Era por estos días
de abril.
Pedro Carmona visitaba con frecuencia las ciudades petroleras
más importantes donde un sector de la vieja gerencia petrolera comprometida
con el golpe, le asistía en las ruedas de prensa donde se incitaba
con descaro a tumbar el gobierno de Chávez. Y Puerto La
Cruz nunca quedó atrás en los planes del pequeño representante de
la burguesía criolla.
Unos días antes del golpe se presentó en el
hotel Cristina Suites del puerto, desde donde hacia llamados al paro
general y al desconocimiento del gobierno popular. Pero en Puerto La
Cruz el paro fracasó. Quizás el fracaso del paro sindicalero-empresarial,
fue lo que hizo a los golpistas tomar la decisión de fraguar la trampa
para asesinar gente y justificar sus tropelías.
Así llegó el once
de abril. Desde la mañana, los gerentes comprometidos con Carmona organizaban
una marcha desde Guaraguao mientras que los seguidores de Chávez la
repelían desde una plaza céntrica de la ciudad. Los gerentes golpistas
estaban en línea directa con los jefes de Caracas y caminaban nerviosos
celular en mano, por los pasillos de la sede petrolera. Un sonido
desde grandes televisores apostados estratégicamente daba frecuentes
noticias acerca de la marcha opositora de Caracas, en la voz de Marta
Colomina, que afanosamente llamaba a la participación subversiva.
Casi todas las actividades petroleras estaban paralizadas y tan sólo
un grupo de trabajadores afectos a Chávez hacia esfuerzos por proseguir
las tareas. El proyecto Plataforma Deltana, por ser bandera presidencial
y contener un equipo de ingenieros afectos al gobierno, fue quizás
el único que prosiguió operaciones, no obstante la fuerte presión
que ejercía la alta gerencia golpista para frenar la actividad de perforación
del pozo Dorado 1, de grandes inversiones para Venezuela. Hay que reconocer
aquí la resistencia patriota de Eulogio Delpíno, Coordinador del Proyecto
en la época y alto componente actual de la directiva de PDVSA.
Ya al
mediodía, las oficinas quedaban solas y algunos técnicos e ingenieros
se aprestaba a desperdigarse a sus lugares de origen, usando autobuses
desde el Terminal puertocruzano, porque la línea Avior se había
plegado al golpe aduciendo que los aviones no tenían combustible. La
alta gerencia petrolera de Guaraguao daba ya por descontado el éxito
del golpe y festejaban su fechoría desde salones de fiesta privados
donde al tintineo de whisky y champaña, empezaban a distribuirse los
altos cargos de la industria.
La trampa proseguía en Caracas sus andadas
y los muertos en Puente LLaguno empezaron a caer. Los militares facinerosos
desconocían al gobierno y Chávez cayó preso en la madrugada del doce,
como primer acto para el desmoronamiento posterior de la coartada fascista.
Porque entonces, el petróleo se quedó quieto en subsuelo, seguro de
que Chávez pronto iniciaría la dignificación de su destino.