Obviamente perdimos el Referendo por la Reforma Constitucional de 2007, pero ahora no nos bailan los ojos ante el resultado del 26. Sí, ganamos, tenemos mayoría absoluta en la Asamblea, pero no los dos tercios necesarios para avanzar sin tanto estorbo.
Hubo grandes dificultades, hasta naturales, como la sequía, que obligó a un racionamiento de electricidad irritante para cierta sifrinería derrochadora.
Hubo fallas magnificadas por una oposición apátrida, financiada por el Imperio, como los alimentos podridos, que denunció el mismo gobierno y cuyos presuntos responsables están sometidos a juicio y en prisión. Pero no tienen moral para criticar eso quienes deliberadamente dejaron podrir alimentos acaparados, para respaldar el Paro Patronal de 2002-3.
Se demostró de nuevo que el “Fantasma del Comunismo” aún espanta a la población más ruda, amaestrada por el terrorismo mediático y por sus escuelas privadas, sobre todo las religiosas. Es de una ignorancia sin lagunas y por ello le han sembrado ciertos detonantes de pánico: las expropiaciones, el Comunismo, el Diablo. Y aunque Satanás ha perdido prestigio, de todos modos ciertos medios le decretan sustitutos modernos. He allí un espacio primordial para la batalla de ideas.
Y el sicariato periodístico y del otro, parte del accionar del Imperio, etc., etc. Curioso, salvo ahora Anzoátegui, los estados donde arrasa la oposición, fronterizos todos, están tutelados por el narco y el paramiitarismo.
Pero hallo una causa más rotunda.
El Estado burgués que heredamos es eficientísimo solo para enriquecer a unos pocos. Es una máquina de corrupción de cuanto burócrata acaricia. No es solo ética individual sino sobre todo colectiva. Cuando la corrupción, que es sistemática, halla un escollo, como una persona decente, lo percibe como una falla del sistema y dispara sus mecanismos de defensa.
No es cuestión de “depuración”, porque la picardía corrupta “depuraría” precisamente a quienes obstaculizan los malos manejos. La Revolución está cargando ese bacalao heredado, pagando sus culpas, y el de la parte corrupta y/o inepta de su militancia. Los que Luis Britto García llama “matavotos”. A quien sabotea lo neutralizas con la ley, pero a quien es incapaz no puedes exigirle eficiencia.
Hay, eso sí, que profundizar la Revolución, fortalecer el empoderamiento popular, los Consejos Comunales, la propiedad social de los medios de producción, el pueblo legislador y que la propiedad privada no sea solo de los ricos sino también de quienes son pobres porque nunca la tuvieron. Que el pueblo legislador impida que estos diputados no salgan diligentemente, como los anteriores, a cometer aberraciones como otra Ley de Casinos...
Si no, será invencible la tentación de negociar su ruina moral, como AD y el MAS, que comenzaron revolucionarios.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com