Los resultados electorales del
26 de septiembre, han arrojado un mensaje. Del lado de quienes apoyan
y dicen representar el proceso de cambio bolivariano revolucionario,
a respuesta ante la manifestación del electorado chavista y no
chavista por parte del oficialismo burocrático -fundamentalmente- es
realmente carente y lamentable, es decir, no aprenden la lección y
se comportan arrogantemente tal cual como el burócrata cínico,
estéril e irresponsable. Es justo señalar también en sentido
positivo, que desde el PSUV las bases dieron un mensaje al optar
mayoritariamente por el voto nominal.
Del lado de la oposición resentida, la respuesta es la misma: la arrogancia con su carga excluyente, clientelar y maniquea propia de que quienes ven el acontecimiento político como un espectáculo, el reality show, para pescar clientela bajo el principio de que no son sujetos. La lectura que se puede obtener de aquí es evidente, unos -los burócratas funcionarios incompetentes y corruptos- pretenden secuestrar el deseo y sentimiento de cambio, y otros (la oposición), tienen la misión de frenar y aniquilar las expectativas de cambio radical -que ha impulsado el Comandante- y por la que luchan las grandes mayorías populares que ven hoy, todavía, la posibilidad de un verdadero salto que los lleve a la materialización de la justicia y la igualdad.
Ahora bien, más allá de la manifestación política electoral, es imprescindible hacer una reflexión que debe contener en esencia el pensar, la necesidad de pensar de lo que somos y cómo vamos a construir lo que queremos. Partiendo de aquí, voy a introducir unas acotaciones que nos llevan a considerar el concepto técnico del PIB (producción de bienes y servicios) en tanto su relación de producción-necesidades. Cuando analizamos el concepto de valor de uso el mismo aparece definido por las necesidades. Marx rechaza la concepción puramente económica de la necesidad (Manuscritos de 1844).
Para Marx, la reducción del concepto de necesidad a la necesidad económica constituye una expresión de alineación (capitalista) de las necesidades, en una sociedad en la cual el fin de la producción no es la satisfacción de las necesidades, sino la valorización del capital, en la que el sistema de necesidades está basado en la división del trabajo y la necesidad sólo aparece en el mercado, bajo la forma de demanda solvente. El aumento de la producción sólo en correlación con la cantidad (y la calidad) del valor de uso: eleva la "riqueza material" de la sociedad, satisface y al mismo tiempo produce necesidades. Por el contrario, no está en relación directa con la producción de valor (valor de cambio), puesto que éste se encuentra en correlación con el tiempo de trabajo necesario (Marx, El Capital, vol. I, pág. 12)...
En Venezuela el aumento de la producción -en tanto cantidad y calidad- históricamente no ha primado. La apropiación, explotación y redistribución desigual de lo no producido (la renta) y el valor de uso -definido por las necesidades- ha sido la lógica de sentido. Producir riquezas, en tanto producción-trabajo con calidad y capacidad para satisfacer las necesidades materiales y simbólicas, en tanto emancipación de la fuerza de trabajo, debe ser una de las reflexiones ineludibles para el progreso y el bienestar social.
Recientemente el filosofo Enrique Dussel declaró que es necesario producir pensamiento, filosofía en la revolución y más allá. Dussel recibió el premio internacional al pensamiento crítico que postula el Ministerio de la Cultura. Igualmente la preocupación de Dussel dialoga con la de otro pensador, Edgar Morin, quien reflexiona acerca de la incertidumbre humana considerando que conocer y pensar no es llegar a una verdad totalmente cierta, es dialogar con la incertidumbre.
Dudo, modestamente, que quienes aconsejan al presidente desde el ámbito del "pensamiento","la cultura" y el propio ejercicio de la gestión publica, estén a la altura y/o tengan la voluntad de pensar y repensar. Ese es el salto cualitativo que debe asumir el Estado para superar la razón perversa del capitalismo estéril. Este es un reto para el PSUV pero también una reflexión para el movimiento popular organizado y los trabajadores.
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