Cuantos
no andan hoy con el miedo a cuestas porque temen que el futuro diferente
que se avecina con esperanza se distancie del presente que construyeron
en la casa del partido para adueñarse a golpes de metáfora,
a carnet de partido de todo lo que no les tocaba, en un modo delictivo
de acumular. Ellos temen, el cambio les infunde un temor frío que
se les mete hasta los tuétanos porque simplemente siempre se declararon
– aunque amigos de los te deum – ateos de la esperanza, pero convictos
y confesos adoradores de mammón.
Ellos,
mantuanos de hoy, siempre se hicieron del credo “los de alante
corren mucho y los de atrás se joderán” como una expresión
de la creencia ciega en la riqueza infinita. Decretaron a través de
sus democracias la muerte social a los débiles, valiéndose para ello
de la OFERTA y la DEMANDA, encontrándole sentido a la escasez porque
“nunca hay bastante para todos”. Llegaron a entender la democracia
como un subsidio a los propósitos individuales dejando los propósitos
sociales sólo para elecciones y romerías.
La
naturaleza de esta actitud y aptitud mantuana vino edulcorada con anticuados
pastiches mentales consustanciados con un modo de vida que hace
de los sujetos una isla sin ninguna vinculación con la reflexión
de lo que fue, lo que ha sido, lo que está siendo y lo que será Venezuela.
La genuflexión ha sido el soporte básico de esta estructura de dominación
que legitima lo constituido. Y es que lo adviniente debe manifestarse
según el sustrato espiritual de quien crea verdaderamente – como
Kant- que se puede “construir el reino en la tierra”. Aquí se caería
en el dilema de crear y construir o destruir u odiar Por aquello
de que el vino nuevo en odres viejos corre el peligro de perderse,
debiéramos empezar la reflexión en torno a lo que debe plantearse
aquí como verdadera campaña admirable, pues refundar la patria implica
todo un acto de destrucción de las viejas estructuras políticas, económicas,
sociales y MENTALES, mentales coño, mentales. De lo que se trata es
de buscarle residencia espiritual a un nuevo poder: una espiritualidad
liberadora para el socialismo. Una morada cuya exigencia máxima vendría
dada por la conversión definitiva, pues ninguna república puede nacer
bajo la égida de la dimensión moral y ética de los escombros
de la república que fenece. Mucho menos cuando la racionalidad neoliberal
propugna, apuntalado por la GANANCIA, un “individuo libre”....de
su tierra, del prójimo y de el mismo. o sea en términos menos alienado
¡un individuo alienado!
No
se es patriota por vestirse con el mismo quepis de los que liberan,
NO SE ES PATRIOTA ¡sino hay conversión!. Lo contrario conduce inexorablemente
a una masa moviéndose sin dirección, ni sentido... ni corazón. Y
esto no conduce, sino –como dijera PIO TAMAYO- “a la codicia
del erario público como botín y medio más seguro de enriquecerse
al rápido; satisfacción de sensualidades, desencadenamiento de soberbias,
en los directores: completa carencia de conciencia nacional a pesar
del idolatrismo heroicista”. De las entrañas de esa caracterización
que hace Pio del hombre de la vieja república es que surge la
desesperanza, y esta no es precisamente el estandarte de los que
hoy dirigen tratando de ir remendando la humanidad maltrecha y
excluida de un pueblo desasistido que aspira el regreso de Pio “al
lomo del rayo de luz por donde partió
hacia los confines del azul, vestido del violeta de sus atardeceres,
para celebrar el advenimiento de un tiempo sin injusticias ni sepultureros”
donde Noel Rodríguez baje de su burro para llevarle a mamá Zenaida
un arco de trinitarias y una poca de agua clarita para la sed de una
nueva humanidad con un nuevo saber, un nuevo poder, un nuevo tener y
por sobre todo un nuevo hacer como dimensionantes de la comunitariedad.
De
lo que se trata, teniendo como objetivo un nuevo cielo y una nueva tierra,
es de la aparición en escena del hombre nuevo y de una mujer nueva,
sin los lastres de la república podrida que adoctrinó para acumular
delictivamente, o para ejercer el cargo...sin ejercer la conciencia.
Nuevos Gobernadores, alcaldes y directores vendrán, surgirán círculos bolivarianos y el chavismo correrá el riesgo de convertirse en una moda, de no comprenderse, o de hacerlo muy tarde que son peligrosas la creencia ciega en la masa, en el pueblo, en el colectivo, máxime cuando como seres se fueron instituyendo en una relación pedagógica donde la desesperanza ya había hecho metástasis. La tarea en la construcción de una nueva república pasa por entender lo que el maestro José María Arguedas había vislumbrado “Debemos desintegrar esa baja masa que hemos mantenido por siglos unida. Agucemos primero, en quienes sea posible, el estimulo de la ambición;...hay que quitarles esa lengua antigua en que tan bien, tan fulminantemente, se comunican, se enardecen, se confabulan”. De hacerlo, el pueblo consciente y formado pasara a ser comandante y Hugo Chávez Frías será entonces el Subcomandante Hugo, el Hugo de los Barrios, el Hugo de los Pueblos.
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