“Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados, y maestros, seria oportuno saber sino se esta muriendo de hambre.”
León Tolstoi…
La revolución bolivariana se parece a una novela (sentido imaginativo). El Quijote es una gran novela y, Así se explica que a lo largo de cuatrocientos años se haya leído e interpretado; hablado y dialogado, con múltiples voces, leída, entendida, analizada, y respondida desde los más variados puntos de vista.
Muchos lo han leído como un libro divertido, burlesco, desenfadado, una especie de sátira de los libros de caballerías. Otros lo admiran como la expresión del idealismo, la nobleza del espíritu frente al materialismo, el realismo vulgar, la sórdida realidad. Hay quienes quieren ver en él, la esencia real de la Venezuela actual, de una sociedad que se derrumba por la miseria, y la injusticia del ocaso burocrático. Hay múltiples lecturas desde la óptica de la izquierda, según las cuales en El Quijote valen también los silencios, las críticas implícitas a la autoridad, a la corrupción cínica; mientras que otros han destacado la expulsión de los corruptos en aras de la unidad de la revolución bolivariana, tal como se puede apreciar en ciertas opiniones por los diversos medios de comunicación.
Para algunos, Don Quijote es un héroe que no se rinde ante las adversidades, y Sancho un patán que no es capaz de despegarse de la grosera materialidad. Para otros, Don Quijote es un loco, perdido en sus desvaríos, escapándose de una realidad que se ve incapaz de afrontar, y Sancho, una persona sensata, fiel, solidaria y cariñosa que tiene los pies sobre la tierra, y trata de contrarrestar las locuras de su amo.
Pero así como las lecturas cambian con los tiempos. Cambia el idealismo de El Quijote, en su entrega a los desfavorecidos, con su amor platónico y puro.
Hoy en día pareciera ser que Hugo Chávez, gobierna entre la confusión, la realidad y fantasía, o entre el ser y el deber, rodeado de una claque de incompetentes aduladores. Para Shakespeare la vida no era más que un cuento contado por un payaso borracho, para Cervantes los molinos de viento se trocaban en descomunales gigantes: años de pesimismo emocional y de lucidez intelectual. Hoy en plena revolución bolivariana vemos a muchos Quijotes disolviéndose en Sanchos, y Sancho quijotizándose.
Pero, lamentablemente hoy en día, ya no soy un idiota, ni un luchador clandestino, ni instructor político en una patrulla; ni mucho menos aprendiz de socialista... Nada de eso; resulta que ahora me he dado cuenta. ¡Quién lo iba a creer! Y claro, tuve que buscar en El Quijote una señal nueva: El Quijote y la revolución.
La dedicación de El Quijote a la política supuso un proceso de aprendizaje, desde un punto de vista entusiasta e irreflexivo, dominado por la acción armada, hasta el predominio de la reflexión, la palabra, e incluso el pacifismo, para luego desembocar en la desilusión y la melancolía.
¿Qué estrategias diseñó El Quijote cuando salió de su lugar de la Mancha? nada más y nada menos que deshacer entuertos: defender a los débiles y menesterosos, derrotar a los malandros, revertir las injusticias, y todo esto sin esperar recompensa alguna a no ser la satisfacción de luchar por un ideal, el ideal caballeresco, ganar honra, y fama, y servirle a Dulcinea. Y así lo expuso ante los asombrados cabreros en aquel memorable discurso:
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío... Todo era paz entonces, toda amistad, toda concordia... No había el fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y la llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen” Fin de la cita.
Esto no era más que pura la utopía, eran las metas más altas que puede aspirar un ciudadano, los objetivos más nobles en la acción política. Y para eso utilizó El Quijote la fuerza de su lanza.
En ese escenario, El Quijote no era precisamente un pacifista. Nada lo amedrentaba, ni los grandes rivales, ni la desigual batalla. No importa que los hechos sean escabrosos, que la realidad no se ajuste a sus propósitos, que a cada empeño siga un fracaso. Porque lo que importa no son los logros, sino el esfuerzo realizado. Lo que da valor a la acción es el objetivo perseguido, no los resultados, y el fracaso, que nunca se reconoce, que se atribuye a factores externos a la propia acción, el fracaso, no es más que un reto para continuar la lucha. Es la acción por la acción misma, la ética del apostolado sin premio. Y así cuando, triunfó sobre el vizcaíno, Sancho reclama el prometido gobierno de la ínsula, El Quijote le contestó: “Advertid hermano Sancho que estas aventuras y las de a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se saca otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos”.
El Quijote es sobre todo un libro sobre la justicia, lo que justifica y motiva la acción política, un libro sobre la libertad y la resistencia a la autoridad. El paradigma que confirma esta interpretación es el de la aventura de los galeotes, cuando El Quijote, convencido de que nadie debe ser conducido contra su voluntad, pone en libertad a una cuerda de delincuentes que iban a penar su culpa remando en las galeras del rey. Las reflexiones de nuestro caballero sobre la culpabilidad, la administración de la justicia y la rehabilitación de los delincuentes son de una actualidad que asombra.
El Quijote dejó las armas y, sorprendentemente, se impone en él la prudencia, con un cierto punto de cobardía.
La acción política de la novela de Cervantes, una vez abandonada la utopía, pasó a Sancho Panza. Ya no es el caballero andante quien va a resolver problemas, sino su escudero, que será, al fin, gobernador de la ínsula Barataria. La novela es un libro sobre la política o sobre la justicia, además, un libro sobre la compasión. Cuando El Quijote pronunció sus famosos consejos a Sancho Panza sobre cómo comportarse como gobernador de una ínsula.
Sancho, actuó con realismo, ecuanimidad, y sentido común en la resolución de los conflictos que se le plantearon y así, para sorpresa de todos, realizó un buen gobierno. Se convirtió en el sentido común en la mejor vía para impartir justicia frente a la fuerza de las armas, y de la palabra, y de la fantasía y falsas ilusiones que había derrochado El Quijote. ¿Algunos dicen que la otra cara de la moneda de un mismo empeño? En todo caso, el gobierno de Sancho se basó, además, en su austeridad, aunque forzada, su inequívoca honradez y su declarado pacifismo. Finalmente aprendió una lección definitiva.
El Quijote, terminó convertido en un espectador, del gobierno de Sancho, o bien de su forma de hacer justicia el bandido catalán Roque Guinart...
Don Quijote sustituyó definitivamente las armas por la palabra. Por eso no es de extrañar que, cuando al fin se ve obligado a luchar, le llegue la derrota definitiva a manos del Caballero de la Blanca Luna, el mismo caballero, entonces Caballero de los Espejos, al que gloriosamente había vencido con anterioridad, y ya no puede sobreponerse al fin de sus ilusiones.
Hoy en día la revolución bolivariana no debe seguir buscando pleitos inútiles, sino buscar los problemas sociales y resolverlos.
Percasita11@yahoo.es