Hay un viejo refrán que reza: "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces". A lo largo de la vida este y muchos otros refranes han ido demostrándome la sabiduría del pueblo que los crea. Basta ver que alguien anticipe que hablará "con total honestidad" para que, por precaución, busquemos un paraguas porque lo que viene es una lluvia de triquiñuelas. Recuerdo a CAP diciendo "no tengo donde vivir" al mejor estilo nada más y nada menos que de Jesús de Nazareth. Pareciera que el ser humano sólo dice la verdad cuando habla sin pensar. Marx decía que "la palabra es la envoltura material del pensamiento". No aclaró el gran maestro si la palabra será expresión de lo que se piensa o de lo que conviene decir, o si el pensamiento es expresión de lo que se siente o de lo que conviene sentir, ¡tremendo galimatías! ¿Qué piensan ustedes?
A mí me da urticaria cuando alguien invoca virtudes revolucionarias puras.
Hoy nos aproximaremos a esa virtud imprescindible para el combate que se llama DISCIPLINA. La disciplina es la capacidad de actuar ordenadamente para conseguir un fin. Sin brinquitos, sin aspavientos y sin esos consabidos…sí… pero… Es más valiosa la virtud cuanto más calladamente se ejerce. Es una virtud que requiere madurez, humildad verdadera, auto exigencia, ir en contra de lo que nos provoca, incluso de lo que razonablemente pensamos. Es morderse el deseo y hacer lo que se debe con una sonrisa en los labios. Y es que la disciplina no tiene nada que ver con el borreguismo. No son los ojos tristones del borrego sino la mirada altiva del revolucionario la que acompaña el SÍ disciplinado.
Es claro que lo primero a tomar en cuenta debe ser tener conciencia del objetivo que se quiere para lograrlo con inteligencia, eficacia y disciplina. Ser eficaz es la capacidad de producir resultados. No basta hacer mucho o esforzarnos con denuedo, se requieren los resultados. Si se llega a ellos sin despeinarse… ¡mejor!
La disciplina consciente es una virtud armónica y suave, como la Estación de Invierno de Vivaldi. ¿Por qué? Porque cuanto logramos ocurre sin disturbios, sin crispación, sin alteraciones, convenciendo con nuestra actitud aún a los menos fuertes y desconfiados. Por eso la disciplina es también un imprescindible valor para integrar comunidad. No podemos con arrogancia y soberbia –pensar que tenemos la razón cuando algo nos dice lo contrario es justamente eso- introducir crispación donde debe reinar la armonía. De hecho, porque el que nos rodea puede ingenuamente equivocarse. Puede que al final nos devolvamos de nuestra arrogancia pero dejemos "enganchados" a muchos camaradas. De modo que menos blablabla y más disciplina consciente, hermanos. Quien hace lo que quiere no hace lo que debe, por más que se lo crea y lo diga. Lo revolucionario es hacer revolución. Todo lo demás es pastoreo de nubes y ríos de hojas. “¡Vapor con viento no es ná…se va!”
¡A BARRER CON LA CONTRARREVOLUCIÓN!
¡EL DOMINGO, UNA VEZ MÁS, VENCEREMOS!