Es preciso que sane Presidente, es necesario verlo rozagante, a todo trote, vergatario, pues debe acompañarnos, ser testigo de sus pareceres, del “he decidido”, más allá del reconocimiento y de la frasecita (“asumo mi responsabilidad”) que establece una sociedad de Pilatos donde, al parecer, sólo Usted tiene la entereza de dar la cara. Y no es cierto.
Tal consideración lastima mi espíritu, asalta y espanta el sueño, sumergiéndome en el silencio y en la contemplación desde que lo miré apenada y desolada en la solemne comicidad de su Consejo de Ministros. Por momentos me pareció mirar a Eladio Lares en tono de respuesta definitiva, un alarde de águila, un displicente me cago en la hostia: “ratifico… y le extiendo el tiempo de servicio a todos los ministros y ministras”; sin ningún escrúpulo llama a eso “estrategia”: la tenaz jugada de hacer lo contrario, como infalible dueño de las situaciones o quien cree ver sagacidad en “lo inesperado”. Qué más puede esperarse de quien “une” a Gramsci con Nietzsche.
A Usted, Presidente, le arde el rancho lejos de la derecha. Más conspira el camuflaje en la administración pública y en la “dirección” del PSUV, que los revolucionarios trabajando en su lugar con liderazgos. Su reconcomio con nosotr@s parece consistir en ser ajenos a la pleitesía y a la idolatría, en mirarlo con tristeza cuando reta con aquello de “quémenme a mí” o cuando se expresa de la manera más mocha posible (“tengo que cená, me toca pescao”) pues “así habla el pueblo” y porque dudamos con propiedad de su: “mientras más críticos, más me gusta”. Ahora nos viene con eso de “Ni pacto con la burguesía, ni desenfreno revolucionario”; ¿acaso se dirige al (a) desenfrenad@?, ¿será la nueva manera de “calificar” a los radicales?, ¿conoce el significado?. Porque desenfrenad@ se dice del que se comporta sin moderación y con violencia (ver el DRAE). ¿Entonces? ¿¡Cuáles son esos Niní!? ¿Será el reformismo bolivariano? ¿O eso que llama “el ritmo de las condiciones objetivas y subjetivas de un proceso como este”? Un poco más y afirma: “Un proceso como el mío”. ¿Quién pudo imaginar la fusión de la escoria política de la IV República en el Gobierno Bolivariano? ¿Acaso puede negarlo?
Al propiciar discusiones acerca de tales asuntos, un señor opinó: “Por eso nunca tendrá el apoyo de la clase media”. Y es cierto, cuando Usted se refiere a la clase media, dice: “Vengan, esta revolución también es para ustedes…” “Vengan” significa que no están; “también” significa que además; y “además” no es sino un agregado. Pero el significante de tal discurso es lo de menos; el asunto sigue consistiendo en abrazar un credo político esencialmente liberal, vasallo de la modernidad y falso en la figura de pueblo protagonista; es como seguir (¡Y cómo lo recuerda Usted!) con: “son hermanos soberanos delalí bertá”.
Cuando Usted, Señor Presidente, felicita a Roberto Hernández Montoya por sus palabras en la Asamblea Nacional, expresa: “La revolución debe ser hija de las ideas. ¡Vaya que raíces ideológicas!”. ¿Raíces ideológicas de quién? Por más sabio y paciente que consideren al pueblo, lo prefieren en una marea roja, en la bulla revolucionaria, en las colas de los operativos, en la publicidad donde el derecho se toma por gracia; no es al “obrero feliz “de las Empresas Mendoza o de un Ministerio a quien eligen para referirse a la historia, tampoco a la juventud sin noción de Caldera II y cuya “ideología” es un collage de marcas. Venezuela es hoy el festín del derroche y la ostentación de lo que no cuesta para quienes tienen y el deseo desesperado (por lo mismo) de los pobres en su cotidiano rebusque, el dudoso prurito de quitarle a una arepera el carácter socialista a partir del “no me gusta”.
¿A qué Clase Media convoca Usted, Señor Presidente? El espectro es diverso; para los fines de este escrito, digamos que tres: Socialista, indiferente y desgraciada.
La Clase Media Socialista, con presencia de muchos Radicales, tiene reservas con Usted:
Por concebir a los pobres como reservorio de gestas y salvador de mesías.
Por restringir la política al sufragio y éste al criterio de la mayoría, subestimando la decantación del voto animado por el carisma.
Por “ignorar” que los pobres (pueblo) como factor de poder hasta ahora en sí, los otros factores lo emplean para sí.
Por considerar al pobre (y al pueblo) como causa de sí mismo, cuando es la consecuencia de una hegemonía que lo despoja de iniciativa política.
Por querer, Usted Presidente, mimetizarse en lo que no es; mutiló el sentido de equidad al prescindir de las capacidades y aferrarse a las necesidades insatisfechas.
Por olvidar, acaso, que un pobre no se considera como tal por lo que es (aunque no es), sino por lo que carece.
La indiferente juega a ganador (una parte) o “vive su vida” (la otra) porque “nada tiene que ver con el gobierno”.
La desgraciada (que es la mayoría), rancia y de origen europeo, racista y genocida, jamás le molestó la chabacanería adeca. Manipulada hasta los huesos, no lo desprecia por su fenotipo, ni porque haya afectado sus intereses, sino porque son propietarios de la tierra prometida, asistidos por Dios, la razón y el progreso; y Usted Presidente, predica (¡Sólo predica!) un fraude cristiano, empleado para llenarlos de pánico.
Recuerda Usted, Señor Presidente, aquel primor de desahogo (arrechera en criollo), cuando en un encuentro con los pobres/pueblo, en el contexto de revisión de causas que incidieron en la pérdida del Referéndum Consultivo, expresó: “Tienen una deuda conmigo, a ver si me la pagan. Ustedes pueden decir lo que quieran, pero no tienen excusa. Falta de conciencia, falta de resolución por la patria, esas son excusas de los débiles, de los cobardes y de los flojos. Deben reflexionar todos… ¿No saben lo que dice la Biblia? ¡Antes de criticar la paja en el ojo ajeno, mira la viga que tienes en el tuyo! Por falta de coraje, por falta de dignidad revolucionaria… ¡Yo prefiero y quiero verdaderos revolucionarios! ¡No revolucionarios de pacotilla!”. Uslar Pietri se quedaba pendejo. ¿A quién le reclamaba Usted, Señor Presidente? ¿Cuánta clase media vive en el estado Miranda? ¿Cuánto deshizo el PSUV?
Otra variable de por qué la clase media no se cuadra con el Proceso es la consabida tragedia comunicacional. Fidel debería recordarle (públicamente) su importancia política. Toda la campaña acumulada contra el comunismo en el inconsciente y en la memoria está viva y motivada por una ofensiva sistemática; ante ésta, el rimbombante “Sistema Nacional de Medios Públicos” oscila entre lo suicida y lo idiota. Y Usted, Señor Presidente, al saludar a una viejita de la clase media, seguro no cerrará los ojos, no experimentará al Espíritu Santo, ni contendrá la respiración, ni se hará sentir venerable; eso ocurre con la viejita pobre para quien Usted es hijo de Dios.
Si tan sólo pensaran un poquito más en quiénes quitan y por qué al momento de su beneficencia… Pero ya no sería populismo y el Proceso “debe pasar por esta fase”, por la prédica del amor y la vida, por la presunción de inocencia en un delincuente, por hacer del perder-perder una virtud, por tener menos altivez que los hermanos de Pare de Sufrir. ¿¡Qué cosa!? El pueblo gritando “no volverán”, y la V retorna a la IV suspirando por ser light, por miserables que manifiestan “no tener prisa” en la conformación del Polo Patriótico y por la clase media quinta columna a quien le sabe su invitación, Presidente, porque tiene minado al Gobierno Bolivariano. No crea que de la nada le salta un Hitcher…, con su revolucionaria concepción del agua. ¡Felicítelo pues!