Todavía es muy temprano para evaluar a cabalidad el nuevo giro que han tomado las relaciones políticas y económicas entre Colombia y Venezuela. Nosotros en notas anteriores expresamos nuestra desconfianza frente a este acercamiento, por una razón muy sencilla: la oligarquía colombiana siempre ha tenido muy claro cuales objetivos políticos y económicos es preciso alcanzar en la relación con Venezuela, esto es, una política de Estado que respetan todos los gobiernos sin importar el signo político de los gobiernos de turno. En Venezuela, por el contrario, ninguno de los gobiernos había logrado o se había interesado por articular una política de Estado coherente que defina cuales son nuestras prioridades políticas y económicas en la relación con la oligarquía colombiana. Por lo general se ha tratado más bien de reacciones espasmódicas, sintomáticas, frente a las diversas presiones que ejerce la oligarquía colombiana sobre nuestra sociedad. Y en cuanto a la llamada oposición venezolana, el panorama no podría ser más desolador: entreguista, apátrida, pesetera y –lo que es peor- uribista furibunda. El gobierno bolivariano del Comandante Presidente Chávez, comenzó a concretar desde alrededor del 2009 el diseño de una real politik, de una estrategia política, económica y militar coherente que finalmente ha comenzado a rendir frutos. La concertación de acuerdos económicos con Colombia es obviamente positiva para ambos países los cuales, como previo el Libertador Simón Bolívar, conforman una antigua región geo-histórica que asume en este momento un incuestionable valor estratégico para la integración suramericana y caribeña. La muerte prematura de Ernesto Kirchner, tuvo entre sus causas el no haber seguido el reposo prescrito por sus médicos y sobre todo la prohibición de viajar por avión. El largo viaje a Santa Marta donde –según el Presidente Comandante Chávez Kirchner ya exhibía signos de deterioro físico- tuvo como objeto ratificar el encuentro Chávez-Santos como un logro estratégico importante para la política continental de UNASUR. Quizás podríamos decir que sacrificó su vida para alcanzar este éxito político. La elección reciente de Dilma Rouseff a la presidencia de Brasil, revela cómo se va concretando la formación de un poderoso bloque regional que podría resultar en una ALBA+Colombia, en un MERCOSUR+ALBA, en una apertura conjunta comercial y política colombo-venezolana hacia China, Rusia, Bielorusia, Ucrania, Irán y Siria y en una Organización de Estados Latinoamericanos fortalecida, frente al evidente deterioro de la hegemonía del gobierno de los Estados Unidos. Tres puntos importantes deben ser tomados en cuenta: 1) Santos debe comprometerse a lograr un acuerdo de paz negociada en Colombia, única manera de convertir esta en una sociedad democrática donde se respeten los derechos humanos. 2) El acuerdo logrado con Venezuela es incompatible con la firma de un TLC Colombia-Estados Unidos, ya que este vendría a ser la formalización del viejo ALCA y los objetivos de los documentos de Santa Fe. Colombia y Venezuela pueden llegar a constituir una poderosa alianza económica, pero dentro del marco de la ALBA y de UNASUR. 3) La oligarquía colombiana debe comprometerse a no seguir apoyando los planes subversivos y desestabilizadores de la fatídica oposición venezolana, particularmente mediante el envío de efectivos paramilitares que fomentan la delincuencia y el tráfico de drogas en los barrios populares de las ciudades y las zonas rurales venezolanas. En nuestra humilde opinión, si estos puntos no se concretan estaremos de regreso al punto 0, habremos perdido otra vez el tiempo y el esfuerzo.
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