El presidente Chávez, casi se desespera llamando al partido y a los hombres y mujeres de gobierno para que lo den todo, en la organización y el éxito de las gestiones político-administrativas. Pero hay mucha sordera en el patio. Hace unos días, unos militantes de base criticaban públicamente en Falcón, lo que a sus entenderes, constituía una pérdida de algunos espacios de la revolución por errores continuados de los gobiernos locales. Y es muy probable que esos socialistas hayan recorrido a un medio de comunicación porque simplemente en el partido la audiencia les pintó un cero. A lo mejor hasta enviaron alguna comunicación planteando su preocupación y la nota quedaría traspapelada en el cesto de las cosas que para ellos no tienen importancia.
Parece que la discusión política que enrumba el fortalecimiento ideológico de la militancia socialista, por todos lados, se evade deliberadamente. Igualito los gobiernos y sus máximos representantes. Muy poca es la respuesta a la critica oportuna. La prepotencia inunda los espacios y solo es atendida la adulancia que merodea desvergonzada los centros de poder. Mientras tanto la idea socialista, fundamento para crecer en función del bienestar del pueblo, queda lastimosamente rezagada, mientras el reformismo atosiga las hilachas gubernamentales de los gobiernos regionales y amenaza con desgajarlas. Porque es que el socialismo no se puede construir desde las miserias de la cuarta república. Las miserias de la cuarta república deben ser cremadas al igual que reemplazados sus más fieles representantes, con mucha fuerza por cierto, en las instancias de casi todos los gobiernos regionales. Y a veces el esfuerzo creador que Chávez impulsa con sus ministros se diluye en el plaguero reformista de un poco de gobernadores y alcaldes incapaces de coadyuvar a la construcción socialista. Entonces muy pocos aportes en lo organizativo y en lo estratégico han dado las autoridades pesuvistas y gobiernos regionales a la revolución.
Una de las más fervorosas instrucciones presidenciales, consistente en que el partido tutele a los gobiernos, les exija y los critique con severidad, simplemente está dislocada.
Aquí los máximos gobernantes regionales y locales hacen lo que les viene en gana, sin control y con el apoyo alcahuete del partido y sus instancias en cada región, sin dar respuesta a nada. Y esa descoordinación no aguanta más tensiones. Es la hora entonces de soltar las amarras y hacer de la responsabilidad con el socialismo, un empeño para los verdaderos cambios que impulsen esta revolución que en algunos lugares, ni se ve ni se siente. Si no, así prosiga a duras penas el éxito electoral, el socialismo será convertido en un incienso, cuya fragancia apenas será olfateado por la esperanza de un pueblo aun no redimido.