Asistimos nuevamente a una contienda democrática para elegir, en este caso, a la nueva Asamblea Nacional. Todo indica que el acto programado para el 26 de septiembre se desarrollará con gran participación y fortaleza institucional, a decir del éxito del reciente simulacro organizado por el CNE.
Se muestra nuestro país ante el mundo como una democracia sólida, con un Poder Electoral transparente y efectivo que ya quisieran tener los ciudadanos de muchos países, incluido Estados Unidos donde ni vale el voto directo y pueden pasar cosas extrañas como aquella increíble derrota de Al Gore frente al innombrable que sacó menos sufragios.
Sin ser nosotros apologistas de la democracia representativa ni mucho menos feligreses del culto electorero, sin embargo, es difícil que alguien nos gane en la realización de comicios.
Una lectura de los recientes acontecimientos políticos, el simulacro, el arranque de campaña, los actos organizativos de maquinarias electorales, nos plantean la evidente superioridad de las fuerzas bolivarianas ante las opositoras.
Parece mentira, pero la oposición que mostró gran efervescencia en los días que se disputaban las candidaturas a repartir, sufrió un frenazo estrepitoso que tiene ribetes de depresión anímica.
Ni siquiera los denodados esfuerzos teatrales de las televisoras antichavistas han podido reflotar esa Arca de Noé naufragante con rasgos de Torre de Babel.
El escenario electoral se asemeja cada vez más al que vivimos previo a las elecciones parlamentarias de diciembre del 2005.
Ya sabíamos por experiencia propia quienes militamos enla derrotada izquierda de los setenta y ochenta, que las derrotas dividen y debilitan a las organizaciones que no poseen una fuerte convicción ideológica. Que sólo los partidos con clara vocación de historia y con una vanguardia férreamente unida en torno a un proyecto político y un liderazgo ejemplar, logran sobrevivir a las más difíciles adversidades.
Pero un amasijo de arrogantes gotitas de mercurio no será posible que se mantengan mucho tiempo unidas, cada una buscará hacerse su camino en función de sus intereses particulares o del grupo de intereses al que se adscriba.
Esa es la cruda realidad de esta oposición sin proyecto ni ideología definida. Todos sabemos que se afilian al partido del neoliberalismo y de la sumisión al imperialismo, pero cuanto les cuesta reconocerlo públicamente. Y no es para menos, son cosas que avergüenzan al más descarado.
Lo cierto en que los números no les dan. Sus propias encuestadoras les responden con deprimentes informes como aquel espejo de la reina mala en Blancanieves.
En el fondo de esta situación, está la paradoja de Jano tal cual la usaba Camus, en el sentido de haber mantenido un doble juego donde el afán conspirativo terminó truncando el futuro político de la gen opositora.
Nosotros, en cambio, tenemos todo para ganar. Tenemos un liderazgo confiable y comprometido que encarna en primer lugar el Comandante Chávez. Tenemos un proyecto de país y de sociedad que es la Patria Socialista. Tenemos una poderosa organización de pueblo en permanente movimiento. Tenemos los mejores candidatos a diputadas y diputados. Tenemos la razón.
Escritor
Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados
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