La palabra dignidad en el discurso del Presidente Chávez y en el de la corte atenta a su voluntad, ha cobrado un significado admirablemente adeco. Los adecos se volcaban en la campaña electoral a regalar todo cuanto la imaginación del votante considerara poseer para su triste felicidad, eran como las redes yankisociales actuales en barrios de Petare y Antímano; es decir, claras y precisas en su objetivo, nada guabinosas y estúpidas; como suelen ser, en muchísimos casos a propósito, los dignificadores del gobierno bolivariano.
Como el que pecando jode y luego cumple una penitencia pendeja, así es el sentido común del pobre que venera a Chávez. Es la mujer que entre renunciar al sucio que la engaña y considerar el por qué de “la otra”, concluye: “Nojoa, ya verá esa maldita quita marío”. Y el tipo es un pirata asaltando Mercales en el compra y vende, magnate de la economía informal cuya rapaz racionalidad es similar a la del formal comerciante capitalista. Par de aviones los dos (ella y el), el “ser humano nuevo”, bonito y bueno que en la patria de Bolívar se construye.
El pobre en Venezuela es como el hijo que “ni me toques porque te denuncio en la LOPNA”, es el azote con policías, fiscales y jueces que lo “sacan del peo”, es el criminal a quien cuidan del “escarnio” tapándole con esmero la cara, es el empleado público vago y reposero pero que en la empresa privada “se destaca”; en resumen, chula y chulo del “vivir viviendo”. Es a ese pueblo perverso e intacto de los adecos que el Presidente quiso “para su suerte echar”.
“No todo el pueblo es así”, ya veo alegar a expertas y expertos en excepciones; quizás esa excepción digna y decente sea el verdadero “pueblo sufriente” y no la mayoría manguangua a quien se dirige el Presidente, la del voto del “pa’ lante Comandante”, la del refugio con bono seguro y papa resuelta, la que invade terrenos e inmuebles, vende o alquila la casa adjudicada.
El “por amor” donde el Presidente aparece con un camisa azul (un ACV sufrió el genio de la idea), ahora se sustituye con “por amor a ti me he enfermado”, “por amor a ti sufro”, “por amor a ti entrego hasta a Jesús si en Venezuela lo capturo enconchado”. En el comunicado leído por Nicolás Maduro, como novia y novio asumiéndose castos a horas del infaltable “siempre”, del mutuo “esperaste por mi”, puede leerse: “Me consumiré gustosamente al servicio del pueblo sufriente”. Eso será, mal paridos asesores de Chávez, para pueblos llorones, para aquellos que escuchando: “Te pareces tanto a mi…, que no puedes engañarme…”, pasan la vida venerando imposibles; pero en Venezuela el tiro les va a salir por la culata, aquí la cosa es gloria y pena en pocos días; pregunte Presidente, hay cerca de Usted algunos antropólogos. No tardarán los genios del imperio en llamarlo “Comandante llorón”, o cree Presidente que olvidamos la gallina de su compadre Pancho o que vio en Miquelena un abuelo; quien luego lo acusó de tener “las manos manchadas de sangre”.
Pida Presidente que le expliquen qué quiso decir Neruda cuando escribió: “Por qué los pobres no comprenden, apenas dejan de ser pobres”; qué quiso decir Bolívar cuando afirmó que “se enfurecen en los tumultos y se humillan ante las cadenas”; pregunte si hay diferencias entre las expresiones desiderativas de un muerto de hambre y la de un indigesto. Si le responden con franqueza, escuchará un discurso acerca del poder, sobre las consecuencias del carácter irreversible de las necesidades primarias insatisfechas. Y si después resuelve inmolarse con el “pueblo sufriente”, jódase Usted. Nosotras y nosotros, venezolanas y venezolanos, radicales porque su rebaño se mal llama “revolucionario”, izquierdistas a mucha honra, hacemos lo que corresponde.
El Manual para hacer feliz al “pueblo sufriente”, queda suspendido. Lo publicaré cuando en cadena de radio y televisión y sin cara de Nazareno, sin contar que persigue un autobús, sin inmiscuir a Fidel, sin pretender que canta, sin recordar a la Negra, sin alabar al Gallito, sin pedantes alardes de politólogo, Usted, Señor Presidente, se dirija a los que sufren y no sufren, y diga: “De nada ha servido, salvo para arriesgar el porvenir de la República, la desviación populista, hacer que sólo me quieran los pobres, algunas de mis amistades recientes, construir un país con la macro Misión Billete…, expongo a continuación las políticas para una Patria Socialista”.
Y no olvide precisar, Señor Presidente, que lo acompañará otra gente.
Postdata: Señor Presidente, usted parece delatar la conducta de un paciente, en caso de no ser fatal y miserable estrategia electoral de sus asesores. Insisto con lo de “pueblo sufriente”; de nuevo le sugiero un recorrido, esta vez donde habita el “sufriente”; mejor si lo hace los viernes a partir de las cinco de la tarde. Le adelanto lo que verá:
Un Orinoco de caña
El desconcierto mayor del ruido
Un Guaire de vocabulario
Apuestas hasta de quién no monta cachos
La inevitable violencia y su correlato de sangre
Una antesala de la morgue o de cualquier prisión.