Aunque la esclavitud fue abolida en Venezuela desde el siglo XIX, la consecuente discriminación racial subyace, en la actualidad, como un prejuicio social en la llamada alta sociedad o en la clase media que se cree alta. Igual ocurre con el anticomunismo que es uno de los vicios más abyectos del capitalismo, es simplemente una aberración antidemocrática.
La alta jerarquía eclesiástica asume en Venezuela el anticomunismo con la misma mentalidad de Juan Vicente Gómez y de Douglas Macarthur. Rómulo Gallegos representó a la dictadura gomecista , en su obra literaria, con el símbolo de la barbarie y el norteamericano Arthur Miller en su obra “Las Brujas de Salen” hace una analogía entre el macartismo y la inquisición religiosa. Gallegos y Miller no tenían nada de comunistas pero no eran tampoco anticomunistas. Ambos eran intelectuales progresistas y demócratas dotados de un gran talento creador. Ponemos este ejemplo para ilustrar el signo progresista y democrático de la inteligencia en el siglo XX. Hay un paralelismo histórico entre el episcopado venezolano y el clero anticomunista, en tiempos de la República Española, que terminó haciendo causa común con el fascismo de Francisco Franco antítesis de la democracia y de los más elementales derechos humanos. Nuestro obispado en su mayoría retrógrado, ultraderechista y anticomunista, aupado por algunos subalternos aún más recalcitrantes que los altos jerarcas de la iglesia, están transitando por un camino que no es precisamente el de los Santos. Estas desviaciones antidemocráticas ya los llevaron a convertirse en actores principales del golpe de Estado en abril del 2002 y al papelazo protagonizado por el Príncipe de la Iglesia, en aquel momento, como mentor espiritual del dictador Carmona. Incapaz de entender que no puede ser demócrata y anticomunista al mismo tiempo, el sucesor del golpista José Ignacio Velásquez, con razón llamado troglodita por el Presidente Chávez, repite el guión de aquel indigno Cardenal y poseído también por el dogma maligno del anticomunismo, camina derechito al despeñadero de la conspiración y la desestabilización.
No se les ocurre a los anticomunistas con sotana otra argumentación que repetir el desacreditado estribillo contra la Revolución Cubana al falsear la verdad sugiriendo que en Cuba no hay libertad de cultos. Todo lo contrario, allá en Cuba la Iglesia Católica se ocupa de la atención espiritual de la feligresía al mismo tiempo que los sacerdotes son respetuosos de las leyes y cada persona es libre de asistir al templo de su religión preferida. Pero el mayor cinismo de los voceros del Episcopado venezolano es calificar de comunista al Presidente Chávez cuando saben y les consta que es un hombre de profunda formación cristiana. No le perdonan a Chávez que no sea anticomunista como ellos y por ende vasallo de la burguesía y del imperialismo. Esta posición facinerosa del obispado venezolano contrasta con la práctica de los comunistas venezolanos que históricamente siempre han sido solidarios con el pueblo cristiano. Los comunistas nunca han dicho a sus militantes y amigos que no vayan a la Iglesia pero los curas sí les prohíben a los católicos ir a la casa del partido comunista. Hay sobradas razones en un militante, como yo, de la utopía posible del comunismo, para apoyar a Chávez sin importar que no sea comunista como él mismo está cansado de decirlo. Algún día el pueblo cristiano, cansado de tanta infamia contra el Presidente Chávez, expulsará, como lo hizo Cristo, a los mercaderes del templo, a esa mafia de la jerarquía católica que sólo defiende los intereses contrarios al evangelio cristiano y condena a quienes lo practican.
(*)Profesor