Con frecuencia me vuelvo loca y atrevida, camino sola cada calle y descubro en la avenida Baralt, la probable certeza de tanta interrogante hecha incertidumbre: Que si es verdad que Chávez es una rama galopando en la cresta de cualquier quebrada crecida; que si ya le pegó el delirio del poder; que si la inutilidad de su entorno le mermó el juicio; que quizás requiera la estabilidad y el calorcito de aquello; que cree hacer andar un carro sólo con el dinamo; que se desboca hacia viejitas, preñadas y carajitos como mero populista; que no se dirige en su gestos y discursos a ciudadanos sino a soldados; que Santos es ahora intocable; que si ya lo jodió el imperio; que si lee o no lee Aporrea…
En la avenida Baralt abundan las respuestas, invito a quienes reciben honorarios por hacer más sabio al Presidente que la recorran. Particularmente recomiendo conversaciones con recogelatas y mujeres irreductibles en el oficio más viejo. ¡Cuánto saber! La universidad olvidaría eso de un pueblo, redimiendo en ella su voz. Yo, que nunca he tenido disgustos o reservas con la franqueza de los espejos, es decir, que siempre he estado bien buena y así moriré, he debido esconder los criterios estéticos de Osmel y hacer de Marcela (nulo encanto, valga la redundancia), para enterarme de cosas cuya trascendencia debe ser conocida por el Presidente, datos que ni los cuerpos de seguridad proporcionan, pues ellos también tamizan.
Aunque hay disputas dolorosas entre recogelatas, fuera de orden para este recetario, como aquella de: “¿Tú has tirao alguna vez de gratis… o bañao algunas vez en una piscina?. ¡Tú sí, verdad, tú sí! Al menos yo me he montao en elicóltero… Nooojoooda, uom, eso fue cuando te sacaron del mierdero en la Guaira”; pero que ocuparían de manera impertinente, el tiempo del Presidente. Por ese motivo, sólo quiero enterarlo de juicios e impresiones, inaccesibles para su entorno estéril. He tomado una muestra de recogelatas ilustres, arrastrados a tal estado y ocupación por el impertinente destino o por el nada que ver de Dios. Me refiero a recogelatas cornudos, cándidos de paloma fría por alguna brujería, ex comisarios renegados, comerciantes que pretendieron ser honestos, fugitivos de ancianatos, bomberos jubilados y filósofos sin carrera concluida. Ellos dicen, por lo general ebrios y durante la noche, Presidente, todo esto de Usted y su gobierno:
“No puede solo y se revienta solo”
“Lo que está es minao de adecos”
“Está en el gobierno pero demasiado mareo”
“Va a perder el chivo y el mecate”
“Es que lo jode la mala junta”
“¿Por qué se rodea de inútiles y hasta los aplaude?”
“Se va a llevar un chasco con su regaladera”
“Si por él fuera mandara sólo con militares”
“A mí me parece que se ha vuelto parero”
“¿Cuál gobierno? ¡Nojoda! Aquí no hay gobierno”
“¡Véeerga! Ahora pidiendo perdón por enfermarse”
“Que anuncie la Misión Saca la Mano”
“Y la Misión Sé Tú Mismo…, para que pueda ser lo que antes era”.
Y le aseguro Presidente que se dicen unas indecencias, unas prevaricaciones con Usted, altamente dolorosas, muy cerca del hartazgo y la desilusión. En verdad quisiera no compartir, si de querer se tratara, las convicciones que acerca de este “proceso” tiene el Cacique Sabino.
No le regale a los venezolanos, la navidad de una nueva colonia.