin, hacia el socialismo; pero su prolongación en el tiempo y su sujeción al trabajo asalariado, mantuvo en esencia la división en clases sociales entre explotadores y explotados, los dueños (los burócratas/dirigentes) y los trabajadores asalariados del estado, respectivamente, lo cual llevó a la reproducción del capitalismo.
No fue Stalin, ni sus políticas represivas y sectarias, las que crearon el sistema burocrático del socialismo de estado, fueron al revés. Fue ese sistema de concepción estatal, el que engendró al estalinismo con todas sus desviaciones políticas y violaciones de todos los paradigmas libertarios, democráticos, humanos y solidarios tradicionales de la idea socialista desde su surgimiento.
Razón tenían los comunistas que temían tanta concentración de poder económico y político en un aparato burocrático estatal, que debió circunscribirse a algunas labores fundamentales que garantizaran la defensa y continuidad de la revolución y otras metodologías con tendencia a la desconcentración a favor de los poderes locales.
Todos los gobiernos socialistas que aplicaron los proyectos económicos del estalinismo, no avanzaron en la socialización y democratización del poder económico y político, terminaron en lo mismo.
En la URSS, los que lucharon porque el sistema no resultara en el monstruo en que se transformó, Stalin los persiguió, encarceló y eliminó físicamente: Bujarin, Trotski etc., a miles de comunistas asesinados, acusados en juicios amañados de traición, sedición, conspiración contra el poder soviético y otras barbaridades. Ahora en la actualidad la represión es distinta.
La situación internacional ha cambiado y nuestro proceso revolucionario bolivariano tiene otras particularidades propias de nuestra historia. No hemos conseguido superar el sectarismo de la nomenklatura bolivariana hasta ahora, y sabemos que el enemigo busca el enfrentamiento en el seno revolucionario. El sector más corrupto de la burocracia roja rojita trata de evitar los cambios necesarios, pero ya la inmovilidad militante cede terreno ante el empuje de la realidad. Esperamos que nadie en Venezuela subestime las experiencias del desastre al que condujo en Europa Oriental el llamado “socialismo de estado” y ojala seamos capaces de encontrar el camino correcto, sin grandes fracturas.
La lucha sigue, convencidos de que la única batalla que se pierde, es la que se abandona.
percasita11@yahoo.es