Cultura y Revolución

“El pueblo construye su propio Carnaval”

Siempre hemos creído que la verdadera revolución –aquella definida por los cambios estructurales profundos y rápidos en una sociedad– tiene que ver sobre todo con la posibilidad de lograr prioritariamente cambios fundamentales en la cultura. Y nos referimos a aquella cultura definida por la tercera acepción que le da el DRAE: El “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” Queremos decir con esto que no creemos que sea suficiente conseguir cambios económicos, de modos de producción o de estructuras políticas, para poder avanzar sólidamente hacia la nueva sociedad a la que aspiramos.

Hablamos del imprescindible y prioritario cambio en los valores, creencias y formas de conducta, para poder crear nuevas relaciones entre la gente y entre los grupos sociales, y por ende una nueva estructura social. Ya esto lo había avizorado genialmente Simón Rodríguez, cuando explicaba que no tendremos república si antes no contamos con republicanos, la idea ha sido expuesta y defendida por innumerables revolucionarios y su última expresión se encuentra en el concepto del Hombre Nuevo promovido por el Che.

Así, a quienes nos hallamos inmersos y comprometidos con el proceso de la revolución bolivariana, muchas veces se nos despierta el desaliento, la crítica o la impotencia cuando sentimos que en medio del fragor de los cambios, lo necesario deja siempre para más tarde a lo imprescindible. Que las necesidades políticas o económicas inmediatas generalmente no permiten la atención ni el esfuerzo necesario para promover y alentar los cambios de valores y la búsqueda de nuevas formas de conducta social. Estas sensaciones pueden llegar a ser en ocasiones hasta paralizantes.

Sin embargo, los procesos sociales no son lineales (aunque a veces lo sea nuestro pensamiento), son sistemas complejos y caóticos, tensos, desparejos y contradictorios, y la visión de quienes estamos inmersos cotidianamente en el propio proceso no puede ser otra cosa que limitada. Estar caminando en el medio del bosque muchas veces no nos permite ver toda su extensión. Y a veces nos vamos encontrando de golpe con acontecimientos y eventos que nos reubican en esta perspectiva. Queremos exponer un ejemplo de ello.

Los carnavales nos encontraron en la ciudad de Cumaná y allí tuvimos la oportunidad de presenciar el desfile tradicional de música, vestimenta y carrozas alegóricas tradicional en estas fechas, pero que esta vez vimos con una forma y cariz muy particulares.

En primer término llamaban poderosamente la atención las temáticas elegidas por las comparsas para plantear sus trajes y sus escenografías. Estaban allí presentes con mucha fuerza los temas de la integración latinoamericana. El despliegue de banderas y símbolos de todos los países del continente era recurrente en varias de las agrupaciones. Igualmente se hacían notar los temas de la pertenencia, las referencias al mestizaje, al cruce de las tres culturas, la reivindicación de lo indígena y lo negro, que eran también elementos destacados.

Pero lo más impactante fue disfrutar del abanico de expresiones creativas generadas a partir del diseño de las diferentes vestimentas, con una riqueza de formas, colores y texturas combinado con absoluta originalidad (y no copiado de imágenes de otros carnavales más publicitados). Plumas, telas, miriñaques, estructuras, lentejuelas y demás elementos decorativos, lucieron allí un particular esplendor. Igualmente sucedía con los elementos escenográficos que acompañaban el desfile. Hasta la propulsión de las mismas carrozas, que en su mayoría eran de tracción humana, mostraba un despliegue de inventiva técnica insólito. Toda una estética popular, intrínseca del pueblo cumanés se veía expresada allí.

El resto, la alegría, la música y el baile eran las propias y características de nuestro pueblo.

Según nos informamos, la alcaldía respectiva proporcionó los recursos para que los Consejos Comunales y las Salas de Batalla diseñaran y elaboraran su propia visión de los festejos, bajo la consigna de “El pueblo construye su propio Carnaval”. Esta situación fue quien dio al evento estas características tan interesantes.

Y como corolario y cosa más importante, estas dos características particulares estaban definiendo en el trasfondo un fenómeno social muy importante. El trabajo creativo realizado en comunidad permite a la gente descubrir sus capacidades de acción. La autogestión concientiza a los individuos de su propio poder colectivo, los transforma en actores sociales con voluntad propia, y ese proceso va desarrollando los valores de solidaridad, ayuda mutua, pertenencia y autoestima, así como el descubrimiento de nuevas formas de conducta social, que van a representar los pilares para una nueva sociedad.

Aparece entonces brillando un importante logro en nuestra batalla. Si somos capaces entonces de lograr que las distintas instituciones estatales promuevan y multipliquen este tipo de experiencias y las hagan sistemáticas (algo más allá de fechas especiales como el carnaval), experiencias dónde las comunidades se descubran a sí mismas logrando hechos y eventos concretos a partir de actividades diseñadas y concretadas en colectivo, estaremos avanzando mucho más rápidamente por el largo camino de la construcción de una sociedad del futuro.

miguelguaglianone@gmail.com



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Miguel Guaglianone

Comunicador, productor creativo, investigador, escritor. Jefe de Redacción del grupo de análisis social, político y cultural Barómetro Internacional.

 miguelguaglianone@gmail.com

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